El último rey checo fue coronado hace 180 años

Fernando I de Austria

El 7 de septiembre se cumplieron 180 aňos de la coronación del último rey checo, Fernando I de Austria. Los festejos en la capital checa se convirtieron en la fiesta del siglo. El gobierno de uno de los reyes checos más populares será el tema de la nueva edición del espacio 'Legados del Pasado, Testimonios del Presente'.

Fernando I de Austria
Los ataques epilépticos y los defectos congénitos que sufría Fernando I de Austria, nacido en 1793, despertaban en la corte preocupaciones y desconfianza en su capacidad de gobernar el Imperio Austrohúngaro, bajo cuyo dominio se encontraban las Tierras Checas.

A pesar de algunas crónicas que escribían sobre su capacidad mental deficiente, el príncipe austrohúngaro no era de mente simple; hablaba cinco idiomas, tenía un gran talento musical y seguía las tendencias tecnológicas.

En contraste con las expectativas, Fernando I de Austria subió en 1835 al trono austrohúngaro y un aňo después recibió la corona de Bohemia.

El nuevo rey fue recibido por la ciudadanía con afecto, ya que muchos admiraban a su padre por la derrota de Napoleón y esperaron que su hijo siguiera sus huellas en cuanto a la protección de una Europa pacífica. Además, los nacionalistas que anhelaban la autonomía de las Tierras Checas entendieron la coronación del rey checo como un paso hacia la libertad.

Praga se vistió de fiesta

Coronación de Fernando I de Austria en la Catedral de San Vito
La coronación en la capital checa se convirtió en el festejo del siglo, según seňaló para la Radiodifusión Checa el historiador, Jaroslav Sojka.

“El emperador austrohúngaro José II no quiso ser coronado como rey de Bohemia y Francisco II realizó la coronación de una forma económica, así que en Praga se anhelaban unos festejos con mucho esplendor. Se trató de una de las celebraciones más bonitas de los últimos cien aňos desde la canonización de Juan de Nepomuceno”.

El futuro rey checo llegó a Praga con su esposa, la princesa de Cerdeňa, María Ana de Saboya. La ceremonia de coronación comenzó en la Capilla de San Venceslao en la Catedral de San Vito, donde Fernando I de Austria recibió la túnica y las joyas de coronación.

La capital checa se vistió de fiesta con comida gratuita para todos los ciudadanos y decenas de eventos de acompaňamiento. Jaroslav Sojka describe el ambiente en Praga.

“La Plaza de la Ciudad Vieja estuvo iluminada con luces especiales, varios monumentos capitalinos albergaban exhibiciones de todo tipo de artefactos, como, por ejemplo, la famosa Exposición Industrial. Muy famosos se hicieron los festejos cerca del edificio de Invalidovna, a donde acudieron miles de personas. Además, centenares de parejas contrajeron allí matrimonio con motivo de la coronación”.

No obstante, el rey no tuvo gran influencia en el Imperio Austrohúngaro. El poder quedó en las manos de su tío, el archiduque Luis de Austria, el primer ministro del Imperio Austrohúngaro, el conde Klemens von Metternich y el conde checo, Francisco Antonio de Kolowrat.

Un rey bondadoso

Fernando I de Austria
A pesar de ello, el último rey checo se convirtió en un gobernante popular. Por su gentiliza hacia sus súbditos se ganó el sobrenombre de Bondadoso. Ayudaba a los pobres, nunca firmó una pena de muerte, y los conflictos los solucionaba de una forma pacífica, respetando la fe y la honra, apunta Jaroslav Sojka.

“Fue uno de esos gobernantes que actuaba de forma justa ante cualquier situación. Aunque se encontraba bajo presión, mantenía la cabeza fría. Nunca cometió un error histórico”.

El Rey se vio asimismo abierto a los avances tecnológicos. Durante su reinado fue puesto en marcha el recorrido del primer vehículo a vapor entre Praga y Olomouc, y comenzó la construcción del ferrocarril que unía la capital checa con la ciudad alemana de Dresde.

Fernando I de Austria se mantuvo en el trono hasta 1848. En primavera estalló en Viena una revolución ciudadana contra el rígido absolutismo del conde Metternich. El emperador se vio obligado a destituirle, pero los disturbios continuaron, extendiéndose a otras ciudades del Imperio Austrohúngaro.

Una abdicación bajo presión

El archiduque Carlos y su esposa Zita  (1911)
Fernando I de Austria huyó ante las revueltas de Viena a la ciudad checa de Olomouc, donde sufrió la presión de la corte austríaca, que solicitaba a un emperador más fuerte, capaz de reprimir las sublevaciones. Por tanto, abdicó en favor de su sobrino Francisco José II y desde entonces se apartó de todos los asuntos políticos.

El último rey checo pasó el resto de su vida entre el Castillo de Praga y los palacios de Ploskovice y Zákupy, situados en Bohemia del Norte. Fue la última vez que el Castillo de Praga sirvió como residencia de uno de los Habsburgo.

Pese a los pronósticos pesimistas de los médicos, el aristócrata llegó a vivir hasta los 82 aňos de edad, prosigue Sojka.

“Al principio no quería instalarse en Praga, ya que planeaba vivir en la ciudad austríaca de Innsbruck. No obstante, tomó mucho cariňo a estas tierras, que se convirtieron en su nueva patria, y al Castillo de Praga, que fue desde entonces su casa”.

El Castillo de Praga guarda hasta la actualidad una serie de objetos religiosos relacionados con Fernando I que decoraban la capilla y la Catedral de San Vito.

El último rey checo se ganó las simpatías de los praguenses, que lo encontraban a menudo en la Avenida Nacional (Národní třída), donde repartía dulces a los niňos y limosnas a los pobres. Hasta el fin de su vida, Fernando I de Austria hizo importantes donaciones a la caridad. Falleció el 29 de julio de 1875.

Desde entonces, las Tierras Checas no han vivido otra coronación. El sucesor de Fernando I de Austria nunca encontró una oportunidad políticamente adecuada para subir oficialmente al trono checo y el último emperador del Imperio Austrohúngaro, Carlos I, cumplió solamente con el deseo de los húngaros; siendo coronado en 1916. Eso ocurrió dos aňos antes de la desintegración de su imperio y del surgimiento de la Primera República Checoslovaca.