“Iván, lárgate a casa” o la invasión soviética en las calles checoslovacas
La esperanza de la nación checoslovaca de vivir en democracia se desvaneció el 21 de agosto de 1968, tras la invasión de las tropas del Pacto de Varsovia. El matrimonio Rašek recordó uno de los acontecimientos más oscuros de la historia checoslovaca, víctima de un largo marasmo político, económico y cultural.
El proceso reformista se encontró con la oposición de la cúpula política de la Unión Soviética, que el 21 de agosto de 1968 envió al territorio checoslovaco miles de soldados de la mayoría de los países miembros del Pacto de Varsovia.
Los ciudadanos que no se despertaron aquella noche a causa del ruido de los tanques y aviones militares, se enteraron de la invasión por los medios de comunicación.
Entre ellos también Milada Rašková que prendió la radio a las cinco de la madrugada y escuchó una conmovida voz del presentador, que avisaba sobre la invasión de las tropas soviéticas, según recuerda.
“Se informó que en el aeropuerto Ruzyně de Praga aterrizaron varios aviones con carros de combate a bordo. En la mañana, algunos tanques llegaron hasta el aeropuerto praguense de Kbely, donde trabajaba yo. Los soldados nos preguntaron por el camino. Estuvimos tan disgustados que tomamos una actitud hasta guerrillera; mandamos a los soldados en dirección opuesta”.Girar los indicadores de dirección y borrar los nombres de las calles para confundir a los soldados soviéticos fue una acción común en todas las regiones invadidas. No obstante, los militares ya habían llegado algo confusos, recuerda Milada Rašková.
“Eran unos chicos jóvenes, casi niños, que acababan de iniciar el servicio militar. Desempolvamos nuestros conocimientos de ruso y les preguntamos por los motivos de su llegada. Nos contestaron: En Checoslovaquia ha estallado la contrarrevolución. Les aseguramos que nada de esto estaba pasando, pero nos contestaron que habían recibido órdenes. Realmente no sabían nada y se veían también sorprendidos”.
El humor como defensa
“Ya han conocido la civilización, ahora márchense a sus casas”,“Temíamos a Occidente, pero nos atacó Oriente” o “Iván, lárgate a casa, Natasha te espera”. Éstos eran algunos de los mensajes que aparecieron en muchas paredes de las calles checoslovacas inmediatamente después de la entrada de los primeros tanques soviéticos.
El peculiar humor no abandonó a los checos ni en momentos de peligro. Otros se pusieron rabiosos, escupiendo a los tanques y reprendiendo a sus tripulantes.Había quienes emprendieron pasos más radicales, como el antiguo jefe de Milada Rašková, según recuerda.
“El director del aeropuerto ordenó que no se ofreciera agua a los soldados soviéticos. Lo detuvieron inmediatamente, y su carrera tomó un fin rápido”.
Pánico en las tiendas de alimentos
Los tanques despertaron el pánico entre los testigos de la Segunda Guerra Mundial, cuyos recuerdos estaban aún demasiado frescos.
En las tiendas de alimentos se formaron largas colas de personas espantadas, que no querían dejar sus despensas vacías en caso de un conflicto armado.
Los alimentos básicos fueron los primeros en escasear, recuerda Milada Rašková.
“La gente se dejó llevar por el pánico y compraba latas de carne, patés, paquetes de arroz y otros alimentos de larga durabilidad. El pánico no era de extrañar. Siempre nos presentaban a la Unión Soviética como un gran ejemplo, y de repente nos empezada a saquear. La gente no pudo soportarlo”.
“Una sublevación del Ejército hubiera sido imposible”
El esposo de Milada Rašková, Antonín Rašek, era en aquel entonces empleado del Ministerio de Defensa Nacional. Según apuntó, el Ejército checoslovaco se manifestó neutral, a pesar de que la mayoría de sus miembros estaban en contra de lo sucedido.“La Academia Militar realizó una encuesta sociológica entre los oficiales. El 99% se mostró en contra de la invasión soviética. Más tarde algunos cambiaron de opinión, hecho que justificaron con la necesidad de proteger a su familia, etcétera”.
Antonín Rašek admitió que cualquier sublevación del Ejército checoslovaco hubiera sido difícil, ya que la invasión llegó desde Oriente y la mayoría de los soldados se hallaban en aquel entonces concentrados en la frontera occidental.
Otro motivo fue un significativo predominio de las tropas del Pacto de Varsovia.
“Nosotros tuvimos movilizados solamente unos 200.000 soldados, mientras que las tropas soviéticas de invasión contaban con aproximadamente un millón de hombres. Nosotros teníamos un millón de reservistas, pero no hubiera sido posible movilizarlos. En caso de un enfrentamiento, el Ejército checoslovaco junto a la población habrían sido expulsados a Alemania del Oeste. Los soviéticos estaban convencidos de que había surgido un movimiento contrarrevolucionario, y que estaban presentes también tropas de la OTAN. Creían que Checoslovaquia era solamente un país de paso, desde donde continuarían a Alemania”.
Al salir de una Junta de emergencia del Ministerio de Defensa, Antonín Rašek fue testigo de un conflicto armado que se desencadenó en las inmediaciones del edificio de la Radiodifusión Checa, en la calle Vinohradská de Praga, según cuenta.“El enfrentamiento surgió cuando un grupo de jóvenes encendió un tanque soviético y varios soldados fallecieron en las llamas. Siguió un tiroteo que se cobró las vidas de más personas. La invasión se cobró en total la vida de 200 personas en varias partes del país”.
Emigración masiva
Inmediatamente después de la invasión, más de 60.000 checoslovacos decidieron abandonar sus casas. Muchos no regresaron de sus vacaciones en Yugoslavia y de los países Occidentales, otros se llevaron las cosas indispensables y cruzaron la frontera. En total emigraron al extranjero más de 300.000 checoslovacos.
Muchos de ellos fueron condenados en ausencia a largos años de prisión y se les confiscaron sus bienes. Sus familiares, que permanecieron en Checoslovaquia, sufrieron acosos como despidos o la imposibilidad de estudiar una carrera universitaria.
La ola de emigración disminuyó después de octubre de 1969, cuando las fronteras se cerraron herméticamente.
Se desencadenó asimismo una serie de purgas políticas, recuerda Antonín Rašek.
“Surgieron represalias que no cesaron hasta el año 1989, cuando cayó el régimen comunista. En el marco de las purgas políticas más de 11.000 soldados acabaron en la calle. Muchas personas fueron condenadas a prisión. Varios oficiales, sobre todo, los que tenían una buena relación con la Unión Soviética, se suicidaron en protesta por la invasión”.El periodo después de la invasión es conocido como la “normalización”, que acabó con los ideales de “un socialismo con rostro humano” y volvió a instaurar una censura estricta, suspensión de numerosas organizaciones políticas y culturales, y la represión estuvo a la orden del día.
A lo largo de este periodo permanecieron en el territorio checoslovaco aproximadamente 150.000 soldados del Ejército soviético que se marcharon hasta 1991.