El mercado de Pascua de Praga incorporó sabores ucranianos
Por primera vez, en el tradicional mercado de la Plaza de la Ciudad Vieja uno de los puestos vendió exclusivamente vareniki y borsch, entre otras exquisiteces ucranianas.
Tal vez porque, debido a la pandemia, los mercaditos últimamente habían cerrado, en esta Semana Santa tanto locales como turistas los disfrutaron el doble. Pero además, el mercado de Pascua en la Plaza de la Ciudad Vieja contó con un hecho inédito: entre las artesanías típicas de Pascua, los jamones de Praga y las tradicionales salchichas checas, este año hubo también un puesto que, tal como nos contó Halyna Dmytryuk, llamó mucho la atención.
“Es la primera vez que trabajamos en la feria de la Plaza de la Ciudad Vieja con un puesto de comida ucraniana”.
Dmytryuk cuenta que disfrutó mucho esta oportunidad porque le permitió ver y conocer mucha gente y, sobre todo, le gustó la atmósfera festiva de Semana Santa. Pero lo más importante es que fue una forma de apoyar a sus compatriotas ucranianos en este momento tan complicado que están padeciendo en forma directa muchos de sus familiares.
“También tiene que ver con la guerra porque destinamos una parte del dinero recaudado para Ucrania, por supuesto”.
El mercado de Pascua de la Plaza de la Ciudad Vieja se inauguró el 2 de abril, abriendo todos los días desde las diez de la mañana hasta las diez de la noche, por lo menos hasta este miércoles 20. Si bien se trata de un trabajo exigente, Dmytryuk considera que lo sería aún más si hiciera frío, aunque sí reconoce que los días más complicados son los que hay algún partido de fútbol porque llegan a la Plaza muchos fanáticos que toman cerveza y se ponen a cantar a un volumen demasiado alto. De todos modos, Dmytryuk vive hace tanto tiempo en Praga que ya conoce casi todos sus secretos.
“Vivo en República Checa desde el año 2001, vine el 11 de septiembre, el día del atentado de las Torres Gemelas en Estados Unidos, por lo que nunca voy a olvidarme de ese día”.
La principal razón de su llegada a Chequia fue la crisis financiera que, por ese entonces, se vivía en Ucrania y recuerda que se trató de una decisión muy bien pensada que fue madurando a lo largo de unos seis meses. Desde entonces, este es sin lugar a dudas, el momento más difícil que le ha tocado vivir.
“Para nosotros esta guerra es una desgracia totalmente inesperada, sabíamos que había una posibilidad de que ocurriera, pero no lo creíamos porque éramos una única nación que había luchado contra los alemanes –Ucrania, Rusia, Bielorrusia– durante la Segunda Guerra Mundial. Estábamos juntos y ahora tenemos esto en nuestra casa por parte de Rusia, algo que ellos mismos experimentaron. Es horrible, ya son más de cincuenta días de guerra y aun no podemos creer que sea verdad, es como una pesadilla. Pero contra todo seguimos peleando y creo que venceremos”.
Halyna Dmytryuk habla muy bien checo porque hace ya más de veinte años que vive en el país, y además asegura que no le resultó nada difícil aprender el idioma porque entre el checo y el ucraniano hay muchísimas cosas en común, aunque en lo que respecta a la comida sí encuentra algunas diferencias.
“Tenemos diferencias, pero también cosas parecidas, por ejemplo, lo que para nosotros son holubci, para los checos son rollitos de repollo, así que es casi lo mismo, también hay ciertos elementos propios en nuestro país y en Chequia”.
Algunas de las comidas más vendidas hasta ahora en su puesto son, precisamente, las holubci (hojas de col rellenas), los vareniki (dumplings ucranianos), borsch (sopa de remolacha), paska (pan de pascua ucraniano) y también el chebureki (una empanada frita rellena de carne molida y cebollas), aunque enseguida aclara Dmytryuk que ese plato es más bien turco, pero se volvió muy popular en algunas zonas de Ucrania, algo similar a lo que sucede en Chequia con el trdelník. Dmytryuk está orgullosa de acercar a los checos aunque sea una parte de la cultura de su país.
“Nuestra comida está hecha por ucranianos de una empresa que tenemos y es casera, no está hecha con máquinas, sino con nuestras propias manos y mucho amor”.
Halyna Dmytryuk agradece la generosidad de todas las personas que se han ido acercando no solo a comprar esas exquisiteces ucranianas sino, sobre todo, a mostrar su preocupación por la guerra y dar su apoyo al pueblo ucraniano.
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