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4) Jan Švankmajer, el alquimista del cine checo

Jan Švankmajer, 'Posibilidades del diálogo' (Možnosti dialogu), 1982, foto: Galería de la Ciudad de Praga

Su irrepetible obra surrealista ha convertido al director, animador y artista plástico Jan Švankmajer en uno de los cineastas checos más reconocidos a nivel internacional. Esta figura que ha inspirado a muchos cineastas extranjeros, protagoniza la nueva edición de la serie dedicada al cine de animación checo.

Hmyz,  foto: CinemArt

Abundante imaginación, elementos mágicos, humor negro y sueños entrelazados con la realidad son algunas de las características de la obra cinematográfica de Jan Švankmajer, con la que ha inspirado a personajes como Tim Burton, Terry Gilliam y otros directores de fama mundial.

La película documental 'Horno Alquímico' ('Alchymická pec'), creada recientemente por Jan Daňhel y Adam Oľha, ofrece una mirada al fascinante proceso creativo del cineasta, inspirado no solamente en el surrealismo, sino también en el psicoanálisis de Sigmund Freud y en la obra de los escritores Lewis Carroll y Edgar Allan Poe, entre otros. Los cineastas Jan Daňhel y Adam Oľha colaboraron con Jan Švankmajer en 2018 en su última película 'Insectos' ('Hmyz'). Durante el rodaje, el cineasta confesó su deseo de documentar la labor creativa de su estudio fílmico Athanor, explica Adam Oľha.

“Aunque se han escrito muchos libros y artículos sobre Jan Švankmajer, la película representa un medio diferente que nos permite mostrar al cineasta durante el proceso creativo y ese era nuestro objetivo”.

Jan Švankmajer,  de la exposición 'Posibilidades del dálogo'  (Možnosti dialogu),  foto: Česká centra / Athanor,  s.r.o./Arbor vitae

Para buscar la inspiración, Jan Švankmajer regresa a su infancia, marcada por el teatro de títeres que le regalaron sus padres. Con su afición continuó como estudiante de la Cátedra de Títeres en la Academia de Artes Escénicas en Praga (DAMU) que le abrió el mundo del teatro, y poco después se convirtió en director en el famoso teatro Laterna Magika.

Su ópera prima cinematográfica es el cortometraje 'El último truco del Sr. Schwarcewallde y del Sr. Edgar' (1964), una historia de dos ilusionistas protagonizada por títeres y actores vivos.

Jan Švankmajer,  'Alice'  (Něco z Alenky),  foto: © Channel Four Films

Tras la ocupación de Checoslovaquia por las tropas del Pacto de Varsovia en 1968, el endurecido régimen totalitario empezó a censurar la obra del talentoso cineasta, que no temía a experimentar. Entre los años setenta, tuvo que dejar de crear completamente.

Su éxito internacional llegó con los años ochenta. Su cortometraje animado 'Posibilidades de diálogo' triunfó en los prestigiosos festivales internacionales de cine en Annecy, en Francia, y en la Berlinale, en Alemania. El largometraje 'Alícia', realizado en 1987 en coproducción checo-suiza, brindó al cineasta fama mundial.

El “horno alquímico” nació en un cine antiguo

Después de la caída del comunismo, Jan Švankmajer y el productor Jaromír Kallista compraron un antiguo cine situado en la localidad de Knovíz, cerca de Kladno, y lo convirtieron en el mítico estudio cinematográfico Athanor.

'Horno Alquímico'  (Alchymická pec),  Jan Švankmajer y Adam Ol'ha,  foto: CinemArt

La obra postrevolucionaria de Švankmajer se caracteriza por menos animación y más actores vivos. A diferencia de otros creadores checos, Švankmajer aplica la animación exclusivamente como un método de reavivar el contenido, explica Jan Daňhel.

“Concibe la animación de forma animista. Según él, cualquier cosa que ha sido tocada por alguien tiene su memoria y su historia, y él cree que con la animación es posible evocar de nuevo estas experiencias y tensiones que estos objetos contienen. Švankmajer no pone las figuras en movimiento, sino que usa la animación para reavivar y revelar cierta vida escondida dentro de los objetos tocados”.

