Hace 95 años Checoslovaquia y Uruguay iniciaron sus relaciones diplomáticas

Uruguay y la República Checa celebran el 95 aniversario de sus relaciones diplomáticas. Ambos países hicieron el papel mutuo de puente para sus respectivas áreas geográficas, aún durante el difícil periodo que significó la Guerra Fría. En Radio Praga hemos hablado sobre el tema con el profesor Michal Zourek.

Las relaciones diplomáticas entre la República Checa y Uruguay son actualmente tenues, en consonancia con el tamaño relativo de cada país en su continente, pero se trata en realidad de una anomalía histórica, al contar ambos países con un trato mutuo privilegiado durante más de medio siglo.

Hace 65 años, el 16 de agosto de 1921, el uruguayo Luis Garabelli entregó sus cartas credenciales como ministro plenipotenciario en Checoslovaquia, convirtiéndose en el primer diplomático latinoamericano con residencia permanente en Praga.

‘Checoslovaquia y el Cono Sur 1945-1989’ de Michal Zourek,  foto: Karolinum
Uruguay, aunque era el país más pequeño y menos poblado de Sudamérica, resultaba atractivo para Checoslovaquia, mientras que el recientemente fundado país de Europa Central devenía un mercado interesante para la producción uruguaya, explica Michal Zourek, autor del libro ‘Checoslovaquia y el Cono Sur 1945-1989’.

“El interés era motivado ante todo por la parte Checoslovaca, que Uruguay atraía la atención por su posición estratégica, su estabilidad política y la estructura de su economía. El factor principal que influyó en el nivel y carácter de las relaciones fue siempre el intercambio comercial. El artículo más importante que se exportaba hacia Checoslovaquia era en aquella época la lana”.

Las exportaciones checoslovacas hacia Uruguay eran sin embargo de menor calado, y estaban basadas sobre todo en la malta y cebada, tejidos y productos de hierro. También en 1921 Checoslovaquia abrió un consulado honorario en Montevideo, pero habría que esperar 10 años, hasta 1931, cuando Eduard Machatý fuera acreditado como primer diplomático checoslovaco en Uruguay.

Michal Zourek,  foto: archivo de Michal Zourek
Se trataba de un movimiento habitual en los años 30, detalla Zourek.

“En aquella época Checoslovaquia tenía solamente la embajada en Río de Janeiro. Era la única embajada para América del Sur. La política de crear embajadas en otros países surgió hasta en los años 30. En Argentina también pasó lo mismo. En aquel entonces se establecieron cinco o seis embajadas. No era nada excepcional en aquella época. Creo que por el contrario, Praga para Uruguay tenía una importancia estratégica porque era la única embajada en Europa Central en aquella época. No tenían relaciones diplomáticas con ningún otro país del futuro bloque del Este. No tenían relaciones con Moscú, excepto solo unos pocos años en los 30. Praga funcionaba como un puente entre Europa Occidental y Oriental, por eso era importante”.

Reconocimiento de Checoslovaquia durante la ocupación nazi

Una prueba de fuego para las relaciones entre ambos países llegó con la ocupación nazi y la proclamación del Protectorado de Bohemia y Moravia, prosigue Zourek.

Edvard Beneš,  el presidente del gobierno checoslovaco exiliado en Londres
“A diferencia de otros países latinoamericanos, las relaciones con Uruguay nunca fueron suspendidas. Tampoco durante la II Guerra Mundial. Uruguay no dejó de reconocer la existencia de Checoslovaquia. Recibió varios inmigrantes políticos, por ejemplo los diplomáticos que se mudaron desde Buenos Aires, porque en el 39 Argentina dejó de reconocer el gobierno checoslovaco exiliado en Londres. Montevideo se convirtió en uno de los centros importantes donde los checos apoyaban los intereses y asuntos de su país”.

Montevideo pasó poco a poco de la neutralidad al apoyo a los Aliados, y en enero de 1942 rompió sus relaciones con el Eje. Ese mismo año Uruguay rindió homenaje al pueblo checo de Lidice, arrasado por los nazis, convirtiéndose en el primer país del continente en dedicarle una plaza.

El apoyo se tradujo también en hechos prácticos, señala Zourek.

El monumento conmemorativo a Lidice en Montevideo,  foto: archivo de MZV
“Uruguay en aquella época, pero no solamente Uruguay, varios países de América Latina recibieron muchos inmigrantes judíos. Uruguay ofrecía pasaportes uruguayos a los judíos checoslovacos. En el contexto más amplio no era nada grande: se recibió a unos cuantos, no tanto. Hoy día viven en Uruguay creo que 500 compatriotas”.

