Castilla-La Mancha presenta su gran variedad de vinos en Chequia
Más de la mitad de los vinos españoles embotellados que se consumen en la República Checa provienen de la región de Castilla-La Mancha, algo que seguramente desconoce su propia clientela. Para salir de ese cierto anonimato en el que viven los vinos de esta región, en Praga se celebró una cata con 19 bodegas castellano-manchegas.
En el hotel Thalia de Praga se celebró este jueves una cata en la que participaron casi una veintena de bodegas de Castilla-La Mancha. Según Luis Noé Sánchez, director de IPEX, el Instituto de Promoción Exterior de esa comunidad autónoma, gracias a tan amplia representación los asistentes pudieron comprobar de primera mano que si algo caracteriza a los vinos de Castilla-La Mancha es la variedad.
“Creemos que realmente hay mucho que descubrir en los vinos de Castilla-La Mancha porque mucha gente lo desconoce, pero la región se podría equiparar en superficie cultivada a la de países enteros como pueden ser Australia, Chile, Argentina o Estados Unidos. Y eso nos hace poder disponer de una variedad de una oferta de vinos que merece mucho la pena y que la gente debería descubrir”.
En Castilla-La Mancha, una comunidad autónoma de la extensión aproximada de toda la República Checa, se encuentran 9 denominaciones de origen, 12 pagos, que es otra forma de clasificar vinos de calidad diferenciada, y la indicación geográfica protegida de Vino de la Tierra de Castilla, destaca Noé. Nada de lo que sorprenderse, a tenor de las propias características de la región.
“Hay que tener en cuenta que somos una región muy extensa con todo tipo de climatología, con todo tipo de suelos, de altitud, y eso hace que podamos disfrutar de una oferta prácticamente infinita de sabores, de variedades, de experiencias”.
Históricamente, los vinos de Castilla-La Mancha, cuya denominación de origen más conocida es seguramente la de Valdepeñas, han vivido dentro y fuera de España a la sombra de otras tan fuertes como Rioja, Ribera del Duero o Rueda, solo por citar algunos ejemplos. Noé explica que fueron las propias características de la industria vinícola castellano-manchega las que hicieron que en tiempos ya pasados las bodegas estuvieran a menudo más pendientes de la capacidad de producción que de otros parámetros.
“En nuestro caso, hay que pensar que es el viñedo más extenso de Europa en superficie homogénea, y eso nos permite tener una capacidad muy notable a la hora de poder poner vinos en el mercado. De hecho, en República Checa los vinos de Castilla-La Mancha suponen el 54% del total de los vinos españoles que se consumen embotellados, o sea, que ya tenemos una presencia muy notable”.
Valdepeñas fue precisamente de los primeros vinos españoles que se pudieron beber en Chequia tras la caída del comunismo. Pero en estas tres décadas muchas cosas han cambiado para los vinos castellano-manchegos, dice Noé, y los productores han puesto el foco en la calidad y en la ya mencionada variedad.
“Las bodegas han trabajado mucho en hacer muy buenos productos, en elaborar muy bien, en cuidar muy bien las plantaciones y las elaboraciones que se hacían. Pero, en cierto modo, se ha prestado menos atención a la parte comercial, a la parte de difusión, de visibilidad, y eso hace que para el gran público nuestras nueve denominaciones de origen sean todavía algo desconocidas, y ahí sí que es cierto que tenemos una oportunidad de mejora”.
Volviendo a la variedad, Noé subraya los niveles alcanzados por los vinos castellano-manchegos tanto en los segmentos alto y medio como en el de precios más competitivos, y lo hace con variedades tintas tradicionales para la región de tempranillo o garnacha, pero también blancas que han evolucionado mucho. Sorprende enterarse que existe una localidad en Toledo, Villanueva de Alcardete, donde se han producido de siempre incluso vinos espumosos.