Un artefacto del 'Horno alquémmico',  foto: Galería de la Ciudad de Praga

En el documental 'Horno Alquímico', Švankmajer revela uno de los momentos de su infancia que afectaron a su creación fílmica. Su madre era una buena persona, pero un día le impuso el castigo de estar de rodillas encima de un rallador. Esta desagradable sensación impulsó que el sentido del tacto desempeñara un importante papel dentro de sus películas. El tacto y sus manifestaciones en diferentes culturas y artes se han convertido en objeto de estudio para Švankmajer, especialmente en la década de los setenta, cuando tuvo prohibido realizar cine, explica Jan Daňhel.

“El tacto no es para él un sentido destrozado, en comparación con la vista que ha sido unificada por esta civilización. El tacto es un sentido primario que no ha sido socializado. Es el medio de comunicación de un bebé con su madre”.

Jan Švankmajer en la película 'Sobrevivir su vida'  (Přežít svůj život),  foto: Televisión Checa

Este sentido tiene la capacidad de impulsar no solamente los pensamientos, sino también despertar recuerdos a ciertos periodos vinculados con la infancia y los primeros momentos de la exploración del mundo alrededor por un niño, explica Adam Oľha.

“Švankmajer quiere guardar esta sensación hasta su vejez y su obra tardía para poder siempre recordar las cosas que había conocido por primera vez. De hecho, su obra se basa en aquellos momentos de las primeras veces, y por este motivo es única para muchas personas, siendo capaz de despertar en cada uno de nosotros unas sensaciones que no se evocarían a través de la animación clásica”.

La comida, un espejo de la agresividad

Dos filetes de carne se enamoran, mientras bailan y observan sus reflejos en un tenedor, antes de acabar fritos en una sartén. Esta es la trama de la película 'Carne enamorada' (1989) de solo un minuto de duración. El tema de la comida protagoniza más de una película de Švankmajer; con sus diferentes simbolismos, según explicó el cineasta en 2010 para la Radio Checa.

“El tema tiene dos significados. Uno retoma las sensaciones de la infancia. Yo era un niño que no comía y preocupaba con esto a mis padres. Estaba muy flaco e incluso mi madre me tuvo que llevar durante un periodo en silla de ruedas porque no era capaz de caminar. En la escuela no me quisieron matricular y mis padres me mandaban a campamentos infantiles donde nos alimentaron con mucha comida. Tengo cuentas pendientes con este tema”, señaló Jan Švankmajer.

La comida adquiere en su obra un simbolismo más allá de la necesidad primaria humana. Se muestra como una imagen de la agresividad de la civilización actual, según explicó el cineasta.

Jan Daňhel,  foto: Tomáš Vodňanský,  ČRo

“Es un símbolo de esta civilización devoradora que devora todo lo que ve, lo digiere, lo transforma y excreta en forma de dinero. Es una civilización omnívora y agresiva. En mi obra uso detalles de bocas grandes e incluso escojo a los actores según su bocas y sus ojos. Es un símbolo de la agresividad de la civilización y esta es su otra función simbólica”.

La comida, el tacto y la infancia son tres pilares temáticos de la obra de Švankmajer. Jan Daňhel explica su origen.

“Se debe al hecho de que en la infancia surge una situación mentalmente morfológica, que afecta a una persona durante toda su vida. Según Sigmund Freud, una persona es una personalidad completa a la edad de 3 años. Švankmajer regresa a aquella época de exploración e intenta revelarla con sus películas. Lo hace a través del principio de un juego, como un principio cognitivo, lo cual es algo muy serio para un niño. Jugando está conociendo el mundo, a diferencia de los adultos. En sus películas, Švankmajer se mueve en este momento de experimentar los miedos básicos, que adquieren enormes proporciones en la infancia, como una energía infantil que, como puede verse, le da una energía increíble incluso a los 85 años de edad. Así que es posible que con el infantilismo pueda combatir su propio envejecimiento y no perder ese asombro infantil ni a su edad”.

