El mercado de pulgas de U Elektry, el gran bazar de Praga
Cada fin de semana, en un amplio predio de Praga 9, se reúne una multitud de vendedores para ofrecer artículos electrónicos, ropa, comida, libros, cuadros, productos de limpieza, joyas y prácticamente todo lo que alguien se pueda llegar a imaginar. En esta entrevista, su director, Roman Cileček, nos cuenta por qué la de U Elektry es una de las ferias más grandes y especiales del mundo, al mismo tiempo que recomienda a los turistas no dejar de visitarla.
Existe una especie de secreto a voces que algunos praguenses revelan a su más selecto grupo de amigos extranjeros a la hora de llevarse un recuerdo de la capital checa: además de evitar esos típicos souvenirs de dudosa procedencia que proliferan en el casco histórico, la recomendación es animarse a conocer un sitio que supone la visita a una Praga más recóndita y, al mismo tiempo, un paseo por la historia checa y, por qué no, por el pasado de Europa Central. Su director es Roman Cileček, una de esas personas que parecen dedicarle al trabajo cada segundo de su tiempo.
“Toda la vida fui vendedor, mi mamá tenía un negocio y a los seis años además de ir a la escuela la ayudaba al desembalar artículos y guardarlos en las estanterías. Después trabajé en el predio Černá louka de Ostrava, luego hice la mili en Praga y también vendí en ferias de Sparta y, sobre todo, Smíchov. Y como ni siquiera se me pasaba por la cabeza quedarme en casa los fines de semana, acordamos crear, con un amigo, nuestra propia feria en Libuš”.
En veinte años de actividad, el mercado de pulgas de Cileček fue pasando por distintos sitios: el actual está ubicado en U Elektry, un predio de Praga 9 que se encuentra relativamente cerca del estadio O2 Arena. Pero más allá de su historia personal, este experimentado vendedor entiende que la de las ferias o mercados de pulgas es una actividad muy antigua que tiene mucho que ver con la identidad checa.
“Siempre existió algún tipo de feria de pulgas, bazar o algo por el estilo. No es como en algunos países del extranjero donde la gente intenta vender todo en el garaje de su casa. Aquí en República Checa creo que hay una especie de gusto muy fuerte por estas ferias, así que cuando se deja de usar algo se suele ir a algún lugar a venderlo”.
Cuenta Cileček que, en la actualidad, el mercado de pulgas de U Elektry ofrece un cincuenta por ciento de cosas viejas y otro cincuenta por ciento de productos nuevos y, a la vez, hay varios puestos que venden ambos tipos de mercadería. Lo interesante es que, gracias a esos productos nuevos, los vendedores logran deshacerse también de cosas viejas. Por ejemplo, tras vender reproductores DVD, algunos puestos ofrecen también películas que ya no quieren tener en casa. Cileček explica que algunos artículos nuevos provienen de países como Alemania y Polonia: de hecho, afirma que ciertas marcas internacionales de jabón en polvo pueden conseguirse en esta feria a un precio muy económico. Y esa es solo una de las características que hacen de este mercado de pulgas algo fuera de serie.
“La diferencia es que esto es, principalmente, un mercado de pulgas que ofrece muchos productos usados, mientras que en las otras ferias solo vas a ver cosas nuevas. Quizás algunos puestos de Náplavka venden productos usados, pero son muy pocos. Por otra parte, intentaron varias veces hacer algo parecido en otros predios de Praga. Yo, por ejemplo, si acuerdo con uno de mis vendedores un espacio de cinco metros, luego no le doy ni un metro más, no hago ninguna excepción. Trato de dirigir con firmeza porque si les das la mano se toman del codo”.
Cileček asegura que su mercado de pulgas, que abre todos los sábados y domingos y cobra una entrada simbólica de un euro, es probablemente el más grande de Europa. El predio empieza a dar la bienvenida a sus vendedores a las cuatro de la madrugada. Por un lado, porque la dimensión de algunos puestos requiere varias horas de armado y, por el otro, para no entorpecer el tráfico con sus automóviles. Los vendedores deben dejar el predio, a más tardar, a las tres de la tarde. En cuanto a la mercadería, Cileček afirma que los visitantes pueden encontrar en el mercado de pulgas casi todo lo que buscan e incluso algo más. Y aunque enumera algunos productos, la lista parece casi interminable.
