El álamo temblón podría salvar los bosques del cambio climático
Científicos de Brno investigan el efecto beneficioso del álamo temblón en terrenos devastados, por ejemplo, tras una plaga como la del escarabajo de la corteza. Estos árboles fomentan la reaparición de una fauna y flora variada también en condiciones de más calor y menos humedad como las actuales.
Un árbol como el álamo temblón podría convertirse en un gran aliado contra el cambio climático. De estos se ha comprobado no solo la facilidad con la que crecen en terrenos yermos, sino que además favorecen la aparición de otras muchas especies de fauna y flora. Así lo aseguran científicos de la Universidad Mendel de Brno tras ver cómo está evolucionando el páramo que quedó donde antes se encontraba un bosque de abetos arrasado en 2020 por el escarabajo de la corteza. Estos abetos, plantados por el hombre hace cuatro décadas, provocaron una escasa diversidad que fue una de las causas también de su desaparición por la plaga, ya que la biodiversidad protege por sí misma de ese tipo de amenazas.
Los responsables forestales no querían volver a cometer el mismo error y plantaron en el lugar, sobre todo, robles, pero también dejaron que la naturaleza siguiera su curso por sí sola. Y así, cuatro años después, comprobaron como a una especie en particular le iban especialmente bien esas condiciones. Pero el álamo temblón, que creció por encima de todos los demás árboles, tenía también un efecto beneficioso sobre el entorno, explica a la Radio Checa Antonín Kusbach, de la Facultad de Ciencias Forestales de la Universidad Mendel de Brno.
“De la función ecológica del álamo temblón no se hablaba antes. Pero crea las condiciones microclimáticas adecuadas para los principales árboles con los que se comercia como el roble, el alerce y el pino”.
Pero no solo salían beneficiadas esas especies valoradas comercialmente, prosigue Kusbach.
“En un monocultivo de abetos viven entre diez y veinte especies de gramíneas y hierbas. Bajo los álamos temblones encontramos hasta tres veces más, por no hablar de la fauna, insectos y microorganismos. Esto es exactamente lo que llamamos biodiversidad”.
La madera blanda del álamo temblón representa un hogar perfecto para insectos y musgos. Sus hojas, al caer al suelo, se descomponen fácilmente, enriqueciendo la tierra, mejorando su textura y estructura, y preparándola mejor para que medren otras plantas, cuenta Antonín Kusbach.
“El álamo temblón tiene ventaja, especialmente, en aquellas áreas castigadas donde todavía no tiene que enfrentarse a competencia. Es una planta fotófila, le gusta la luz, por lo que no podemos contar con ella en lugares a la sombra, pero, por ejemplo, en claros o en lugares recién abiertos, puede preparar el terreno para otras plantas leñosas. Es un buen ejemplo de cómo funciona esto, de lo que habría que hacer, y para que los propietarios de los terrenos cuenten con la especie para la adaptación de nuestros bosques al cambio climático”.
Los científicos están comprobando que el álamo temblón se está extendiendo rápidamente por la República Checa. Faltan unos años para que puedan evaluar el efecto exacto que tendrá sobre el medio ambiente.
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