Árboles de laboratorio gracias al veneno de las esponjas marinas

No solo los animales, sino también las plantas, se pueden reproducir en la probeta de un laboratorio. Científicos checos de la Universidad Carolina han descubierto como usar veneno de esponja marina para seleccionar a los mejores embriones y hacer más viables los árboles producidos.

Uno de los problemas a los que se enfrentan los proyectos de reforestación suele ser la obtención de una gran cantidad de semillas que sean, a ser posible, descendientes de la vegetación original de la zona y al mismo tiempo lo suficientemente viables.

Por este motivo, desde hace ya veinte años en la República Checa se trabaja en la reproducción artificial, en laboratorio, de especies vegetales. Por las características de los bosques checos, las tecnologías utilizadas han alcanzado un nivel puntero en el caso de las pináceas, es decir, de los árboles como pinos, abetos o píceas.

Se trata, en pocas palabras, de generar abetos probeta a partir de especímenes locales de las zonas deforestadas, como explica Zdeněk Opatrný, de la Facultad de Ciencias Naturales de la Universidad Carolina de Praga.

Zdeněk Opatrný,  foto: www.cuni.cz
“En los Montes Metálicos, por ejemplo, después de varios desastres ecológicos, quedaron algunos cientos de árboles que lo sobrevivieron todo. Con esta técnica podemos obtener de uno de ellos, muy rápidamente, una gran cantidad de descendencia, lo que no se puede conseguir de manera natural”.

El proceso comienza extrayendo de una piña joven semillas todavía inmaduras. De cada una es posible clonar miles de embriones, que se desarrollan en el interior de probetas especiales. Todo de forma más rápida, cómoda y económica que si se tuvieran que cultivar en viveros.

Los plantones resultantes son clones que se adaptarán perfectamente a las condiciones del ecosistema de sus padres, conservando además su legado genético. Sin embargo, en el laboratorio los científicos tienen que enfrentarse a un importante problema: la consecución de embriones viables, que después puedan dar lugar a plantas sanas con posibilidades de sobrevivir en su medio natural.

Para descartar los menos aptos, científicos checos de la Universidad Carolina han desarrollado un método a partir de la latrunculina B, una sustancia tóxica presente en algunas especies de esponjas marinas. Opatrný nos explica su aplicación concreta.

“Hemos constatado que cuando añadimos la latrunculina en la concentración correcta, los embriones que se han desarrollado según lo previsto pierden una parte, llamada suspensor. Se trata del cordón umbilical entre el embrión y la planta. El suspensor se tiene que perder en un momento determinado, de otro modo el embrión no se separaría de la planta madre”.

De esta forma, los embriones privados de suspensor a su debido tiempo se desarrollan a un ritmo más acelerado que antes, si son viables, o acaban muriendo si se trata de ejemplares débiles.

“Es una selección natural que podría hacer la planta por sí misma, pero que en las probetas no es posible, o lo podría hacer un técnico del laboratorio, pero desde luego no de forma tan eficaz”, comentó Opatrný.

Zuzana Vondráková,  foto: www.avcr.cz
Además de para la reforestación, la reproducción artificial de pináceas que se desarrolla en la República Checa es aprovechada también para hacer investigaciones sobre el mismo desarrollo embrionario, como explica Zuzana Vondráková, del Instituto de Botánica Experimental.

“En estas condiciones tenemos la oportunidad de conseguir suficientes materiales para el análisis, por ejemplo, de las fitohormonas y de otras muchas sustancias. Podemos estudiar también los cambios que se van produciendo durante el desarrollo del embrión”.

Otras aplicaciones de esta tecnología es la conservación de especies en peligro de extinción o la producción de árboles interesantes desde el punto de vista comercial por la calidad de su madera.

Autor: Carlos Ferrer
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