Gregor Johann Mendel, el genio humilde
Conocido como “el padre de la genética”, Gregor Johann Mendel es uno de los científicos checos e incluso mundiales más destacados de la historia. Su camino hacia los principios de la genética, sin embargo, no fue nada fácil y el reconocimiento por este aporte le llegó mucho después de su fallecimiento.
Paseando por la ciudad de Brno, todavía se pueden contemplar carteles que muestran “Mendel 200” en recuerdo al bicentenario desde el nacimiento de uno de los habitantes de Brno más famosos de la historia, el científico y fraile agustino Johann Mendel, nacido en 1822 en la ciudad de Hynčice, en el norte de Moravia.
Mendel es conocido mundialmente debido a sus tres leyes que pusieron bases a los principios de la herencia genética y, consecuentemente, a todo este campo científico. Su camino hacia las páginas de los manuales de biología, no obstante, no fue del todo fácil.
Darse contra la pared
Como niño de grandes dotes, Mendel empezó a estudiar a los 12 años en el instituto de la ciudad de Opava, sin embargo, sus padres no tenían recursos suficientes para mantener al hijo estudiando, por lo que empezó a dar clases extra a sus compañeros menos talentosos. Incluso, una de sus hermanas le ayudó con la cuestión del dinero, dejándole su dote, según cuenta Klára Šprtová, oriunda de Brno y conocedora de la obra de Mendel.
“Se sabe que su hermana Tereza le dio parte de su dote para que él pudiera seguir estudiando. Pero no se sabe tanto que, en aquel tiempo, ella tenía 13 años, no se conoce tanto que ella fuera tan joven. Como Johann era bueno, luego se lo devolvió, siendo ya un monje agustino famoso, le dio dinero para que sus hijos pudieran estudiar también”.
En 1840, Mendel empieza sus estudios en la Universidad de Olomouc, por lo que tiene que aprender el idioma checo, siendo su lengua materna el alemán. Tres años más tarde, ingresa en el convento de los Agustinos de Brno y recibe el nombre de fraile de Gregor que, según la tradición, se antepone al nombre de pila.
Como fraile, Mendel tiene que ocuparse de visitar enfermos en el hospital cercano de Santa Ana, pero, según explica Šprtová, siendo una persona sensible, sufre mucho la experiencia, hasta físicamente, por lo que el abad del convento, František Cyril Napp, lo manda a enseñar a una escuela. Y esta decisión, posteriormente, le supone nuevas posibilidades de aprendizaje e investigación científica.
“Para que pudiera llevar las clases, ya que era muy popular tanto entre los estudiantes como entre sus compañeros, necesitaba pasar por unas pruebas en Viena para poder ser maestro, porque era solo maestro suplente. Entonces se fue a Viena a hacer las pruebas pero suspendió”.
Explica Šprtová que el fracaso, probablemente, se debía a que Mendel fuera autodidacta. En cierta forma, sin embargo, el fracaso fue responsable del éxito posterior de Mendel, puesto que el abad Napp, en este momento, decidió mandar al fraile a Viena de nuevo pero, esta vez, a estudiar durante dos años, entre 1851 y 1853. Según cuenta Šprtová, Mendel se puso a estudiarlo todo, matemáticas incluidas.
“Se encontró con Christian Doppler, otra persona importante en la historia de Mendel, que fue un matemático que le enseñaba la combinatoria y la teoría de la probabilidad. Entonces Mendel se puso muy a fondo a estudiar matemáticas, combinatoria, la teoría de la probabilidad y estadísticas, cosa que luego añadió a sus experimentos con plantas y fue el primero en hacer lo que hizo en el mundo”.
Los famosos guisantes
Gracias a la formación de Viena, Mendel aprendió a planear sus experimentos, evaluar estadísticamente los resultados y, en general, adquirió la metodología de la labor científica.
Durante nueve años, se dedicó a experimentos en los que usaba diversas variedades de guisantes, cruzaba sus semillas y seguía los cambios que se producían entre las generaciones de los mismos. Observaba siete características principales: el color de la flor (blanca o violeta), la posición de la flor (axial o terminal), el color de las semillas (verde o amarillo), la forma de las semillas (lisa o rugosa), el color de la vaina (verde o amarilla), la forma de la vaina (inflada o contraída) y el tamaño de la planta (baja o alta).
Los resultados de su investigación desembocaron en las llamadas tres Leyes de Mendel, es decir, leyes de la transmisión por herencia genética de las características de los progenitores.
Destaca Šprtová que la importancia de Mendel fue ser el primero en combinar la biología con las matemáticas. En su época, los botánicos más bien “solo” coleccionaban plantas y hacían herbarios.
“Eso es lo que aparece en todos los libros escolares, yo creo, en todos los países del mundo. De verdad, es la base de la genética. Hoy día, hay muchísimas reglas más. Luego Mendel quería criar abejas que no picaran, pero no le salió”.
“Mendel es mi héroe”
A pesar de que las leyes de Mendel fueran relativamente sencillas, los científicos las usan hasta el día de hoy para examinar la herencia. Mendel hizo sus descubrimientos antes de que la humanidad supiera de cromosomas o el ADN. Algunos científicos sostienen que la importancia de Mendel es comparable al aporte de un coetáneo suyo, el biólogo creado r de la teoría de la evolución Charles Darwin, cuya obra, dice Šprtová, Mendel conocía.
“Aquí me gustaría mencionar a Charles Darwin, que vivía en la misma época, y cabe decir que Mendel leyó su obra. Sabemos que Darwin recibió la obra de Mendel y sabemos que no la leyó porque en aquel entonces se imprimía de tal manera que si querías leerlo, tenías que romper la tapa. Encontraron la obra de Mendel intacta, entonces, se sabe que Darwin nunca la abrió”.
A uno de los científicos checos más importantes de la historia lo menciona también Paul Nurse, premio Nobel de Fisiología y Medicina, que en un vídeo dijo: “Mendel is my hero” (“Mendel es mi héroe”).
En 1868, el fraile se convierte en abad de los Agustinos de Brno y le queda poco tiempo para sus experimentos. No obstante, decide dedicarse a sus otras dos aficiones, la meteorología y la apicultura e, incluso, construye un abejar en el jardín de la abadía.
“Era una persona renacentista. Sabía de matemáticas, de botánica, de zoología. Fue meteorólogo. Muy poca gente lo sabe, pero tomaba notas, creo que dos veces al día, del tiempo y la temperatura, fue el primero en describir un tipo de tornado que pasó por aquí, por Brno, entonces también estableció los principios de esta rama”.
Gregor Johann Mendel falleció en 1884. Gracias al método de secuenciación de nueva generación, los científicos actuales comprobaron que Mendel tenía predisposición para enfermedades cardiovasculares. Junto a los problemas de riñones que tenía, estos pudieron contribuir a su muerte algo prematura a la edad de 61 años.
“En su funeral se refirieron a él como fraile, abad, un personaje muy importante en el campo de matemáticas, de la meteorología y criador de plantas y abejas, pero nadie dijo que había hecho un trabajo excepcional en el campo de la genética porque la genética todavía no existía”.
Mendel se adelantó a su época. A pesar de que los resultados de su trabajo genético los publicara mediante dos conferencias en Brno en 1865, casi 20 años antes de fallecer, esta labor no obtuvo repercusión alguna durante su vida. Su trabajo fue redescubierto en 1900 por los científicos Hugo de Vries, Carl Correns y Erich von Tschermak, que formularon las leyes de la genética y fue en desde ese momento cuando Mendel se ganó el apodo de “padre de la genética”.
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