Cita con los dragones

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Estimados amigos, si les gustan los cuentos fantásticos les invitamos a una cita con los dragones de las leyendas del pueblo checo. La imaginación popular pobló de ellos toda la geografía nacional.

El escenario de nuestra primera cita con los legendarios monstruos es el Monte del Dragón que se alza en la periferia de la ciudad de Liberec, al norte de Bohemia.

En la cima del monte se yergue una roca de granito y un hueco en la misma es el único testimonio de que en los tiempos remotos servía de lecho a un espantoso dragón.

Los vecinos huían del lugar. Cuando desde sus moradas miraban hacia el Monte del Dragón, el corazón se les encogía. Los afligía el terrible pacto que habían cerrado con el dragón, temían que la mala suerte de caer en las garras del monstruo pudiera llevarse a alguno de sus parientes.

La leyenda narra que el dragón asumió el compromiso de que un año entero dejaría en paz a los campesinos si éstos le pagaban un tributo. Rechazó el dinero y las reses más gordas. Le apetecía una víctima humana- una hermosa doncella.

El fatal día todas las muchachas de los alrededores, temblando de terror, entregaron unos papelitos con su nombre a un mensajero que los traería al Monte del Dragón.

Una vez en el monte, el mensajero tiró los papelitos a un cuenco en la roca. Después llegó el dragón que sopló sobre los papelitos que volaron al aire, pero uno quedó pegado al granito de la roca.

En dicha papeleta estaba escrito el nombre de la infeliz que con su sacrificio salvaría por un año más la tranquilidad de los vecinos.

A poca distancia de la cima del Monte del Dragón estaba la casa de un guardabosque, cuenta la leyenda de Bohemia del Norte. La hija del guardabosque era la prometida de un gallardo joven y ya se preparaba la boda que se celebraría cuando el muchacho regresara de sus viajes.

Sin embargo, por algún motivo se retrasó el regreso del joven y así en vez de contraer el matrimonio, la muchacha entregó al mensajero la papeleta con su nombre. Y precisamente ésta quedó pegada al fondo del cuenco cavado en la roca del Monte del Dragón. Fueron a buscarla y la joven emprendió triste el camino a la madriguera del dragón.

Apenas unos pasos separaban a la víctima del monstruo cuando se produjo un tumulto entre la muchedumbre que acompañaba a la víctima. El novio de la muchacha se abría paso entre la gente, llegando muy cerca del dragón. El monstruo, cogido por sorpresa, quiso arremeter contra el atrevido joven, pero éste no le dio tiempo, abatiendo al dragón con un certero tiro.

Los vecinos de los Montes Jizerské hory jamás conocieron una boda tan alegre como la de la joven salvada de las fauces del dragón. El jolgorio duró varios días, cuenta la leyenda de Bohemia del Norte.

Macocha,  foto: CzechTourism
Nuestra segunda cita con los dragones tiene lugar en Moravia, en el abismo de Macocha, el precipicio más conocido y más visitado de toda la República Checa. Su profundidad es de 168 metros. El primero en aventurarse a descender a su fondo fue en 1723 el religioso minorita Lazarus Schopper, de la capital morava de Brno.

En 1776 bajó al fondo de Macocha el dueño del feudo, el conde Karel Salm.

Una leyenda cuenta cómo un salteador acabó con un espeluznante dragón que vivía en el fondo del Macocha.

Un día fue capturado el temible jefe de una banda de salteadores, llamado Obeslík. El malhechor confesó sus delitos y por eso no fue ejecutado de inmediato. Fue bajado al fondo del abismo de Macocha con un jarro de agua y una hogaza de pan, y abandonado a su suerte. Esto equivalía casi a la pena de muerte ya que no había prácticamente manera de escapar del fondo del abismo.

El desalentado bandolero estaba sentado en el fondo del precipicio. De repente se oyó un extraño murmullo. Para el gran asombro de Obeslík, al abismo bajaba un dragón alado. El salteador se escondió y por la mañana presenció cómo el monstruo levantaba el vuelo.

El día siguiente, antes de que el dragón se despertara, el bandolero subió cautelosamente al lomo del monstruo. El dragón despegó del fondo del abismo sin haber notado que tenía un pasajero y así el salteador pudo salir del precipicio, cuenta la leyenda morava.

