Irena Bernásková - la primera mujer checa ejecutada por los nazis
Patriotismo, gran valentía y disposición de ofrendar su vida en caso de necesidad. Ésa es la característica de los combatientes contra el nazismo durante la Segunda Guerra Mundial. Entre esos héroes nacionales checoslovacos destaca Irena Bernásková, la primera mujer checa ejecutada por los nazis a raíz de su abnegado trabajo en el movimiento de resistencia antifascista.
Desde pequeña eran patentes en Irena Bernásková una gran inteligencia, fuerte voluntad y amplio corazón. Estos dotes los heredó de su padre, el artista checo, Vojtech Preissig, considerado como el fundador de las artes gráficas checas.
Inka, como solían decirle a Irena cariñosamente en casa, pasó su infancia y adolescencia en Boston, Estados Unidos. Vojtech Preissig se llevó a toda la familia a ultramar en 1908, porque a principios del siglo XX el arte gráfico, que recién estaba en los comienzos, no hallaba el apoyo suficiente en las Tierras Checas.
Inka era la segunda de las tres hijas de Preissig y era muy buena alumna. Como afirma Petr Koura, del Instituto para la Historia Moderna de la Academia de Ciencias checa, además de los estudios, tenía otros tantos intereses.
"En la escuela Inka escribía cuentos que acompañaba con sus propias ilustraciones y participaba en diversas actividades culturales y deportivas. Lo que más impresionaba a sus maestros en Estados Unidos eran sus firmes posturas morales y políticas que no correspondían con su juventud".
En verano de 1921, Vojtech Preissig envió a sus tres hijas a Checoslovaquia, para seguirlas más tarde con su esposa y radicar con la familia nuevamente en su Patria. Poco después de su regreso, Inka se enamoró de su primo, Eduard Bernásek y se casó con él, a pesar del desacuerdo de su padre con ese matrimonio. Pero, según sostiene el historiador Petr Koura, el matrimonio de Inka no fue feliz.
"Yo diría que Inka fue víctima del concepto estereotipo del matrimonio que se tenía en aquél entonces. Su esposo no quería que estudiara, ni tampoco que trabajara. Quería que se ocupara exclusivamente de la familia y de las labores domésticas".
Lamentablemente, el destino privó a Inka de la posibilidad de tener hijos, después de haber perdido a uno antes de su nacimiento. A raíz de esa tragedia personal y de su inconformidad con su pareja, Inka trató de hallar "su lugar en la vida" en otras actividades.
Poco después de la ocupación de Checoslovaquia por los nazis, Inka y su padre se sumaron al movimiento de resistencia antifascista. Escribían artículos a la prensa occidental, exhortando a hacer frente al peligro hitleriano.
Además de colaborar con la Cruz Roja como enfermera voluntaria, Inka Bernásková comenzó a trabajar, junto a su padre, en la revista "A la lucha", publicada clandestinamente por la resistencia antifascista no comunista, mayormente por legionarios de la Primera Guerra Mundial.
Cuando en el otoño de 1939 la Gestapo detuvo a los miembros del consejo de redacción de la revista, Inka Bernásková se encargó de su publicación y distribución. Bajo su dirección fueron publicados otros 37 números de la revista "A la lucha" que exhortaba a la nación checa a hacer frente activo al enemigo y a defender la Patria.
El 21 de septiembre de 1940, a raíz de una denuncia de un confidente, la Gestapo detuvo en el centro de Praga a Inka Bernásková. Ella tenía entonces documentos falsos con el nombre de Vlasta Nováková y, según dice el historiador Petr Koura, gracias a ello casi logró engañar a los agentes de la Gestapo.
"Ella se mostraba sorprendida e insistía en llamarse Vlasta Nováková y en desconocer a la señora Bernásková. Era tan convincente que los agentes llegaron a dudar un instante de haber detenido a la persona indicada".
Tras ser detenida fue muy valiente y asumió toda responsabilidad por la revista clandestina. A la Gestapo no denunció a ninguno de sus compañeros. Los tribunales de la Alemania hitleriana condenaron a Inka a muerte, siendo la primera mujer checa condenada por los nazis a la pena capital. El 26 de agosto de 1942, Irena Bernásková fue degollada cerca de Berlín. Su última carta a su familia está llena de optimismo y de convicción de que la nación checa tendrá un futuro próspero.