“Válvulas de bicicletas, cuadros, autos y hasta locomotoras porque, en nuestro primer predio en Kolbenka había una locomotora parada en la entrada del lugar, y bromeábamos con que estaba a la venta. También se venden alimentos al límite de la fecha de expiración, ropa y arte. Lo que no se puede vender, por ejemplo, es oro”.
Eso se debe a que hay un mercado especializado en ese metal precioso, pero tampoco se pueden vender animales, armas ni alcohol. Es decir que es posible encontrar en este mercado un poco de todo: desde libros inconseguibles sobre la ciudad de Praga hasta un diccionario esperanto-checo, figuritas y productos lácteos, platos, cuchillos, máquinas de coser, computadoras, estatuas y mercería. Cileček explica que los productos más vendidos son alimentos de bajo costo, indumentaria deportiva y neumáticos. Por supuesto, teniendo en cuenta las dimensiones del predio y la cantidad de personas que asisten cada fin de semana, las anécdotas e historias son innumerables, aunque Cileček recuerda siempre una que, en su momento, lo dejó muy impactado.
“Había un vendedor que tenía familia en Inglaterra, pero luego murieron y como herencia recibió varios vinilos de todos los colores: azules, rojos, incluso transparentes. Yo, que llevaba años trabajando en esto, nunca había visto algo así. De repente, viene un señor a comprar algunos de esos discos y al otro día apareció la televisión británica para hacer una nota porque allí se habían vendido vinilos muy raros y únicos de los Beatles. El vendedor ganó tanto dinero que nunca más volví a verlo. Pero también pasa que alguno de nuestros vendedores llega con un cuadro que compró en cualquier lado por dos euros y, en el mercado, quizás algún conocedor lo ve y le ofrece doscientos euros”.
Cileček recuerda que, en su momento, también estuvo en venta en la feria un gramófono de 1500 euros. Y cada fin de semana pueden verse cuadros muy costosos, antigüedades y arañas, aunque también reconoce que los vendedores suelen evitar esos productos porque, en un descuido, alguien los puede pisar o romper. Aclara que para vender cosas viejas no existe ningún tipo de requisito legal; pero, por el contrario, para comercializar mercadería nueva los puestos deben tener un aparato que informa de todas las operaciones al Ministerio de Finanzas mediante conexión por wifi. Y aunque la mayoría de los compradores son checos, Cileček también recomienda su mercado de pulgas a los turistas y eventuales visitantes de Praga.
“Yo recomendaría a los turistas venir por varios motivos: también estuve en el extranjero y sé que en los mercados de Túnez o Bangkok se vende mercadería nueva, pero en este mercado de pulgas hay productos usados como cuchillos o gramófonos con mucha historia. En cualquier bazar del mundo puedes comprar un gramófono a 200 o 400 euros, pero aquí pueden encontrarse algunos regalados porque quizás les falta un accesorio que cualquier persona con cierta destreza puede reparar. Aquí hay productos muy bonitos, con mucha historia. A los turistas les digo que una maqueta de la torre Eiffel se puede conseguir en cualquier lugar de Francia, pero aquí puedes encontrar porcelana tradicional, artesanía antigua o cabezas de ciervo para colgar en la pared, ese tipo de objetos solo se encuentran en nuestra feria”.
De hecho, Cileček revela que muchas veces los extranjeros que llegan al mercado de pulgas suelen sacarse fotos con algunos productos exóticos, como si estuvieran frente al Reloj Astronómico o en pleno Puente de Carlos. Aunque, por supuesto, habrá quienes prefieran hacer sus compras en sitios más convencionales, un buen recorrido en el mercado de pulgas de U Elektry puede deparar a los visitantes, con un poco de suerte, verdaderos tesoros de la cultura checa. Una serie de objetos tan únicos como inesperados, casi lo opuesto a esos souvenirs cuyas inscripciones de Praga en grandes tipografías suelen esconder su falta de autenticidad.