El último barco checo será desmantelado tras décadas de historia en altamar
El Třinec, último navío de la marina mercante checa, será desmantelado luego de haber servido durante décadas. Una iniciativa busca resguardar, al menos, partes del barco para conservar la memoria marítima del país.
El hecho de no tener salida al mar no le ha impedido a la República Checa contar con una sorprendente historia naval. Durante el siglo XX, la marina mercante checoslovaca fue la segunda más grande del mundo entre los países sin acceso al océano, solo por detrás de Suiza. Sin embargo, la presencia checa en los mares está a punto de disolverse. El Třinec, el último vestigio de la flota con una bandera checa en su mástil, se prepara para su desmantelamiento definitivo.
Con 199,1 metros de eslora y 24,5 metros de manga, el Třinec fue una de las embarcaciones más avanzadas de su tiempo. Su excomandante, Štefan Havlík, recordó la modernidad del navío en entrevista con la Radio Checa.
“Esto fue hace mucho tiempo, treinta años ya, pero tengo excelentes recuerdos. Viví cosas realmente maravillosas allí. Era un barco de excelente calidad, con muchos avances tecnológicos para la época. Se podía controlar desde la cubierta y, en particular, sus hélices se podían manejar automáticamente, sin necesidad de que intervinieran maquinistas”.
Desde su creación en 1959, la Compañía de Navegación Marítima Checoslovaca operó 44 barcos y empleó a miles de marinos. Sin embargo, la disolución de Checoslovaquia y los cambios en la economía global llevaron a la venta progresiva de toda la flota. El Třinec dejó de operar bajo pabellón checo en 1998 y pasó a manos de una compañía neerlandesa, que lo utilizó como almacén flotante en el puerto de Rotterdam. Ahora, con la construcción de nuevas instalaciones en tierra, el barco ha quedado obsoleto y será enviado a desguace.
Pescando recuerdos
Sin embargo, el Museo Marítimo de Veletov, en Bohemia Central, se ha propuesto conservar partes del barco para mantener viva la memoria de la marina checoslovaca. Su intención es catalogarlo como monumento técnico cultural nacional, pero, en caso de no lograr este objetivo, las autoridades del museo al menos buscarán rescatar algunos elementos del navío, como muebles, uniformes y utensilios de cocina, que permanecen intactos desde que el barco dejó de operar. La ciudad de Třinec, a su vez, también ha mostrado interés en recuperar piezas simbólicas, como el ancla del barco.
Aunque la realidad actual sea tan distinta, el excapitán de la nave asegura que Checoslovaquia supo ser líder en innovaciones en el sector y el Třinec fue un ejemplo de ello.
“La Compañía Naviera Checoslovaca se caracterizaba por seguir siempre los avances técnicos y estar excepcionalmente actualizada en las nuevas tecnologías de la época. El Třinec realmente era un barco excelente. Era utilizado para el transporte de, por ejemplo, carbón y otros tipos de materiales a granel. En cuanto a la carga, puede parecer sorprendente, pero hemos sido capaces de cargar toneladas de material de la noche a la mañana. Para la descarga, todo dependía mucho del puerto donde atracáramos. Dependiendo del nivel tecnológico de éste, las tareas podían tardar hasta dos semanas”.
Pero, a pesar de su geografía, no es del todo cierto que Chequia no tiene salida a las vías marítimas. Desde 1929, el país dispone de un acceso estratégico al mar gracias a concesiones portuarias en Hamburgo, otorgadas por el Tratado de Versalles. Aunque estas infraestructuras han sido poco utilizadas en las últimas décadas, recientes acuerdos entre Praga y Berlín podrían revitalizar su uso. En este sentido, la guerra en Ucrania y la necesidad de asegurar rutas de transporte energético han acelerado decisiones sobre el futuro de estos acuerdos, aunque la flota checa, por el momento, haya zarpado a su último destino en la proa del legendario Třinec.
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