El guitarrista Radim Hladík cumple 50 años de rock

Radim Hladík, foto: Jan Sklenář

Han pasado cinco décadas desde que Radim Hladík, gran pionero del rock checo, iniciara su carrera. El que fuera probablemente el mejor guitarrista del país en las décadas de los sesenta y setenta al frente de The Matadors primero y Blue Effect después, ofreció una entrevista a Radio Praga para hacer un repaso a sus cinco intensas décadas dedicadas al rock en las que tuvo que adaptarse a unos tiempos casi siempre difíciles y cambiantes.

Radim Hladík,  foto: Jan Sklenář
Radim Hladík ha escrito varias de las páginas más importantes en la historia del rock en checo. Desde principios de la década de los sesenta supo importar los mejores sonidos y tendencias que llegaban a duras penas desde Estados Unidos o Inglaterra para crear la base del rock nacional.

En un país que oficialmente miraba hacia la Unión Soviética mientras que buena parte de la población, especialmente la más joven, lo hacía hacia Occidente, estaba claro que los deseos de Hladík de tocar rock and roll no eran una decisión sencilla. Después de años aprendiendo a tocar el piano empujado por sus padres, Hladík se decidió por la guitarra, lo cual no gustó en su casa, reconoce.

“Al principio no les gustó. No querían que tocara la guitarra. En aquella época, finales de los cincuenta y principios de los sesenta, la guitarra no se consideraba ni siquiera un instrumento. Se asociaba con campamentos y canciones alrededor de un fuego… Pero precisamente porque a ellos no les gustaba, a mí me gustaba más”. Pero lo peor para sus padres estaba por llegar aún, explica Hladík.

“Estudiaba guitarra clásica y fui aceptado en el conservatorio. Pero solo duré allí dos años, nunca me gradué. Los sesenta me impresionaron mucho y todo lo que escuchaba de Radio Luxemburgo tuvo una gran influencia en mí. Así me metí de lleno en la música beat”.

La radio de onda corta que emitía desde el otro lado del Telón de Acero era vital para saciar la sed rockera de miles de jóvenes de los países comunistas. Gracias a ella se fue formando musicalmente Hladík.

“Eran siempre las bandas que sonaban en Radio Luxemburgo, la música beat de los primeros sesenta: The Shadows, The Beatles, The Who… me influyeron mucho, aunque después de unos años empecé a odiar a The Beatles, porque yo estaba orientado al rhythm and blues y la música americana, y The Beatles me parecían comerciales. Pero en los setenta todo cambió, me enamoré de su música hasta la fecha. Y en cuanto a guitarristas, mi ejemplo era Jimi Hendrix. De él aprendí lo que era la libertad en la música. No me gustan los clichés. En cada concierto, por muchos que haga, siempre toco distinto”.

The Matadors,  Radim Hladík en el centro,  foto: Supraphon
El primer concierto importante para Radim Hladík, ante una respetable cantidad de público, fue en noviembre de 1963, de ahí que el guitarrista celebre precisamente este invierno sus 50 años en el mundo de la música. Lo hizo con un grupo llamado Komety, donde tocaba desde los 15 años. Un concierto inolvidable por las circunstancias tan especiales en que se desarrolló.

“Aquel día tuvimos un público muy particular. Era noviembre de 1963 y tocábamos para una delegación soviética que llegó para celebrar el aniversario de la ‘Gran Revolución Socialista de Octubre’. Tocamos canciones instrumentales de The Shadows, adaptamos ‘El Lago de los Cisnes’ y cosas así… Estaban todos muy sorprendidos”, se ríe Radim Hladík.

Pero fue con su siguiente grupo, The Matadors, con los que Hladík alcanzó el éxito. Con un sólido sonido rhythm and blues giraron por todo el país y alguna vez por el extranjero, incluso en países occidentales como Bélgica o Suiza, convertidos en una de las bandas checas más importantes de la década.

A pesar de todo solo sacaron un LP, llamado sencillamente ‘The Matadors’. Según Hladík, se diferenciaban del resto en que su sonido se acercaba más al que se hacía fuera de Checoslovaquia.

“Había dos tendencias. Unos seguían a The Beatles, el Mersey sound, y luego estaba el rhythm and blues, que era lo que seguía The Matadors, además del soul y aquel tipo de música. Éramos más occidentales, mientras otros grupos como Olympic hacían música beat checa”.

Foto: Supraphon
A pesar del aislamiento con respecto a Occidente y a los grupos que admiraban, eran tiempos bastante felices hacia finales de la década en la Checoslovaquia que alumbró la Primavera de Praga. Pero aquella generación pujante no sospechaba que todo acabaría tan mal como lo hizo con la invasión soviética de agosto de 1968.

“Éramos jóvenes y gozábamos de bastante libertad. Ninguno esperaba que todo empeorara como lo hizo y que llegaran tiempos incluso peores que los anteriores. Habíamos saboreado la libertad, y eso nos hizo más duros los setenta”.

The Matadors desaparecieron por estos cambios políticos. Haciendo una audición en Múnich para el musical ‘Hair’, todos sus miembros excepto Radim Hladík decidieron quedarse allí.

