Desde un dios azteca a los jesuitas, las relaciones artísticas insospechadas entre Chequia y México

Pavel Štěpánek, foto: Carlos Ferrer

El arte y la arquitectura han establecido numerosos lazos entre la República Checa y México a lo largo de la historia, como demuestran los ensayos recopilados en ‘Relaciones Artísticas entre la República Checa y México’, del profesor Pavel Štěpánek. Recientemente el autor presentó personalmente su trabajo en el Instituto Cervantes de Praga.

Pavel Štěpánek,  foto: Carlos Ferrer
Respaldado por décadas de vida profesional, un extenso currículum tanto en Chequia como en el extranjero y el consiguiente prestigio, el profesor Pavel Štěpánek es considerado hoy en día el principal experto checo en el arte y arquitectura de los países lusófonos e hispanohablantes. Ahora, una parte de su trabajo ha quedado recopilada en un solo volumen ‘Relaciones Artísticas entre la República Checa y México’, publicado en español por la Universidad de Olomouc y presentado la semana pasada en el Instituto Cervantes de Praga.

El volumen, aunque pensado para su uso académico, satisfará sin duda a todos los interesados en los nexos de unión que relacionan a dos países en teoría tan distantes como México y la República Checa. En sus páginas se recopilan todos los artículos escritos por Štěpánek sobre el tema, desde que comenzó a interesarle en 1981, ordenados narrativamente por orden histórico, comenzando por la época precolombina y acabando con la actualidad.

‘Relaciones Artísticas entre la República Checa y México’ de Pavel Štěpánek,  editorial: Universidad de Olomouc
Lo peculiar del libro, además de su formato, a modo de ensayos cortos sobre temas concretos, es su enfoque artístico, partiendo siempre de un testimonio gráfico, explica el profesor Štěpánek.

“Hay unos temas que ilustran lo que quería siempre estudiar con profundidad, que son las relaciones checo-mexicanas, que podemos concebir de distinta forma. Por ejemplo, como iconografía, como historia, y como soy historiador del arte, no historiador puro, me ocupo únicamente de testimonios visuales, es decir: arquitectura, pintura, grabado, ilustración, etc. No quiero, en este caso, hablar de relaciones culturales, porque estas incluyen por ejemplo la música, incluyen otras facetas, mientras que yo me atengo a las artes visuales”.

Como acompañamiento lógico para los textos se incluye al final del volumen más de 50 páginas a todo color con las obras e imágenes mencionadas en los ensayos.

El dios azteca transfigurado en demonio

Entre los temas más curiosos figura la llegada a las tierras checas del dios principal de los aztecas Huitzilopochtli, la deidad del sol y la victoria, que se filtra de manera peculiar en el imaginario colectivo centroeuropeo, nos cuenta Štěpánek.

“En nuestro país penetra ya en el barroco el culto del dios azteca Huitzilopochtli, y de una manera increíble se mete en la iconografía y perdura tanto en la pintura y la escultura como en el vidrio, por ejemplo. Llega a través de libros. Y sirve como una imagen diabólica, más o menos. Por ejemplo, el conde Špork, que construyó el famoso balneario Kuks, donde hay decenas de esculturas, incluso monta una escultura que está inspirada en el dios Huitzilopochtli, pero los jesuitas protestan, porque les parece muy diabólica, y el obispo de Hradec Králové también, entonces tiene que derribarse la escultura”.

En su esfuerzo por desligar a los aztecas del culto a Huitzilopochtli, los misioneros españoles lo demonizan y comienzan a asociarlo con el diablo de la tradición europea. Es así como a Centroeuropa llegan libros con ilustraciones de la deidad en la que aparece con atributos como piernas de chivo, un rostro en el vientre o alas de murciélago, aunque conservando las plumas en la cabeza.

Vitzliputzli,  Idolum Mexicanorum,  ilustración en un libro de la época,  fuente:  Biblioteca Científica de Olomouc
Esta imagen se populariza, aparece por ejemplo en una obra de teatro, y su nombre se simplifica a fitziputzli o formas similares. Según descubre Štěpánek, esta palabra pronto se convierte en un insulto.