Sin embargo, el bandolero estimó en muy poco su libertad adquirida tan milagrosamente y volvió a cometer nuevas fechorías así que no tardaría en ser capturado. Al ser interrogado nadie quería dar crédito a lo que contaba sobre su salvación del abismo de Macocha.

Deseando salvar su vida, el bandolero Obeslík hizo una oferta a sus jueces: prometió que libraría a los habitantes de la región del dragón.

La oferta fue aceptada. Obeslík tomó entonces una afilada espada, un escudo reluciente como un espejo y una piel de ternera. Después esperó al dragón al borde de un pantano.

El monstruo no tardó en llegar. Se miraba en el escudo brillante y el bandolero aprovechó su distracción para dejar cerca la piel de ternera llena de cal viva.

El dragón se dio cuenta de la presencia del bandolero y ya se aprestaba a atraparlo cuando dio con la piel de ternera. La engullió en un instante y para apagar la sed bebió el agua del pantano. La reacción entre el agua y la cal viva le quemó las entrañas y el dragón cayó muerto al suelo. Obeslík fue indultado y la leyenda narra que dejó para siempre el oficio de bandolero.

Parece que el más feroz de todos los dragones fue el que cometía sus fechorías a orillas del río Svitava, en las afueras de la capital morava de Brno.

El sanguinario monstruo acuático había llegado en una noche tempestuosa, acompañado por el aullido del viento y el estampido de los truenos.

El dragón de Brno tenía un insaciable apetito, atiborrándose de ovejas, vacas y cerdos. Frecuentemente desayunaba media docena de lechones crecidos. Una vez se tragó a un mercader con su bolsa de dinero.

Muchos audaces jóvenes desafiaron al espantoso monstruo, pero si no lograron escapar a tiempo, el dragón los trituró con sus colmillos, más afilados que las espadas.

Los vecinos de Brno no se atrevían a salir de la ciudad, protegida por las murallas. En la urbe escaseaban los alimentos y no había un grano de sal porque los mercaderes no se atrevían a acercarse a la ciudad en cuyas afueras merodeaba el hambriento dragón.

Hasta que un día llegó a Brno el joven caballero Trut de Trutnov, fuerte castillo de Bohemia, situado en la falda de los Montes Gigantes. El hidalgo pidió al príncipe de Brno el permiso para enfrentarse al dragón.

La lucha fue encarnizada y cuando se puso el sol ninguno de los contrincantes cantó victoria. El malherido dragón se retiró al agua y el caballero extenuado regresó al castillo de Brno.

El caballero Trut no reanudó el día siguiente el combate, tal como todos esperaban. Antes del amanecer mandó decir al príncipe que regresaría cuando tuviera más experiencia.

Siete años esperaron en Brno el regreso del caballero Trut. Éste volvió en el hábito de monje benedictino, sin armas y a pie. Dijo al príncipe de Brno que esta vez triunfaría sin falta sobre el dragón.

El príncipe lo miraba desconfiado porque le parecía imposible que alguien aniquilase al dragón sin una espada.

El caballero Trut le explicó que durante su peregrinación comprendió que la fuerza del espíritu vence a la fuerza física y que la mente es más poderosa que los brazos.

El dragón salió al encuentro de Trut, ávido de vengarse de las heridas que el caballero le había asestado hacía siete años. Trut se defendía con un escudo de acero bruñido. El dragón quedó como embrujado al ver su imagen reflejada en su resplandeciente superficie.

El caballero se acercó al monstruo y le metió entre las mandíbulas un palo. Después arrojó a sus fauces bolas de estopa, azufre y cal viva, y se marchó tranquilamente a la ciudad.

El siguiente día se propagó por la ciudad de Brno la noticia de que el sanguinario dragón yacía muerto en el brazo del río Svitava, reventado por la cal viva. El cadáver del monstruo fue traído triunfalmente a la ciudad y su piel colgada en el zaguán del ayuntamiento.

El dragón de Brno se ha convertido en el símbolo de la capital morava. Si la visitan pueden verlo con sus propios ojos. No se lo podemos ocultar: el "dragón" es un cocodrilo disecado que fue traído a Brno en los tiempos del rey Matías.

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