Henri Rousseau, el pintor del paraíso perdido, en la Galería Nacional de Praga
La exposición ‘El aduanero Rousseau: el paraíso perdido del pintor’, trae a la Galería Nacional de Praga una selección de obras clave de este artista francés, uno de los más importantes de finales del siglo XIX y principios del XX. La muestra se dedica también a examinar su influencia en otros artistas, entre ellos varios checos como Zrzavý o Toyen.
Ahora una selección de sus lienzos conforma la muestra ‘El aduanero Rousseau: el paraíso perdido del pintor’, abierta en el palacio de los Kinský de la plaza de la Ciudad Vieja de Praga, perteneciente a la Galería Nacional.
El concepto de la exposición nació originalmente en el Museo d’Orsay, y tras pasar el año pasado por el Museo Cívico de Venecia llega ahora en forma ligeramente adaptada a Praga, donde permanecerá hasta el 15 de enero. Se trata pues del fruto de la colaboración de la Galería Nacional con otras dos entidades europeas de prestigio, algo no muy habitual en la República Checa.
El público praguense tiene así ahora la posibilidad de apreciar una amplia recopilación de obras del pintor francés, caracterizadas estilísticamente por una característica sencillez de colores y formas fácilmente reconocible, como describe la comisaria del Museo d’Orsay, Beatrice Avanzi.“Utiliza una paleta de colores muy vivos. Precisamente esta ingenuidad es lo típico de él”.
Una ingenuidad que venía compaginada sin embargo con cierto aire siniestro, incluso ominoso, en algunos de sus trabajos. De hecho, y pese a la pretensión de Rousseua de integrarse en la pintura académica de su época, acabó perteneciendo a las vanguardias y siendo considerado uno de los precursores o iniciadores del arte moderno.
Una influencia que llegó hasta Checoslovaquia
Precisamente la muestra, lejos de ser una monografía de Henri Rousseau, consiste más bien en un esfuerzo de mostrar su impacto en el arte moderno y en cómo su estilo dejó huella en otros artistas de importancia. Se exponen así por ejemplo una pieza de Picasso claramente inspirada por otra de Rousseau, así como cuadros de numerosos artistas checos que de un modo u otro deben parte de su estilo al camino marcado por el francés: Otto Gutfreund, Jan Zrzavý, Toyen, Jiří Kolář o Josef Čapek, entre otros.Otro rasgo propio de Rousseau, y que precisamente da nombre a la exposición, es su ansia de exotismo, su búsqueda de valores primarios, que se refleja en la ilustración fantasiosa y estilizada de paisajes tropicales. Esta inclinación se puede apreciar por ejemplo en una de sus obras cumbres, ‘La Encantadora de Serpientes’, de 1907.
Al contrario que Gauguin, que llevó al lienzo las gentes y los colores de los mares del sur tras haberlos visto de primera mano, los viajes de Rousseau a tierras extrañas son meros ejercicios de imaginación. El pintor nunca abandonó Francia, y buscaba la inspiración en sus visitas al zoológico de París o el jardín botánico, explica la comisaria de la muestra, Kristýna Brožová.“A menudo en esas junglas hay plantas sobredimensionadas, intentaba copiar algunas hojas de las que había visto en el jardín botánico”.
El ensalzamiento de la selva primigenia se compagina con imágenes más cotidianas, de su Francia contemporánea, o retratos. Precisamente en este marco más cercano se encuadra su famoso autorretrato, que ha servido como promoción de la exposición y que la Galería Nacional compró en los años 20.En él el artista aparece encuadrado en una visión moderna y luminosa de París, comenta Brožová.
“Su autorretrato lo situó en un paisaje concreto: la ciudad de París, con el propósito de glorificar la tecnología moderna. Es una de las primeras obras de arte donde aparece la torre Eiffel”.
El aduanero que tomó el pincel
Conocido con el apodo de aduanero, por su profesión, Rousseau era realmente un funcionario encargado de cobrar el impuesto de vinos y licores. La pintura fue para él al principio una actividad de ocio, que practicaba en su tiempo libre. Es por ello que su obra es tardía, empezó a pintar cuando tenía 40 años y no cambió su trabajo por la pintura hasta los 49.Por otro lado, aunque no fue un completo autodidacta, como se suele pensar, sí que carecía de cierta formación académica. Apenas es capaz de dar profundidad a los elementos de los cuadros, de forma que estos suelen aparecer planos. Al mismo tiempo desconoce, o ignora, las técnicas para conservar las proporciones y la perspectiva. Este es uno de los motivos que pueden explican su sensibilidad infantil y el aspecto ingenuo de sus obras.
Al principio las pinturas del aduanero sufrieron la mofa o la incomprensión de la crítica. Finalmente en 1891 su cuadro ‘Tigre en una Tormenta Tropical’ recibió sus primeras reseñas positivas. En 1905 su cuadro de gran formato fue expuesto en el Salón de los Independientes, junto a obras de Matisse, y en 1908 Pablo Picasso, que había descubierto a Rousseu al ver una de sus obras que se vendía en la calle, organizó un banquete para darle reconocimiento. La fiesta, en la que participaron artistas renombrados de la incipiente vanguardia como Guillaume Apollinaire, Jean Metzinger o Gertrude Stein, situó al padre del movimiento naíf en un lugar preminente.En 1910 el aduanero falleció debido a la gangrena contraída en una pierna. Su última obra fue ‘El Sueño’, expuesta en marzo de ese año en el Salón de los Independientes.