“Pero se conserva el término en el vidrio y cristal de Bohemia, incluso con el letrero que dice Vitzliputzli Y se ha conservado el testimonio de que Ludwig Van Beethoven utilizó esta palabra para denigrar a sus bienhechores porque se le metían demasiado en su tarea de componer. Entonces llamó al príncipe Lobkovitz fitzliputzli, o sea, que era una especie de ofensa”.

Jesuitas checos, expandiendo la fe en México

Si la religión azteca llega a Europa caricaturizada, la europea entra en el continente americano con toda su fuerza. Desbordada por la inmensa empresa de evangelizar a la población nativa, la Iglesia Católica española abre su monopolio y permite que viajen a las colonias como misioneros miembros de la Compañía de Jesús de los territorios austriacos, entonces aliados del Imperio Español. Es así como muchos checos viajan al Nuevo Mundo, llevando su cultura consigo. Uno de los ejemplos es la veneración al santo checo San Juan Nepomuceno, conocido por haber preferido la muerte a desvelar la confesión de la reina Sofía, consorte del rey checo Venceslao IV, comenta Štěpánek.

San Juan Nepomuceno  (Foto: Kristýna Maková)
“San Juan Nepomuceno fue uno de los patrones de los jesuitas, y los jesuitas checos, cuando estaban destinados a los países de lengua española o portuguesa, mayoritariamente partían para México. La lengua checa es muy difícil, así que los checos aprendían con mayor facilidad lenguas como el taraumara, por ejemplo. Entonces los jesuitas imponen el culto a San Juan Nepomuceno, que es un culto doble, primero como patrón de la orden jesuita, en el siglo XVIII, y luego como héroe barroco del secreto de la confesión”.

El aporte checo a México no fue solo religioso, sino que obras de gran calado como el Palacio Nacional de México, tuvieron a checos como alma mater.

“No siempre eran sacerdotes, eran también arquitectos, constructores, como es el caso de Šímon Boruhradský, en México llamado Simón de Castro, que es autor del proyecto del Palacio Virreinal de México. Es que, aunque no ha sido aceptado, parece que dio impulso para la misma interpretación. Era un especialista en diques, en cosas técnicas, para impedir el desagüe de los lagos. Al final resulta un poco descontento con el trato que tenía en México y salió para las Islas Marianas, pero murió en el viaje”.

Antonín Strčanovský,  el misionero en la zona Tarahumara,  foto: web oficial de la ciudad Velké Meziříčí
La Compañía de Jesús, incómoda por su obediencia directa al Papa para las monarquías europeas, fue expulsada de España en 1762 y seis años más tarde disuelta por el Papa. Esto significó el fin de la aventura evangelizadora checa en México, pero la vuelta de los misioneros significó a su vez una entrada de influencia mexicana en Europa Central, al volver los sacerdotes con su experiencia americana.

“Hay un caso de un jesuita que funda una misión en la Baja California Sur, cuando la expulsión hace dibujos de lo que ha hecho, y este cuaderno de dibujos está aquí en la biblioteca universitaria. Y como último caso, el más reciente, el jesuita Strčanovský, llega pocos años antes del desmantelamiento de la orden, a México, y está destinado a la zona de Taraumara. Cuando se liquida la orden lo ha sobrevivido todo y aquí en Moravia lo mandan a rincones donde hay problemas lingüísticos, por ejemplo donde se habla checo, alemán, polaco y húngaro”.

Checos en la corte mexicana de Maximiliano

El siguiente trasvase de checos a México tuvo lugar en el siglo XIX, cuando tras la intervención francesa se decidió convertir al país en una monarquía afín a las potencias europeas. El austriaco Fernando Maximiliano José María Habsburgo-Lorena fue nombrado emperador de México y trajo consigo de Austria a toda una corte en la que, por supuesto, no faltaban los checos.

Entre ellos se encontraba su farmacéutico personal, František Kaska. La aventura mexicana de Maximiliano I fue breve, apenas tres años, pero tras su deposición algunos checos consiguieron quedarse y jugar un importante rol en su nueva patria, entre ellos el mencionado Kaska.