Jan Švankmajer,  foto: Šárka Ševčíková

En el documental, Švankmajer no habla precisamente bien sobre la civilización actual. La organización de la sociedad la pone en duda por medio de sus películas, explica Adam Oľha.

“Me gusta que sea implacable y siempre diga con claridad las cosas que otros temen pronunciar. La espontaneidad de su obra permite esta reflexión. Es cierto que nuestra civilización se ve afectada por las ideas que habíamos inventado como humanidad, pero al mismo tiempo olvida cosas básicas del fondo. Nuestra madurez nos permite vivir cómodos y no prever cosas que se desarrollan en el imperio de la magia y los sueños, que muchas naciones consideraban resolutorios anteriormente”.

Una civilización sin dimensión espiritual

“Tal vez sea un castigo por haber echado a perder una civilización”. Así comentaba Švankmajer su premiada película de terror surrealista 'El pequeño Otik' ('Otesánek'), estrenada en el año 2000 y basada en un cuento popular sobre una figura de madera que por su apetito insaciable acaba devorando a las personas a su alrededor. En entrevista a la Radio Checa en 2002, Švankmajer explicó por qué considera la actual civilización echada a perder.

“Sobre todo, porque ha perdido completamente la dimensión espiritual. Es una civilización pragmática, utilitaria y económica, donde la única dimensión espiritual es el dinero. Una civilización como esta no necesita el arte, siempre y cuando no brinde beneficio económico a sus creadores”.

No interpretar su cine de manera universal

Eva Švankmajerová y su marido Jan Švankmajer,  foto de la exposición: Loreta Vašková

Un espectador mayoritario no existe, sostiene Jan Švankmajer, y cualquier interpretación de una película es la correcta. Adam Oľha aproxima la percepción de los espectadores por parte de Švankmajer.

“No piensa en la audiencia como en un todo, sino que la percibe como individuos que interpretan la película a su manera. Este es su objetivo. No quiere que su película sea interpretada de una manera universal. No pretende aclararla, al contrario, la descompone en situaciones entre las que cada uno puede elegir la propia”.

Jan Švankmajer,  foto: Jindřich Nosek,  Wikimedia Commons,  CC BY-SA 4.0

No obstante, un lenguaje universal es uno de los motivos que han brindado a Švankmajer su fama mundial. No someter el contenido solamente a la vista y al oído, sino llevarlo más allá, hasta la imaginación de la infancia, sostiene Adam Oľha.

“Todos podemos conectarnos con nuestra infancia de forma muy automática y no importa que seamos de Japón o de México. Es el mismo proceso. No hay depósitos de males de la civilización en sus películas, pero es una crítica de nuestra sociedad a través de las instituciones políticas y de todo lo que la gente ha ideado. Por eso su idioma es universal y puede funcionar incluso en Japón”.

De acuerdo con Jan Daňhel, la intensidad de la obra de Švankmajer no hubiera sido posible sin la participación de su esposa Eva.

“Eva sobresalió porque tenía un enorme pensamiento crítico y Švankmajer tenía que estar en constante alerta. Además, crearon juntos varias películas que no podrían haber nacido si no las hubiera escrito Eva”.

Lekce Faust,  foto: Bontonfilm

Jan Švankmajer ha cosechado numerosos galardones nacionales e internacionales. Entre sus largometrajes de las últimas tres décadas destacan 'Fausto' (1994), que elabora de forma original el conocido mito, y 'Sobrevivir a la vida, teoría y práctica' (2010), creada a partir de una original técnica que consiste en la animación de fotografías de actores.

El talento de Jan Švankmajer es versátil. Además de ser autor de dos novelas, se dedica asimismo a la creación de ciclos de dibujos y de piezas de arte de cerámica. Su próxima película dará a conocer sus míticas y extensas colecciones de artefactos, fetiches y el arte mágico de todo el mundo.

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