Fernando Aramburu, el autor que volvió a aprender el español
Cuando Fernando Aramburu se fue a vivir a Alemania no imaginó que esa experiencia enriquecería su relación con el español. Ni que esa distancia desembocaría en la escritura de su más exitosa novela acerca de las consecuencias del terrorismo de ETA. En su segunda visita a la ciudad acaba de presentar la traducción al checo de “Patria” en el Instituto Cervantes de Praga.
La novela que Fernando Aramburu escribió en 2016 y significó un éxito sin precedentes en su carrera se llama “Patria”. El título sorprende por lo escueto teniendo en cuenta que el libro excede las seiscientas páginas y también porque Aramburu la escribió en Alemania, país donde lleva viviendo más de treinta años.
“El hecho de haber escrito “Patria” desde la distancia me ayudó a hacer un libro más bien abarcador en el cual la realidad sobre la que escribo estaba dentro de mí pero no me estaba salpicando continuamente. Y yo he estado bien informado, me he documentado, existe el teléfono, existe internet, existen los libros; es decir que mi distancia era de tipo geográfica pero nunca del tipo emocional. Siempre estuve de corazón en mi tierra natal bien informado y, pues, ocurrían hechos que me dolían mucho y yo sentía que me reclamaban literariamente”.Aramburu, que reside en la ciudad alemana de Hannover, vino por segunda vez a Praga para presentar la traducción al checo de “Patria”. Cuenta que en ambas oportunidades encontró lo mismo: un cielo gris uniforme, una ciudad muy invadida por turistas pero la sensación de que a Chequia le va bien. Ante un auditorio colmado estuvo hablando en el Instituto Cervantes junto a su traductor Vít Kazmar y la hispanista Anna Tkáčová.
Aunque ya tenía una importante carrera literaria, es cierto que “Patria” marcó un antes y un después en su obra. Tampoco es la primera vez que este escritor nacido en San Sebastián trabaja de manera literaria la violencia de ETA pero sí la primera vez que lo hace de forma tan exhaustiva. Quizás todo este libro que culmina con un significativo gesto de concicilación muestre el pasaje de un silencio temeroso que no logra poner en palabras el dolor a ese otro silencio que irrumpe cuando un abrazo lo colma todo.“La interpretación del paso de un silencio a otro me parece legítima, de hecho yo insistí en que no se puede calificar al silencio social como si fuera solamente uno, hay distintos silencios. El silencio de los cómplices, pero hay silencios también que proceden del trauma o del miedo. Por otro lado, yo procedo de una sociedad en la que los varones particularmente somos bien parcos de palabras”.
Aramburu explica que pudo convertir esa carencia verbal con la que se crió en material literario gracias a la palabra escrita que, según su opinión, se consuma en la soledad del escritorio y libre de testigos. Eso hace que sea más fácil superar timideces y limitaciones expresivas. Sin embargo podría pensarse que el éxito actual que lo pasea por varias ciudades del mundo para dar presentaciones, entrevistas y conferencias lo aleja de esa soledad que requiere la literatura y con la que él se siente tan cómodo. ¿Puede, en ese sentido, el éxito tan deseado significar también una amenaza?
“Creo que es muy importante la edad. Yo he cumplido 60 años en el 2019, entonces vamos a decir que estos fuegos artificiales desde el éxito, los aplausos y los premios ya me llegan a una edad que estoy en condiciones de tomármelos con calma, esto ayuda bastante. De todos modos confieso que he vivido desde joven esta desgarradura interna del escritor que, por un lado, se retira a escribir pero, por otro lado, quiere ser leído; es decir que, para estar con los demás y decirles cosas lo más profundas y bellas posibles, el escritor se retira de sus propios lectores, oyentes, de sus destinatarios. Esta paradoja la he llevado siempre conmigo y ha sido fuente de creatividad en ocasiones para mí”.Enseguida agradece que “Patria” le dio lo que no había tenido hasta entonces: lectores en muchas partes del mundo y una independencia económica que le permite ejercer la literatura con plena libertad. Un sueño cumplido. También confiesa que existen aspectos negativos: opinar en forma superficial de todo o volverse demasiado atractivo para los políticos. Aramburu advierte que un escritor debe estar todo el tiempo alerta para no poner su creatividad al servicio de los grupos de poder.
Explica con satisfacción que la violencia ha desaparecido de la vida social del país vasco y ahora mismo se está rehaciendo el pacto social que consiste en que personas de distintas ideologías logren vivir juntas. Sin embargo, vuelve a reflexionar sobre lo que significó para él tomar conocimiento de todos esos cambios en otro lugar del mundo.
“Ahora bien para promocionarme hice lo peor: marcharme de mi ámbito de acción cultural. No me exilié, me enamoré de una alemana con la que todavía vivo. Pero, a la larga, esto fue muy positivo para mí. Al principio tenía cierto temor de perder mi idioma o de que se me oxidase. Tenía esa psicosis pero fue muy positivo para mí como he sabido después porque encendió una alarma lingüística en mi cabeza. Hice un esfuerzo suplementario por engancharme a mi idioma pensando que lo tenía en peligro, entonces me dediqué a reaprender mi idioma con fines literarios, al mismo tiempo que aprendía alemán”.Enseguida recuerda que, en cierta ocasión, fue con su mujer al teatro y solo entendió una palabra. Luego volvió a España de vacaciones y, de repente, no conocía a los ministros ni entendía los nuevos chistes y empezaba a desconocer a los cantantes. Es decir, se estaba desvinculando de esa realidad sobre la que luego escribiría tanto. Ahí fue que trató de reaprender su propio idioma mientras intentaba dar sus primeros pasos en el alemán. Convertir el español en el mejor aliado posible a la hora de escribir, trabajarlo creativamente y en absoluta soledad lingüística, objetivarlo, ponerlo fuera de sí mismo para crear una obra literaria de densidad.
Aramburu revela que, a veces, en sus libros juega a traducir directamente expresiones de la lengua alemana, como por ejemplo “cerrar los nervios”, una traducción literal de “sacar de quicio” que, por proximidad, cualquier hablante hispanoamericano entiende.“Lo digo para mostrar la enorme ventaja que se tiene cuando uno está en contacto con otros idiomas. Y alguna vez lo he dicho de broma pero creo que va en serio, que para dominar el propio idioma uno debería aprender otros”.
Aramburu considera que todo eso no lo habría logrado de haberse quedado en España y, en ese sentido, le agradece mucho al alemán, un idioma que, en su opinión, lleva dos o tres vidas aprender a manejarlo bien si se lo aprende de adulto. Esa es otra de las paradojas en la carrera de este escritor vasco que se consagró con un libro llamado “Patria”, escrito muy lejos de casa.