La Checoslovaquia de los latinoamericanos
El joven historiador checo Michal Zourek es un amante del mundo hispano y acaba de publicar en castellano un libro que compila y analiza valiosos testimonios de escritores latinoamericanos sobre Checoslovaquia.
“Es una persona fascinante, no solo como académico. Su trabajo académico es impresionante pero también es una persona muy humana, siempre te recibe en su despacho de una manera muy amable, además prácticamente vive en el despacho y te responde en cinco minutos al mail, eso me gustó: pocos profesores en las universidades son así, me encantó la comunicación con él y sus clases, eso fue en 2006 o 2007”.
Además de inculcarle el interés por los países latinoamericanos, el profesor Opatrný le dio a su alumno un excelente consejo: ponerse a revisar algunos documentos que eran casi desconocidos y, al mismo tiempo, podían despertar mucho interés porque, como estaban en checo, poca gente los podía leer fuera de Chequia.
Siguiendo ese consejo Zourek viajó en 2008 a Chile y luego a Argentina y terminó enamorándose de América Latina. Y también de una argentina con padre chileno, madre colombiana y que, en verdad, nació en Venezuela. Y con la que actualmente vive en Brno.Uno de los últimos resultados de esos viajes es “Praga y los intelectuales latinoamericanos”, que publicó tanto en checo como en español durante su estancia entre 2016 y 2018 en Buenos Aires, gracias a una beca de posdoctorado.
El libro reúne valiosos testimonios de intelectuales y escritores latinoamericanos sobre Checoslovaquia entre 1947 a 1959, un período no tan trabajado en Praga.
“El profesor Opatrný es una persona fascinante: siempre te recibe en su despacho de una manera muy amable y te responde en cinco minutos al mail”.
“Encontré trece, catorce testimonios, y me sorprendió mucho esta cantidad de autores conocidos como Pablo Neruda, Jorge Amado, Nicolás Guillén, Gabriel García Márquez y además son textos casi desconocidos”.
A diferencia de lo que sucedería más adelante con otros escritores viajeros, se trata de intelectuales de una misma generación que tenían cierto compromiso político y también una problemática en común. Cuenta Zourek que los viajes que hicieron a Checoslovaquia y Moscú fueron invitaciones planificadas, es decir que no eran turistas comunes. Sus recorridos estaban vigilados y solían visitar los mismos lugares: la calle de alquimistas, el castillo de Praga, Malá Strana pero también otros lugares que les interesaba mostrar al Estado Checoslovaco para exhibir los éxitos de su industria en ciudades como Zlín o la amenaza del fascismo nazi en Terezín.
También, por supuesto, mostraban el castillo de Dobříš, una residencia de la Unión de escritores ubicada a 40 kilómetros al sur de Praga que Zourek define como una especie de Casa de las Américas de los años 50. Otro lugar frecuente de esas visitas era Lídice, sobre el cual el argentino Raúl González Tuñón escribió un poema.
“Ellos estaban alojados en los mismos hoteles, prácticamente tenían los mismos guías. En América Latina, en aquella época, era casi imposible tener un contacto por lo que se encontraron por primera vez en Praga, detrás de la Cortina de Hierro”.
“Ellos estaban alojados en los mismos hoteles, prácticamente tenían los mismos guías. Así que muchas veces se mencionan encuentros entre ellos: Amado menciona encuentros con Neruda y Guillén. Además destacan un hecho importante: que en América Latina, en aquella época, era casi imposible tener un contacto así, por lo que ellos se encontraron por primera vez en Praga, detrás de la Cortina de Hierro”.
Quizás con la excepción de Gabriel García Márquez, que viajó por su cuenta y mostraba una mirada un poco más crítica, a Zourek le sorprendió que, en su gran mayoría, se trata de textos parecidos, dogmáticos y muy poco críticos, que elogian el sistema comunista.
El Estado hacía esas invitaciones para exhibir teatros, bibliotecas y cines. El objetivo era que, de regreso, estos intelectuales latinoamericanos hablaran bien del comunismo en conferencias o libros.
También destaca Zourek que el comunismo ayudó a internacionalizar la obra de muchos de estos escritores porque en la Unión Soviética sus libros se publicaban en tiradas más altas que en sus países natales. De hecho, eso también era usado como instrumento propagandístico para repetir las visitas: el dinero que ganaban solo podían gastarlo en el país ya que la corona checoslovaca era una moneda inconvertible.
Zourek agrega que, de hecho, en las casas de Pablo Neruda pueden verse hoy muchas de las cosas que compró en Checoslovaquia. Al mismo tiempo destaca la importancia del archivo de Strahov, que le permitió investigar valiosas correspondencias y, sobre todo, una carta de Neruda que le llamó poderosamente la atención.
“Pero en el archivo de Strahov encontré una carta de Neruda que mandó a Jan Drda pidiendo en francés, que era la lengua franca con la que se comunicaban, un francés medio torpe, bien imperativo, por favor podés publicar este libro mío porque en Santiago hay muchos coches Škoda y yo quiero también tener uno, así que publica este libro mío en Praga y mándame este coche en barco, interesante”.
Son, justamente, ese tipo de contradicciones las que humanizan y vuelven tan interesantes estos testimonios casi desconocidos sobre Checoslovaquia de los más famosos escritores latinoamericanos.