“El vidrio me trajo a la República Checa”
La escultora mexicana Rebeca Huerta Viga, especialista en vidrio, vivió cuatro años en Železný Brod, un pequeño pueblo al norte de Praga. Ahora se acaba de mudar a la capital checa, en busca de toda la inspiración y vida cultural que añoraba y que en esta capital bohemia y cosmopolita puede encontrar.
Tras las disculpas de rigor, comenta por qué decidió dejar atrás su vida pueblerina, en Železný Brod, para dar el salto a la capital.
“Cuando ya me aburrí del bosque, ya me aburrí del bosque y no hay mucho más que hacer. Y es un pueblo que lamentablemente ha perdido mucho de su encanto, porque teniendo un perfil industrial, cerraron la principal fábrica, que daba trabajo a todo el pueblo, hace como un año y medio. Entonces la gente tiene un ritmo de vida triste, toman mucho, fuman mucho, hay poco desarrollo cultural. Y esto a mí me hace mucha mella, porque necesito, siendo extranjera, y el ímpetu artístico que tengo, necesito estímulos culturales. Y en ese sentido aquí en Praga estoy contenta porque voy mucho al cine, platico con la gente y hablo de muchas cosas, lo que allá no podía hacer”.
No deja de ser extraño ser la única latinoamericana en una población de alrededor de seis mil habitantes, comenta en seguida.“Era la única mexicana, sí. Pasé por muchas etapas. Al principio me divertí mucho con los estudiantes, íbamos mucho al campo, después fui mucho de fiesta… Pero integrarme, nunca pude hacerlo del todo. Sí tengo buenos amigos, pero nunca me pude integrar y fue parte de por qué decidí mudarme a Praga, porque yo quiero continuar con la carrera del vidrio, con todo lo que he empezado, pero necesito nutrirme de cosas diversas, y la vida en el pueblo en ese sentido era muy difícil, porque los estímulos eran muy pocos”.
Železný Brod fue una época feliz en su vida, de mucho trabajo, pero de pronto se dio cuenta que necesitaba imperiosamente un cambio.“Fue una época de mucha introspección para mí, mucha introspección. Escribí muchos cuentos, hice muchos bocetos, pero las esculturas también empezaban a ser ya… Las composiciones en lugar de ser expansivas estaban contrayéndose, y eso empezó a asustarme. Las esculturas son el reflejo de mis estados emocionales, y cuando vi que las composiciones iban todas para adentro y ninguna era expansiva, me dije: santo cielo, qué me está pasando”.
Pero, ¿cómo fue que llegó de su Mérida natal a Železný Brod, un pueblito perdido en Bohemia del Norte?“Cuando terminé la escuela en México me dieron una beca para estudiar en EE.UU. Allí estudié vidrio nada más 20 días intensivos. Hice unas esculturas de vidrio y cuando terminé ahí, las personas que me dieron la beca me dijeron que debería seguir estudiando vidrio. Yo les pregunté que en dónde y ellos me dieron el contacto de una señora aquí en la República Checa que ha trabajado con vidrio, le escribí y ella me dijo ven. Vine y entré a una escuela en Železní Brod a estudiar vidrio cortado y así sucesivamente”.
Lo que le ayudó mucho fue que antes de venir ya había empezado a estudiar el idioma.
“Yo sí hablaba checo antes de venir. En 1997 estudié checo seis meses porque quería estudiar arte en Praga. Una amiga checa, lingüista me enseñó checo durante seis meses nada más en Mérida, entonces yo ya sabía las bases de la gramática, conjugación, pronombres personales, eso. Fue un poco difícil, pero la comunicación mímica, gestual, es buena, ayuda mucho”.La escuela donde estudió en Železný Brod es una de las mejores en el mundo en vidrio, afirma.
“Es una preparatoria, de hecho es la mejor preparatoria de vidrio del mundo, porque tiene los mejores talleres. Tienen siete talleres para siete técnicas de vidrio: vidrio soplado, vidrio cortado, vidrio pintado, vidrio prensado en moldes de hierro, que es para la producción industrial de vidrio, y otras técnicas. Es una escuela que abrió en 1920”.
Antes de venir, aunque había estudiado arte, nunca había creído que podía dedicarse el resto de su vida a esculpir y darle forma al vidrio.“Sí, eso lo vine a aprender aquí. En México yo no había tenido la oportunidad de trabajar en vidrio, solo en ese curso de verano en EE.UU. Pero las máquinas son muy diferentes y de verdad las técnicas de la República Checa son las más especializadas, sobre todo para vidrio cortado, y la maquinaria es una delicia, es muy bonito trabajar con esas máquinas”.
Y confiesa que a la hora de crear se deja llevar, cree en la inspiración y en la vida del vidrio, que respira por su propia cuenta.
“Soy muy libre al hacer las esculturas. La intuición de la forma la dejo en el barro. Las pocas teorías que he estructurado sobre la escultura giran en torno a la gravedad. Hice un estudio de composición, cuando terminé la escuela en México, que es sobre la fuerza preponderante que hay en la Tierra, que es la gravedad. De acuerdo a eso giran incluso los planetas. Entonces, la fuerza del hombre es caminar en contra de la gravedad, es erguirse. Los árboles, por ejemplo, tienen dos tipos de fuerza: la que va en pro de la gravedad, que son las raíces, y la que va en contra de la gravedad, entonces se complementan”.Rebeca Huerta profundiza en su teoría de la composición.
“Las esculturas son como los humanos, solo crecen para un lado. Y todo el estudio de composición que hice es referente a cómo el ser humano se siente, erguido sobre la tierra, y cómo las esculturas son símbolos que hacen referencia a esa sensación. Por ejemplo, los obeliscos, que son esculturas verticales muy altas, simbolizan esa necesidad de llegar más alto al cielo. Es asumir la potestad de la Tierra, aquí está la escultura, aquí estoy yo como humanidad y voy hacia el cielo. Ese es el principio de la composición y después empiezas a jugar con todo el tipo de simbologías posibles”.Rebeca Huerta ha participado en muchas exposiciones, tanto individuales como colectivas, en República Checa, Alemania, EE.UU. y su México querido, y algunas de sus obras pueden verse en la actualidad en Železný Brod. Como está recién instalada en Praga, dice que empezará a pensar en exponer de aquí a un año. Y que nos avisará.