Su historia está llena además de jugosas casualidades, revela Štěpánek.

František Kaska durante su estancia en México y el permiso de practicar la profesión de farmacéutico en todo México | Foto: Museo Nacional de Praga
“Cuando lo fusilan a Maximiliano, Kaska se queda en Méxito sorprendentemente. Expulsaron a casi todos los austriacos, pero él pudo quedarse. Pero el caso Kaska es especial por dos razones. Luego se le encargan misiones diplomáticas secretas, para que arreglara la situación entre Viene y México. Y arregla construir una capilla, la capilla mortuoria, en el lugar donde fue fusilado Maximiliano en Querétaro. Y en este acto se reúnen muchas personalidades, y el autor de la fotografía no es otro personaje que el fotógrafo Kalho, padre de la pintora Frida Kalho”.

El legado checo de la corte de Maximiliano fue sin embargo principalmente musical. Canciones y letras checas se adaptaron a la música popular mexicana y, a la inversa, los músicos checos al volver inyectaron cierta influencia mexicana a la música checa.

Un país aceptable para el comunismo

En el siglo XX, México mantuvo una postura cercana a Checoslovaquia, y fue de hecho uno de los países que no reconoció el Tratado de Múnich de 1938, por el que Alemania absorbía la región de los Sudetes. Más adelante, una vez llegó al poder el Partido Comunista, México gozó de una posición privilegiada, lo que influyó en el intercambio artístico entre los dos países, cuenta Štěpánek.

Busto de Benito Juárez,  ,  Plaza de la Interbrigada,  Praga,  foto: Jorge de Borja
“En aquella época de las relaciones tensas de la Cortina de Hierro, México es un país más aceptable por el régimen comunista y puede enviar exposiciones de arte: grabados, pinturas, exposiciones grandes, hasta en los años 70. Y con esto se presenta la cultura mexicana, llegan las películas de esa escuela de los años 40. Algunas de esas películas aprovechan grabados que luego se exponen aquí en Praga. Y nos surge, digamos, un panorama bastante vivo”.

En 1972 de celebró el Año de Benito Juárez en Praga, que vino acompañado de una serie de exposiciones. Al mismo tiempo, los conocimientos artísticos checos llegaban con más facilidad al otro lado del Atlántico, siendo el caso del grabador Koloman Sokol el ejemplo más notable.

“México pide un grabador checoslovaco para que enseñara a los mexicanos las técnicas del grabado. Cosa que ocurre con Koloman Sokol, que era eslovaco pero estudió en Praga, y luego permaneció en México varios años e introdujo allí algunas técnicas que hasta el momento eran desconocidas”.

Pavel Štepánek (Kladno, 1942), se especializa en arte hispano desde sus años de estdiante, y de hecho su trabajo fin de carrera de 1973 estuvo dedicado al arte español depositado en la Galería Nacional. Entre 1991 y 1994 fue diplomático checo en Venezuela. Entre sus estancias académicas destacan los años pasados en la Universidad de Zaragoza, de Caracas, la UNAM de México y la Iberoamericana de México.

Otro caso notable, aunque mencionado solamente de pasada en ‘Relaciones Artísticas entre la República Checa y México’, es la visita de dos insignes artistas mexicanos, Diego Rivera y David Álfaro Siqueiros, que a pesar de ser comunistas, contribuyeron a romper con los esquemas artísticos propuestos por el régimen.

“Rivera viene después de una operación en Moscú, pasa aquí unos días, participa en la inauguración de la exposición mexicana, y más tarde viene David Álfaro Siqueiros, que participa en una reunión de artistas plásticos y teóricos en Dobříš, que es un palacio dedicado a ellos. Y aunque viene de Moscú condecorado con una orden de Stalin o Lenin, arremete contra el realismo socialista. Y esto se publica en una página entera de la revista Výtvarná Práce, que era la revista oficial de los artistas. Podría decirse así que estos dos artistas contribuyen a la liberación del dogma del realismo socialista”.

Autor: Carlos Ferrer
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