El constante reconocimiento de Uruguay fue uno de los factores que jugaron a favor del Gobierno checoslovaco en el exilio para ver su patria refundada tras la contienda, en 1945. No obstante, poco después llegaría un periodo que socavaría de verdad los lazos entre los dos países: la Guerra Fría.

Una amistad puesta a prueba

Klement Gottwald,  la llegada de los comunistas en febrero de 1948 | Foto: APF Český rozhlas
La llegada de los comunistas al poder en Checoslovaquia en 1948 dio lugar al primer momento tenso entre Praga y Montevideo, un anuncio del nuevo periodo histórico que estaba en ciernes. Uruguay siguió reconociendo al ministro plenipotenciario del periodo democrático, Miroslav Rašín, durante un año. Este, por cierto, se quedó en el país y se convirtió en un importante propagador de la necesidad de arrinconar diplomáticamente a la Checoslovaquia comunista.

Las relaciones se enrarecieron y desde 1952 la legación checoslovaca fue dirigida por el encargado de negocios, de modo que hasta 1958 no se nombró a un nuevo diplomático plenipotenciario. De forma similar, en 1954 Uruguay dejó vacía su embajada en Praga.

“Esta atmósfera del inicio de la Guerra Fría significó un daño significativo. Los países se encontraban en bloques diferentes. Las relaciones políticas fueron tensas, pero me parece que en el caso de Uruguay podemos hablar de un ambiente liberal, comparándolo con otros países de América Latina”.

La intervención soviética en Hungría en 1956  (Un tanque soviético destrozado en la calle  de Móricz Zsigmond,  Budapest),  foto: CC BY-SA 3.0
Desde la segunda mitad de los años 50, Uruguay se vio inmerso en una crisis económica que lo forzó a buscar nuevos mercados en el bloque comunista. Se realizaron visitas de miembros del Gobierno a un lado y otro del charco y pronto el nivel de las respectivas legaciones volvió a su estatus anterior. Y es que en 1956 Checoslovaquia absorbía el 4% de las exportaciones uruguayas, el 6% si hablamos de lana. Tres años después Praga acordó con Montevideo un crédito de cinco millones de dólares por cinco años.

Checoslovaquia adquirió así el carácter de punto de unión con los países comunistas. Por ejemplo, tras la intervención soviética en Hungría en 1956, Uruguay consideró cortar las relaciones diplomáticas con Moscú y fue precisamente la legación checoslovaca la que sirvió de representante de los intereses de la URSS en Montevideo.

Hacia América Latina a través de Uruguay

Si Praga estaba actuando como puerta entre Uruguay y el Bloque del Este, el país del Cono Sur pronto se convertiría en centro de operaciones para el apoyo checoslovaco a la Revolución Cubana y, por extensión, a la pretensión de la URSS de usar la misma fórmula en otros países y ganarle el juego a Washington en su “patio trasero”.

Foto: jim / CC BY 2.0
En 1961 se fundó la estación de inteligencia checoslovaca en Montevideo, que inmediatamente se puso a trabajar en actividades de difusión y soporte al comunismo en el continente. El país resultaba ideal por su ambiente más liberal y permisivo, según informes de la época.

Sin embargo, pronto llegó al poder el conservador Partido Nacional, anticomunista y más cercano a los intereses de Estados Unidos, lo que frustró en parte las intenciones de Moscú.

Alertado por la cantidad de agentes de inteligencia soviéticos y la supuesta entrada de material propagandístico a través de las valijas diplomáticas de la URSS, el gobierno uruguayo puso en estrecha vigilancia a las legaciones del Este. De este mayor control se libró sin embargo la embajada checoslovaca. Praga compraba entonces a Uruguay el 9% de sus exportaciones de carne, era el único país comunista con el que no se había cancelado el acuerdo bancario y, mientras que las relaciones con otros países similares eran tensas, las establecidas con Checoslovaquia no hacían más que mejorar, apunta Zourek.

“Después de la Revolución Cubana es conocido que Checoslovaquia, al igual que otros países del Bloque del Este, aumentó notablemente su esfuerzo por ampliar sus contactos con la región. Y este hecho se reflejó también en el campo diplomático. En 1964 fue aprobada la elevación de las legaciones a embajadas”.

En los años 60 fueron de hecho habituales las visitas mutuas de representantes institucionales de uno y otro lado, y aunque en alguna ocasión se estudió por la parte uruguaya la posibilidad de romper relaciones, esta nunca se llevó a cabo. La percepción que de Checoslovaquia se tenía en Uruguay era la de un país que, aunque comunista, conservaba un buen nivel de desarrollo y ciertas garantías democráticas, una visión a la que contribuiría poderosamente la Primavera de Praga.

