Ivan Mackerle, el cazador de misterios
Explorador y escritor checo, las expediciones de Ivan Mackerle son reconocidas a nivel internacional. Inspirado en Jaroslav Foglar y Julio Verne dedicó su vida a investigar los grandes misterios del mundo: fue al castillo de Drácula en Transilvania, a Mongolia siguiendo los rastros del gusano de la muerte y hasta logró subir al ático de la mítica Sinagoga Vieja Nueva en busca del golem. En esta entrevista su hijo Daniel revive algunas de las expediciones que realizaron juntos y comparte una serie de anécdotas que retratan a su padre a la perfección.
Lo primero que llama la atención de la curiosa vida del escritor y explorador Ivan Mackerle (1942-2013) es precisamente su apellido que, por cierto, no suena muy checo. Su hijo Daniel Mackerle, que lo acompañó en varias expediciones, revela que aunque parece inglés tal vez tenga un origen sueco que se remonta al siglo XVII.
Y quizás ese mismo apellido tan lejano como enigmático condense lo que luego sería la búsqueda incansable de este explorador que dedicó su vida a investigar grandes misterios universales en una época en la que no existía internet y, por lo tanto, estar informado significaba tener una excelente formación.
“Sí, por supuesto. Yo empecé a acompañar a mi padre en sus expediciones desde 1996 y algo que me gusta mucho y que también valoran sus lectores es que él preparaba cada expedición hasta el mínimo detalle y buscaba siempre nueva información, no copiaba lo que decían los demás. El investigaba la veracidad de los misterios pero no pretendía ofrecer la solución, simplemente presentaba los hechos y luego dejaba que la gente sacara sus propias conclusiones”.
El hijo de Ivan Mackerle explica que cuando murió su padre le resultó difícil ponerse a ver sus cosas. Pero finalmente pudo hacerlo y encontró en su ordenador un archivo impresionante. Entonces se enteró de que su padre había explorado una infinidad de lugares de Eslovaquia y Chequia, sobre todo castillos repletos de leyendas, que él desconocía por completo. Es indudable que se siente muy orgulloso de su padre, a quien define como una persona carismática, alegre y muy amigo de sus amigos. Y destaca que además de ser tan inteligente y aventurero tenía también una excelente formación ya que estudió en la Universidad Técnica de Praga, y desde muy chico, fue un gran lector de Jaroslav Foglar.
“Es cierto que Foglar fue muy importante para mi padre y como en esa época sus libros estaban casi prohibidos y encontrarlos era de por sí una aventura tenía que buscar sus historias en revistas como Júnak. La otra gran influencia fue Julio Verne y, luego de la muerte de mi padre, pude ver las anotaciones que hacía en sus libros, donde había incluso dibujos de animales. Pero la serie Las Flechas Rápidas de Foglar lo impulsó a formar un grupo de amigos muy unidos que se comunicaban con código morse. Una vez tuvieron problemas con la policía de esa época ya que pensaron que eran agentes secretos y les confiscaron su transmisor”.
Daniel Mackerle se emociona al recordar que en las expediciones que compartieron muchas veces dormían a la intemperie como los personajes de Foglar. Y también cuenta que, de joven, su padre se inspiraba en las novelas de Julio Verne para realizar distintos inventos. Por ejemplo una especie de respirador que le permitía permanecer un poco más de tiempo bajo el agua. También tenía mucha facilidad para arreglar motores. De hecho, en 1964 compró un Volkswagen en pésimo estado que había sido utilizado en la segunda guerra mundial y tenía la particularidad de que servía también para ir por el agua. Lo puso a punto y lo usó para visitar el castillo de Drácula en Transilvania y también para realizar un viaje de Praga a Dresde por el río Moldava en 1969. Daniel Mackerle cuenta que su padre había aprendido a hacer de todo con lo que encontrara porque, en los años sesenta, no había en el país demasiados recursos técnicos. Incluso es probable que el interés de Ivan Mackerle por esos misterios que lo desvelarían para siempre nació como una forma de escapar del encierro del régimen comunista.
“El primer misterio que le interesó fue el del monstruo del lago Ness porque eso le permitió salir de Checoslovaquia durante el comunismo, en 1977. No se podía viajar, salvo con un permiso especial que era muy difícil de obtener. Pero, por supuesto, sus leyendas favoritas son el golem y el gusano de la muerte Mongolia, y creo que hoy mucha gente puede encontrar información de esos temas gracias al trabajo de mi padre”.
Ivan Mackerle empezó a interesarse por esa criatura mitológica gracias a algunas lecturas. Y en una fiesta en Praga conoció a un estudiante de Mongolia, al que le preguntó por la leyenda. El joven, que parecía sorprendido por la pregunta, solo le respondió que se trataba de algo peligroso, lo cual incrementó las ganas de Mackerle de viajar para averiguarlo por su propia cuenta. Fue tres veces a Mongolia: en 1990, en 1992 y en 2004. En la última viajó su hijo Daniel y en las dos primeras el explorador fue con un amigo: la primera vez para reconocer el terreno y buscar algo de información y la segunda para filmar un documental con la televisión checa en el desierto de Gobi. Si bien la gente que encontraban en el desierto parecía muy asustada y se mantenían en silencio, durante ese viaje a Mackerle le sucedió algo impactante que recordaría de por vida.
