El imperio del aerosol

Mural de Vladimír Hirscher en Holešovice, foto: Juan Pablo Bertazza
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Vladimír Hirscher es uno de los artistas urbanos más prolíficos de Praga. Desde 1999 viene realizando miles de pinturas dispersas en la capital checa y otras ciudades del país. Con una extensa red de influencias que van desde Salvador Dalí hasta Stanley Kubrick, en esta entrevista nos revela cómo la democracia inspiró su pasión por los grafitis y de dónde viene su obsesión por los astronautas. 

Vladimír Hirscher y una de sus obras en Holešovice,  foto: Juan Pablo Bertazza

Cuando la semana pasada se cumplió un nuevo aniversario de la invasión soviética en Checoslovaquia, el artista urbano Vladimír Hirscher, que nació apenas cuatro años antes de la Revolución de Terciopelo, se dedicó a recordar a esos pocos antecesores del arte del grafiti que eran capaces de arriesgar su vida con tal de expresar su rechazo al régimen.

“En Checoslovaquia en los años 70 estaban los primeros artistas callejeros que hacían propaganda anticomunista y era algo realmente muy duro porque si los descubrían podían llegar a ir presos durante veinte años”.

Mural de Vladimír Hirscher en el Pasaje del Arte en Praga,  foto: Juan Pablo Bertazza

Hirscher explica que esos artistas, que se contaban con los dedos de la mano, debían camuflarse y usar las más disparatadas estrategias. Por ejemplo, cuenta que conseguían carritos de bebé donde ponían los aerosoles y recién cuando se aseguraban de que nadie podía verlos pintaban inscripciones como “fuera rusos” y otros mensajes que, en ese momento, muy pocos se atrevían a decir.

Y aunque ni siquiera había nacido cuando esto pasaba, Hirscher reconoce que el coraje de esos artistas inspiró su propio interés por los grafitis, aunque el verdadero primer paso lo dio recién en tiempos de democracia.

Foro Cívico | Foto: Český rozhlas

“Mi primer contacto fue a comienzos de los años 90 cuando no había muchos grafitis en la ciudad, teníamos nuestro primer partido político democrático llamado OF (Občanské Fórum) y tenía como logo una sonrisa y una “F” que yo escribía con apenas cinco años de edad en los muros”.

El movimiento que menciona Hirscher (“Foro Cívico” en español) surgió como consecuencia de la Revolución de Terciopelo que, en noviembre de 1989, derrocó al comunismo, y tenía como líder y fundador a Václav Havel y varios miembros que habían formado parte de Carta 77.

Hirscher explica que, como apenas era un niño, pintaba ese logo en algunos muros que estaban muy cerca de su casa. Y, poco a pocos, ese interés fue creciendo naturalmente. De la misma forma que otras personas empiezan a bailar. Solo porque es algo que disfrutan y no necesitan explicar por qué.

Mural de Vladimír Hirscher 'Industrialismus' en Praga,  foto: Heptapolein / CC BY-SA 4.0

“Por eso empecé a pintar y creo que a los diez años comencé a pensar mucho en el arte en general, luego descubrí algunas cosas de Salvador Dalí y el surrealismo fue algo que me fascinó y me voló la cabeza porque no entendía si lo que estaba viendo era un elefante u otra cosa y tenía la necesidad de dar vuelta las pinturas para entender, y cada vez que veía una imagen encontraba algo nuevo”.

La de Dalí no es la única influencia española que tiene Hirscher, también es un ferviente admirador de Gaudí y, de hecho, ama pintar en Barcelona, ciudad en la que ya estuvo en cinco oportunidades. Sin ir más lejos, CAER8TH, el seudónimo que usa para firmar sus obras, se le ocurrió porque, además de la fotogenia de esas letras y la potencia simbólica del número 8, le encantó el significado que esa palabra tiene en español.

Obra de Vladimír Hirscher,  foto: Juan Pablo Bertazza

Lo cierto es que gracias a la influencia del surrealismo, Hirscher tuvo la idea de poner todas sus energías al servicio de la creación. Y poco después de ingresar a una escuela de arte se dio cuenta de que él necesitaba otro canal de expresión.

“Entonces descubrí el grafiti y toda su vitalidad, y como artista yo quería hacer algo nuevo, y para mí en los años noventa el grafiti me ofrecía algo totalmente nuevo y en la escuela nadie me había hablado de eso”.

Obra de Vladimír Hirscher,  foto: Juan Pablo Bertazza

En la escuela de arte estudiaban, en cambio, a Velázquez, Miguel Ángel y otros grandes maestros de la historia de la pintura que si bien él admira profundamente siente que están demasiado lejos de esta época tan vertiginosa en la que los artistas deben correr contra reloj para pagar las cuentas.

Sin embargo, luego de muchos años de sacrificio, Hirscher empieza a obtener el reconocimiento del público y algunos logros importantes como el hecho de que algunas de sus pinturas fueran seleccionadas en la página web de la NASA o que la familia de Neil Armstrong le hiciera llegar sus felicitaciones. Algo que sin dudas tiene que ver con su estilo y con su búsqueda.

“A eso de los 6 o 7 años recuerdo que miraba las estrellas por la ventana y me daba cuenta de que se movían. A los quince años encontré un libro sobre ovnis y pensé que era el mismo tipo de movimiento que veía en las estrellas de pequeño y eso fue lo que empezó a interesarme en el espacio”.

Obra de Vladimír Hirscher,  foto: Juan Pablo Bertazza

Pero su obsesión por ese tipo de temáticas que hoy aparecen con frecuencia en sus pinturas también se debe a su abuelo, un eximio piloto de pruebas, y a Odisea en el espacio. El film de Kubrick le impactó porque, a diferencia de la mayoría de las películas, no hablan de una persona o una pareja sino de la humanidad en su conjunto.

Hirscher supone que la suma de todos esos factores lo impulsó a forjar ese estilo tan exclusivo dentro del arte callejero en el que astronautas, aliens y animales pueden convivir con absoluta naturalidad. Pero lejos de dormirse en los laureles asegura que cada día sigue estando atento a las noticias del Espacio y lamenta que no haya muchos más interesados.

Obra de Vladimír Hirscher,  foto: Juan Pablo Bertazza

“Hay misiones espaciales porque seguimos estando en una era científica, solo que la NASA quizás realiza mucho trabajo al que pocos prestan atención, tal vez la siguen unas trescientas mil personas y es increíble pero después te metes en el perfil de Kardashian y hay 50 millones de personas”.

Hirscher prefiere empezar sus obras bien temprano a la mañana porque en ese momento del día siente sus idas más claras, y no siempre es fácil trasladar a las paredes lo que imagina en su mente. Suele pintar solo o acompañado por sus dos o tres mejores amigos. Le gusta hacerlo en silencio o tal vez con el canto de los pájaros para absorber la energía del lugar. Pero lo más importante de todo, aclara este joven checo que viene haciendo una carrera meteórica en el mundo del arte urbano, es poder terminar cada pintura en el día. Y respetar así la idea que le surge en un momento preciso, en un sitio determinado.