Miloš Gavrilović: “Praga es, probablemente, la ciudad más hermosa del mundo”
Inspirado en un antiguo local de chatarras de Praga, Bric-à-Brac lleva más de treinta años vendiendo todo tipo de antigüedades en dos negocios de la hermosa calle Týnská. En diálogo con Radio Praga Internacional, su dueño Miloš Gavrilović nos cuenta su historia y cómo logró crear una de las tiendas más auténticas y longevas de la ciudad.
Repartida en dos locales muy cercanos de la hermosa calle Týnská, Bric-à-Brac es probablemente la tienda que más le hace justicia a la atmósfera mítica de la ciudad vieja de Praga: un caos irresistible de marionetas, pinturas, relojes, inscripciones de calles, banderines, fotos en blanco y negro y todo tipo de curiosas antigüedades que contrastan con los típicos productos en serie que suelen vender los negocios de suvenires. Su dueño se llama Miloš Gavrilović y, aunque es un experto y un verdadero enamorado de la capital checa, nació en la ciudad de Belgrado.
“El negocio lo abrimos con mi esposa un par de años después de venir de Yugoslavia en 1991. Llegamos y empecé a encontrar muchas cosas antiguas que me gustaban y que no solía haber en la, por ese entonces, Yugoslavia, que es una sociedad que está acostumbrada a tirar mucho, no como los checos que suelen guardar todo”.
“Empecé a exponer las cosas que había coleccionado durante dos años solo para entretener a los hombres que entraban al negocio de mi mujer”.
La idea era imitar un poco el espíritu checo y volver al país con todas esas antigüedades que venía de adquirir en Praga. Sin embargo, en el medio se interpuso nada menos que la Guerra de los Balcanes, Yugoslavia se dividió en varios países y ellos tomaron la decisión de quedarse en la capital checa. Lo bueno es que nunca les faltó trabajo porque a su esposa se le ocurrió empezar a vender ropa para mujer que ella misma había aprendido a realizar durante una estadía en Londres. Su primer negocio quedaba también muy cerca de los dos que tiene en la actualidad y estuvo abierto muchos años.
“Al poco tiempo me di cuenta de que, cuando venían las parejas, los hombres se aburrían a los diez minutos, entonces empecé a exponer las cosas que había coleccionado durante dos años solo para entretenerlos mientras les vendíamos los productos de Sonja, que es mi mujer. Oh, mi mujer...”.
Gavrilović no oculta el orgullo que siente por su mujer y agrega que, además de ser una diseñadora muy talentosa, a ella se le ocurrieron las decisiones más importantes que fueron tomando a lo largo de los años. Lo cierto es que, a medida que el negocio crecía, varios clientes empezaron a preguntar cuánto costaban algunas de las antigüedades, pero él se negaba rotundamente a venderlas. Al menos hasta un no muy buen día del año 1993, cuando, al llegar al negocio, descubrieron que unos ladrones se habían robado su colección.
“Entonces me dije a mí mismo que podría haber vendido esas cosas muchas veces y ahora tampoco podía disfrutarlas yo, y eso fue lo que me llevó a tomar la decisión de seguir coleccionado antigüedades pero, a partir de ese momento, con el propósito de venderlas. Al principio, fueron unas pocas cosas, pero después empecé a comprar tanto que llené el negocio que teníamos y mi esposa decidió alquilar este que tengo ahora”.
Afirma Gavrilović que, a la hora de crear su propio local, tomó como inspiración el antiguo negocio de chatarras del señor Eduard Čapek, uno de los pocos emprendimientos privados que existían durante la época del comunismo y que, además de ofrecer absolutamente de todo, quedaba también en la calle Týnská, en lo que hoy es el Hotel del Elefante Negro. Al respecto dice Gavrilovič que, antes de instalarse en su nuevo hogar, había visitado Praga una semana en 1980, pero las primeras impresiones no fueron muy buenas porque, por ese entonces, se trataba de una ciudad bastante deprimente.
“Hoy Praga es una ciudad hermosa, es muy probable que se trate de la ciudad más hermosa del mundo teniendo en cuenta la arquitectura y la vida cultural, que todavía sigue siendo importante porque tiene alrededor de treinta teatros en funcionamiento, y aquí la gente sigue yendo a los teatros, además de los cines, las librerías y un excelente servicio de transporte público, tan accesible como puntual, es una ciudad limpia, segura… ¿Qué más se puede pedir?”
Agrega Gavrilović que cada vez que con su mujer se van de vacaciones y vuelven a Praga no dejan de agradecer estar viviendo en un lugar así. De hecho, le interesa mucho la historia de la ciudad y cuenta que hace poco se enteró de que la Casa del Anillo Dorado que queda justo enfrente de su negocio se llama así porque, antiguamente, había en ese sitio un burdel y, por lo tanto, los hombres casados debían sacarse el anillo antes de entrar.
En cuanto a la impresionante cantidad de cosas que ofrece en su negocio cuenta Gavrilović que las fue comprando en mercados de pulgas como el de U Elektry.
“Tengo más de 150 floreros de vidrio, alrededor de 200 vasos de cristal, la misma cantidad de cuadros, 50 candelabros, 10 o 15 relojes para cocina, después también marionetas, una de las grandes tradiciones checas, cajas enteras de granate checo y pósters antiguos, artículos deportivos como guantes de boxeador, pelotas de futbol, raquetas de tenis y juguetes”.
“A un amigo le compré un candelabro que tenía olvidado y desarmado en el sótano de su casa, era como un rompecabezas que me llevó como dos días armar”.
Gavrilovič es consciente de que su local es una especie de oasis en una época en que, en el centro de Praga, se acumulan negocios que venden productos recién hechos y casi calcados. Él, en cambio, asegura que las cosas más nuevas que tiene son de la década del sesenta, uno de los períodos más relevantes del diseño checo, lo cual empezó a verse en la Exposición Internacional de Bruselas de 1958. Y si bien reconoce que la mayoría de sus clientes son turistas, sobre todo de Estados Unidos, cuenta que, a veces, también le compran cosas los checos, aunque suelen gastar menos. Y a pesar de que hace ya un par de décadas que se dedica a la venta de antigüedades, dice que todavía le cuesta deshacerse de algunos productos que sabe que no va a volver a encontrar nunca más.
“Me gusta mucho ese gran candelabro de bronce que cuelga del techo con un diseño de delfines y flautistas, tiene doce brazos y veinticuatro luces, pero también porque se lo compré a un amigo que lo tenía totalmente olvidado y desarmado en el sótano de su casa, era como un rompecabezas que me llevó como dos días armar porque tampoco sabía cómo era exactamente y es una de las cosas que, durante mucho tiempo, pensé en poner en mi propia casa cuando tuviera una”.
Aunque con su mujer sí lograron comprarse una casa, no tardaron en darse cuenta de que ese candelabro de bronce, además de ser muy pesado, no cabía en ningún ambiente. De todos modos, aún hay dos cosas en su negocio que asegura que, por el momento, no vendería. La primera es una guzla, instrumento musical de origen serbio de una cuerda que, en este caso, lleva grabada la imagen de Gavrilo Princip. La segunda la encontró hace unos diez años y es la que considera su más valiosa joya: un pequeño diario de un conscripto checo que logró sobrevivir a la Gran Guerra. Con una primera entrada fechada el 27 de julio de 1914, se trata de un completo registro de la Primera Guerra Mundial: batallas, enfermedades y traumas pero también varias menciones al valor de la amistad y una curiosa frase en la que expresa la alegría de volver a tomar café luego de tres largos años.