“Finalmente encontraron a un chamán que, luego de invitarlos a tomar té, les dijo que el gusano podía ser un animal o también otra cosa, pero había que respetarlo porque era peligroso. Sin embargo, tanto mi padre como su amigo no tomaban muy en serio lo que él les decía. Pero esa misma noche mi padre soñó que el gusano lo atacaba por la espalda y luego, por la mañana, encontraron que tenía una mancha muy grande de sangre. Por ese entonces mi padre tenía algunos problemas del corazón pero, después de eso, tuvo aún más problemas cardíacos”.
Desde ese entonces Ivan Mackerle entendió que era fundamental tener respeto por los misterios. Y cuando regresó en 2004 con su hijo Daniel, ya no fue en busca del gusano de la muerte que empezaba ser cada vez más conocido gracias a muchas revistas checas e internacionales. Pero sí fueron en busca del misterio de Agartha, un imperio que, según se dice, permanece bajo tierra en el desierto de Gobi. Pero a propósito de tierra, la leyenda que Mackerle estudió de manera obsesiva fue la del golem, aquella figura hecha con barro del Moldava por obra del rabino Loew. Mackerle escribió un libro estupendo que se llama El misterio del golem de Praga, que tuvo dos ediciones. En esa obra además de ofrecer información exhaustiva sobre la evolución de la leyenda que, en realidad, comenzó en Polonia también contaba su experiencia al cumplir el sueño de la mayoría de la gente que visita el barrio judío de Praga: subir al ático de la mítica sinagoga viejo-nueva.
“Según la leyenda el cuerpo del golem estaba escondido en el ático de la sinagoga y mi padre siempre quiso subir pero fue muy difícil obtener el permiso porque las reglas del lugar son muy estrictas. Entraron con un georadar y, entre el polvo y el excremento de palomas, se dieron cuenta de que la profundidad del lugar no era suficiente para esconder un golem. En un momento pensaron que habían encontrado algo pero solo se trataba de un pedazo de techo. Desde entonces empezó a pensar la hipótesis de que el golem no era un ser mítico creado de barro sino una persona real que había estado enfermo y el shem que se le ponía en la boca no era otra cosa que una medicación que le permitía realizar distintos trabajos”.
Ivan Mackerle subió al ático de la sinagoga en marzo de 1984. Por ese entonces su hijo estaba en la secundaria y para él era algo absolutamente normal que su padre se dedicara a investigar esas cosas raras. Pero aclara que recién cuando, de adulto, lo empezó a acompañar a sus expediciones fue creando un vínculo mucho más profundo con su padre. Entre esas expediciones una de las más importantes fue la última, en el Mato Grosso, en Brasil. La idea era buscar el lugar en el que había desaparecido un coronel inglés al que habían mandado a Argentina y Brasil para confeccionar mapas.
“La idea era investigar Z, la ciudad perdida que aparece en las películas de Indiana Jones y donde supuestamente llegó el coronel inglés Percy Fawcett y nunca regresó. También se decía que esa podía ser otra entrada al imperio de Agartha. Aunque no entendíamos portugués unos amigos nos pusieron en contacto con los indios Xavante. Ellos nos contaron que otro grupo indígena, los Morcegos, vigilaban la entrada de este imperio y te dejaban entrar pero luego no podías volver. Estábamos por ir pero no nos había llegado la maleta con los equipos de filmación. Llegamos a la cueva pero no ingresamos. Y a pesar de que estaba prohibido nos quedamos a dormir ahí esperando que llegara la maleta al día siguiente, cosa que no sucedió”.
De hecho uno de los grupos indígenas luego les recriminaron haber pasado la noche en ese lugar y ellos se dieron cuenta de que tenían razón. Entonces decidieron no volver a ese sitio por respeto ya que ese era el lugar de los indios y ellos habían hecho algo incorrecto. Como sucedía cada vez que se iban de expedición, cuenta Daniel Mackerle que su familia fue a recibirlos con mucha alegría al aeropuerto aunque estaban casi irreconocibles: con largas barbas y bastante sucios. Durante cada viaje mandaban cartas o incluso llamaban a su familia por teléfono porque las expediciones podían durar entre tres semanas y dos meses, como fue el caso del viaje a Australia. En general iban de expedición cada dos años porque necesitaban ahorrar dinero y eso significaba muchas veces dejar a su familia sin vacaciones. Pero era el precio de la aventura y hoy Daniel Mackerle recuerda esos momentos como unos de los más valiosos de su vida.