Joyas de la corona checa
La capilla de S. Venceslao, en la catedral de San Vito, en Praga, es la antesala de la cámara en la que se conservan las joyas de la corona checa. En el rincón derecho de la capilla está situada una puerta con siete cerraduras que da acceso a una escalera en caracol que conduce en el primer piso directamente al altar que encierra un tesoro de inestimable valor: las joyas de la corona checa.
La corona de S. Venceslao mide 19 centímetros de alto y pesa 2358 gramos. Fue confeccionada de oro de 21 y 22 quilates. La corona se compone de un aro alto del que salen cuatro grandes trifolios en forma de lis. La joya está rematada por un pequeño crucifijo con la inscripción "Hic est spina de corona domini"- "Aquí se conserva un espino de la corona de Cristo".
En la corona de S. Venceslao están engastadas 96 piedras preciosas y veinte perlas que la convierten en una singular muestra de la joyería medieval. Tan sólo en 1999 se descubrió que la piedra preciosa de color rojo de la que se suponía fuese uno de los mayores rubíes del mundo jamás utilizados en una joya, no es en realidad un rubí sino una turmalina. En contrapartida, los seis grandes zafiros, procedentes de Ceilán y de Tailandia, figuran entre los diez mayores del mundo.Una bula papal, emitida por Clemente VI en mayo de 1346 en Aviñón, prohibía so pena de excomulgación sustraer o empeñar la corona checa. Estipulaba también la forma de usarla y colocaba la corona real checa bajo una especial protección. Ello dio origen a la leyenda de que quien se la colocara sobre al cabeza sin ser rey, moriría de manera violenta.
Un suceso ocurrido durante la Segunda Guerra Mundial como si confirmara la veracidad de la leyenda: Existen fotos documentando cómo Reinhard Heydrich, el máximo representante del Tercer Reich en Bohemia y Moravia ocupadas por Hitler, contempla las joyas de la corona checa. Se cuenta que en un acceso de soberbia, Heydrich se colocó sobre la cabeza la corona de S. Venceslao. En 1942 fallecía en un atentado perpetrado por antifascistas checos.
Los privilegios que la corona real checa obtuvo del Papa Clemente VI en 1346 no pudieron ser otorgados a distancia sino que directamente en la sede del Sumo Pontífice en Aviñón y en simultáneo con la consagración y bendición de la joya. Por eso el rey Carlos IV mandó confeccionar un estuche de cuero para que la corona pudiera viajar a Francia.
Un viaje así era algo excepcional ya que la corona real debía permanecer a perpetuidad sobre el cráneo de S.Venceslao, en la sacristía de la capilla consagrada a ese santo en la catedral de S.Vito, en el Castillo de Praga.
Es interesante que la corona real checa no era el patrimonio del monarca sino que formaba parte del tesoro de la catedral de S. Vito. El rey podía ceñirla sólo con motivo de su coronación y en ocasiones especialmente solemnes. El mismo día que se la colocara sobre la cabeza debía devolverla al tesoro de la catedral y pagar al capítulo de San Vito una especie de alquiler. Era una suma muy elevada: 200 hrivnas de plata, y una hrivna pesaba unos 250 gramos. La coronación les costaba muy caro a los reyes checos.
Además de la corona real, las joyas de la corona checa comprenden la esfera y el cetro que son menos antiguos. Se estima que ambas insignias fueron confeccionadas en el mismo taller antes de mediados del siglo 16.
La esfera mide 22 centímetros de alto y está confeccionada de oro de 18 quilates. Tiene la forma de dos hemisferios unidos por un aro decorado con piedras preciosas y perlas. En los hemisferios están representadas escenas de la Génesis y episodios protagonizados por el David bíblico. La esfera está rematada por un crucifijo primorosamente adornado.También el cetro está confeccionado, al igual que la esfera, de oro de 18 quilates. Mide 67 centímetros de largo y pesa 1013 gramos. Lo adornan 4 zafiros, 5 espinelas, 61 perlas y ornamentos cincelados y esmaltados.
En la cámara de las joyas de la corona checa se conservan también la almohada para la corona real, el manto de coronación y el estuche para las joyas.
Al surgir en 1918 la República Checoslovaca, ya no había monarcas que ciñesen la corona real y las joyas de la corona checa se convirtieron en patrimonio cultural e histórico y símbolo de la independencia nacional.
Durante la Segunda Guerra Mundial las tierras checas estaban ocupadas por Hitler. Cuando se acercaba el fin de la contienda y la derrota de los nazis, el representante del Tercer Reich, Karl Hermann Frank, mandó esconder las joyas de la corona checa en el subterráneo románico del Castillo de Praga. Después ordenó ejecutar a los presos que lo habían hecho de modo que Frank era la única persona que sabía dónde se hallaban las joyas.
Cuando en 1945 fue derrotada la Alemania hitleriana, el personero nazi especulaba que pudiera ser indultado al revelar el escondrijo de las joyas. Su especulación no resultó. Las autoridades checoslovacas encontraron las joyas en el lugar indicado por Frank, pero el criminal nazi acabó por ser ajusticiado. Las joyas de la corona checa fueron exhibidas en la Checoslovaquia liberada en octubre de 1945.
Las joyas de la corona checa salen muy poco de la cámara en la catedral de S.Vito y se exhiben en público sólo en ocasiones excepcionales. A lo largo de todo el siglo 20 se exhibieron nueve veces.
Si el Papa o algún destacado jefe de Estado quisieran ver durante su estancia en Praga las joyas de la corona checa, su petición no sería atendida. A los visitantes extranjeros, por más ilustres que sean, sólo se les muestran las réplicas de las joyas de la corona.
La cautela tiene un motivo práctico: para que las joyas de la corona checa conserven su belleza es necesario guardarlas permanentemente en la austera cámara gótica de la catedral de S.Vito cuyo ambiente se mantiene estable.