El guitarrista se unió entonces al grupo por el que es más recordado, Blue Effect, junto a Vladimír Mišík, con quien había tocado en Komety.

Irrumpieron con una energía enorme en el II Festival Beat Checoslovaco a finales de 1968. Blue Effect fue considerada la banda del año y Hladík el músico del año, con solo 24 años aún.

Aunque la ocupación soviética supuso el aislamiento total con respecto a occidente, en 1969 en el país tocaron grupos de primera línea, como The Beach Boys, para quienes Blue Effect hicieron de teloneros en dos conciertos abarrotados de público en Praga y Brno. Inolvidable experiencia para aquellos jóvenes rockeros checos.

Radim Hladík,  foto: Chmee2,  CC BY-SA 3.0
“Fue nuestro primer contacto con una banda de aquel nivel, que era conocida en todo el planeta. Era otro mundo: el aspecto que tenían, cómo se comportaban, sus equipos, cómo tocaban… les mirábamos pasmados”.

Por aquella época se fijaron en Blue Effect algunos promotores occidentales que comenzaron a negociar la contratación de la banda como teloneros de Jehtro Tull y algunas apariciones en festivales estadounidenses en pleno apogeo del fenómeno hippy. Sin embargo, la agencia estatal Pragokoncert, que representaba a Blue Effect no tenía ninguna intención de que aquellos jóvenes de pelo largo representaran la cultura de la Checoslovaquia socialista en el exterior.

Mientras se iba imponiendo la conocida como ‘Normalización’ en la vida de los checos, se incrementó igualmente la intolerancia hacia el rock y todo lo que oliera a influencia occidental. Hasta el punto de que Blue Effect tuvo que adoptar un nuevo nombre en checo. Optaron simplemente por traducirlo, pasando a llamarse Modrý Effect. Más adelante también se llamarían M. Effect. Lo importante en todo momento era intentar seguir haciendo música, adaptándose a los tiempos de represión.

El régimen empezó a perseguir la música beat. Blue Effect, en parte por apetencia propia, en parte por las circunstancias, fue transformando su sonido, haciéndolo más sofisticado, más elaborado, dirigiéndose hacia el jazz y con largas piezas de rock que en ocasiones ocupaban toda la cara de un vinilo con una sola pista.

Foto: Supraphon
“La música beat estaba en la lista negra, así que no podíamos tocarla. Nosotros decíamos que tocábamos jazz rock, porque el jazz estaba permitido hasta cierto punto. Y además había una evolución. Tocamos art rock. A veces tocábamos solo dos canciones en todo un concierto, improvisábamos y a la gente le gustaba, funcionaba. Y los comisarios culturales lo tenían complicado para decidir sobre cosas que no entendían, así que nos íbamos librando, no nos prohibían tocar”.

Pero en los ochenta se siguió complicando todo alrededor de Blue Effect. Algunos miembros empezaron a marcharse y llegaron también las prohibiciones. A Hladík le salvó la Radiodifusión Checoslovaca, donde encontró un trabajo para ganarse la vida con las bandas de jazz y de baile de la radio. De hecho la Orquesta de Jazz de la Radiodifusión Checoslovaca llegó a interpretar canciones de Blue Effect.

Finalmente el momento que estaban esperando llegó en noviembre de 1989 con la Revolución de Terciopelo y el colapso del comunismo, recuerda el guitarrista.

“Sabíamos que el momento estaba llegando. Pero aún no nos creíamos que la gente fuera capaz de acabar con el régimen. Después, lo que pensábamos que pasaría resultó ser diferente a lo que sucedió en realidad. Me alegro de haber vivido para verlo porque de verdad me siento libre ahora. Aunque haya muchas cosas hoy que me preocupan, que no me gustan”.

Blue Effect,  foto: Alan Pajer
Pero en lugar de retomar Blue Effect con toda su fuerza una vez caída la censura Radim Hladík aprovechó la llegada de la democracia para volver a tocar a dúo con el músico folk Jaroslav Hutka, que retornó del exilio. Era la vuelta a los orígenes de Hladík.

Pero a día de hoy casi todos los conciertos de uno de los mejores guitarristas que ha dado la República Checa son de nuevo con Blue Effect, que resucitó tras más de una década de silencio, con músicos una o dos generaciones menores que él. Con más de 150 conciertos al año, Hladík toca ahora en directo más que nunca, aprovechando las ventajas de ser pensionista y tener todo el tiempo del mundo para dedicarlo a su pasión de siempre.

“No me gustaría tocar menos. Durante esas dos horas de concierto, el tiempo transcurre a otra velocidad. Si no sale bien, esas dos horas son desagradables y se hacen largas como una semana, pero si todo va bien, el tiempo vuela y es maravilloso, me encanta”.

A sus 67 años, Radim Hladík prepara un nuevo disco con Jaroslav Hutka y constantemente cruza incansable el país para llegar a cualquier lugar donde quieran escuchar canciones y solos de guitarra que forman parte de la memoria y la historia de un país.