Los checoslovacos por su parte se abstuvieron de prestar apoyo ideológico o material a la guerrilla de los Tupamarus durante toda su existencia, a la que consideraban desviada de los intereses de la clase obrera y perniciosa para la imagen de la izquierda en general.

Contactos a pesar del régimen militar

Gélidas, aunque correctas, las relaciones diplomáticas se mantuvieron incluso durante la dictadura militar, cuando Checoslovaquia y la URSS eran los dos únicos países comunistas con embajada en Montevideo, comenta Zourek.

Fuente: public domain
“Praga llegó a ser la tercera ciudad de Europa del Este después de Moscú y Belgrado donde Uruguay tenía su embajada. Hablando de esta época, la de peor relación se puede considerar la del régimen cívico-militar que llegó al poder en el 73 con el golpe de Estado. La situación económica de Uruguay en aquella época era bastante crítica y obligaba a Uruguay a mantener relaciones comerciales correctas también con estos países enemigos, comunistas. Así que en las relaciones no hubo ninguna acción de provocación o enemiga, lo mismo se puede decir de las relaciones de Checoslovaquia con la última dictadura argentina”.

Por su parte, la relación lógica entre el Partido Comunista Uruguayo y Checoslovaquia, llevó a muchos miembros de la formación a buscar refugio en este país. El más señalado fue su secretario general, Rodney Arismendi, que pasó tres semanas en Checoslovaquia y fue entrevistado por el diario Rudé Právo. Otros se quedaron más tiempo, continúa Zourek.

Michal Zourek,  foto: archivo de Michal Zourek
“Checoslovaquia recibió también algunos inmigrantes políticos después del golpe del 73. Recibió más de 30 comunistas uruguayos. La mayoría fue enviada a Ostrava para trabajar en las fábricas y minas. Y otros trabajaban en las organizaciones internacionales de Praga, porque allí había muchas organizaciones de izquierda, como la Unión Internacional de Estudiantes, la Organización Internacional de Periodistas... Praga funcionaba como un centro importante de conexión entre Montevideo y el Bloque del Este”.

De los que permanecieron más tiempo en su exilio checoslovaco destaca el ex senador Enrique Rodríguez, primer dirigente del PCU enviado a trabajar en el exterior. Los comunistas uruguayos continuaron ejerciendo oposición y actividad propagandística contra la dictadura militar, al mismo tiempo que Checoslovaquia se convertía en uno de los mayores críticos del régimen.

De la normalización a la pérdida de interés

Enrique V. Iglesias,  el economista uruguayo,  ex presidente del Banco Interamericano de Desarrollo,  foto: public domain
En 1980, tras el rechazo en referéndum a la constitución promovida por el régimen militar, comenzó en Uruguay el proceso de transición a la democracia, que vino acompañado de una mejora de relaciones con Checoslovaquia. El nuevo Gobierno democrático del Partido Colorado normalizó las relaciones con todo el Bloque del Este, lo que dio lugar a un periodo de mayor colaboración económica y abundante en visitas mutuas y contactos a nivel institucional.

Así por ejemplo, el ministro de Relaciones Exteriores uruguayo Enrique Iglesias visitó Checoslovaquia en 1987, y su sucesor, Luis Barrios Tassano, volvió el país en 1989. La primera visita de un ministro de Relaciones Exteriores a Uruguay tuvo lugar ya en democracia, en 1990, cuando Jiří Dienstbier incluyó a Montevideo en su viaje diplomático a Argentina y Chile. Se trató del primer viaje del jefe de la diplomacia checoslovaca fuera de Europa después de la Revolución de Terciopelo.

Paradójicamente, los años 90 trajeron consigo una pérdida de interés. En el nuevo panorama político que se abría en Europa, para Checoslovaquia, y a partir de 1993 para la República Checa, dejaba de ser importante mantener un pie en Uruguay. La relación, que había sobrevivido incluso a la dictadura militar, fue muriendo lentamente, describe Zourek.

Jiří Dienstbier | Foto: Jan Fišera,  Český rozhlas
“Hay que decir que, generalmente, tras la caída del comunismo en Europa del Este, en el 89, el gobierno checoslovaco y más tarde el checo y el eslovaco, disminuyeron su atención hacia el continente latinoamericano, lo que se reflejó entre otras cosas en la reducción significativa de sus contactos con Uruguay. Pero no solamente con Uruguay, con Cuba fue muy ejemplar. No se cerró solamente la embajada en Montevideo, sino también en otros países”.

Chequia cerró su embajada en Montevideo en 2009, trasladando su agenda a la delegación diplomática en Buenos Aires, mientras que Uruguay hizo lo mismo en 2013, siendo ahora su representación en Viena la encargada de llevar los asuntos checos.

Autor: Carlos Ferrer
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