Antonín Dvorák, "un simple músico checo"

Antonín Dvorák

En la República Checa, el 2004 se celebra como Año de la música checa. Forma parte de los festejos una amplia serie de programas, dedicada al centenario de la muerte del compositor, Antonín Dvorák, uno de los grandes de la música checa del siglo XIX. Antonín Dvorák, fallecido el primero de mayo de 1904, representa una de las más destacadas figuras de la música checa. Junto a Federico Smetana y Leos Janácek conforma el trío de los más populares compositores checos, conocidos en el exterior. Su música sinfónica, sus obras de cámara, cantatas, oratorios y óperas son un valioso tesoro legado por el compositor a la nación checa.

El nombre del compositor checo Antonín Dvorák, nacido el ocho de septiembre de 1841 en Nelahozeves, cerca de Praga, se inscribió con letras de oro en la historia de la música. Sus composiciones son admiradas en todo el mundo. Sin embargo, el compositor se vio obligado a luchar intensamente para defender su libertad artística, señaló Jarmila Tauerová, directora del Museo de Antonín Dvorák en Praga.

"La personalidad de Antonín Dvorák se destaca por la firmeza de su carácter personal. Él quiso conquistar los escenarios mundiales, pero no en detrimento de su libertad e independencia. Siempre permaneció fiel a su país de origen y rechazaba categóricamente las ofertas de trasladarse a Viena, la Meca de los músicos de aquella época".

Antonín Dvorák disponía sin duda de un gran talento, sin embargo, no componía de manera intuitiva, sin pensar. Su amplia biblioteca y los recuerdos de sus amigos evidencian que se trató de una persona muy culta. La literatura fue para Dvorák una importante fuente de inspiración. Basta con recordar sus composiciones inspiradas en las baladas del destacado poeta checo del siglo XIX, Karel Jaromír Erben.

Otro gran amor de Antonín Dvorák fue el arte plástico y, sobre todo, la pintura. Solía pasar largas horas en galerías de arte, llegando a encontrar paralelas exactas entre los cuadros y la música. Conocida es su frecuente comparación de los cuadros del famoso pintor renacentista italiano, Rafael, con la música de Mozart.

El modo de ser y la vida de Antonín Dvorák son dignas de admiración, destacó Jarmila Tauerová.

Casa natal de Antonín Dvorák en la aldea Nelahozeves | Foto: CzechTourism
"Fue un buen padre de familia, un hombre de fe profunda. No tenía prejuicios. Fue muy democrático y tolerante hacia la gente de otras razas, culturas y opiniones. Su vida podría servir de ejemplo para cada ser humano".

Antonín Dvorák era, además, un gran admirador de todos los nuevos descubrimientos técnicos. En aquella época, éstos fueron representados por los buques trasatlánticos y las locomotoras. El compositor permanecía largas horas en las estaciones de trenes, fascinado por la circulación de éstos.

"Su fascinación por las novedades técnicas era inmensa. Sin duda, hoy en día sería un gran admirador de los cohetes. Una vez dijo ante sus alumnos que todas sus sinfonías las hubiera ofrecido a cambio de ser él quien descubriera la máquina a vapor".

La época en la que nació el compositor checo Antonín Dvorák fue favorable para el arte. Faltaban entonces muchos años todavía para que estallaran los primeros disparos de la Primera Guerra Mundial y la gente quería divertirse.

En los años 70 del siglo XIX culminaba el romanticismo que poco a poco comenzaba a ceder paso a nuevas tendencias artísticas. En Italia la gente estaba fascinada por aquel entonces por la ópera. Después de Rossini, Donizetti y Bellini irrumpió en los escenarios Verdi.

Francia era influida por la música de Berlioz, así como por las grandiosas óperas de Wagner. En Rusia surgían las monumentales obras musicales de Musorgski, Borodin y Tchaikovsky.

En Austro-Hungría y Alemania estaban de moda obras de los compositores Bruckner y Brahms que se dedicaban, sobre todo, a la música sinfónica y de cámara.

Estación de Nelahozeves
Equipararse con estas grandes figuras de la música de entonces parecía casi imposible. Sin embargo, en 1874 el compositor checo Antonín Dvorák tuvo la suerte de recibir una beca, que la monarquía Austro-Húngara concedía a talentosos compositores sin recursos. Dvorák cumplía de modo excelente ambas condiciones - tener talento y carecer de recursos.

Antonín Dvorák solicitó la beca cuatro veces y la respuesta fue siempre positiva. A la última solicitud adjuntó, entre otras composiciones, la titulada "Cantos Moravos a dos voces". La misma entusiasmó enormemente al pianista y compositor alemán Johannes Brahms, quien fue miembro del jurado.

Brahms ayudó significativamente a Antonín Dvorák en los albores de su futura carrera artística. Recomendó los "Cantos Moravos" al renombrado editor alemán Fritz Simrock. De esta manera, a Dvorák se le abrieron las puertas de una de las más prestigiosas casas editoriales musicales europeas. Antonín Dvorák expresó su agradecimiento a Brahms por medio de una carta.

La iglesia en la aldea Nelahozeves
"Estimado maestro, me siento muy feliz y agradecido por el gran favor que me hizo. Pero más aún me siento feliz por sus simpatías hacia mi modesto talento", escribió Dvorák a Brahms en diciembre de 1877.

Junto a Brahms, reconoció el gran talento de Dvorák también el editor Simrock. Después del rotundo éxito de los "Cantos Moravos", solicitó a Dvorák que compusiera unas Danzas Eslavas. Según le había destacado en una carta: "debería tratarse de algo al estilo de las Danzas Húngaras, de Brahms".

Dvorák terminó las "Danzas eslavas", inspiradas en la música popular checa, en un tiempo récord de menos de dos meses. Gracias al lirismo emocional, a la extraordinaria musicalidad y al ritmo excitante, esta obra musical pronto dio la vuelta al mundo, ganándole a Antonín Dvorák gran fama.

Gracias a las "Danzas eslavas", Antonín Dvorák entró en la alta sociedad musical. Su reputación seguía creciendo. Las amistades artísticas pronto comenzaron a transformarse en amistades personales. Dvorák entabló una estrecha amistad, sobre todo, con su descubridor Johannes Brahms.

Antonín Dvorák conquistó tanto la atención de los editores, como la de destacados intérpretes. El compositor estableció amistad con el renombrado virtuoso del violín y director de la Escuela Superior de Música, de Berlín, Josef Joachim. Fascinado por las composiciones de Dvorák, el músico alemán comenzó a incluirlas regularmente en su repertorio.

Gracias a ello, además de Alemania, las obras de Antonín Dvorák fueron interpretadas muy pronto también en Inglaterra, país que en 1883 dio una calurosa bienvenida al compositor.

Todo parecía ir por buen camino. No obstante, la vida le deparó a Dvorák duros golpes. En un corto plazo de tiempo murieron tres de sus hijos.

Dominado por un dolor profundo, Antonín Dvorák terminó una de sus obras claves: el oratorio "Stabat Mater", que fue el presagio de sus futuros triunfos a nivel mundial. La obra fue recibida de manera extraordinaria por el público, sobre todo, en Gran Bretaña, donde fue presentada por primera vez en marzo de 1883.

Poco después de su presentación en Londres, el "Stabat Mater" fue estrenado también en EE.UU. y Australia.

Suena un tanto paradójico que un comerciante extraordinario como el editor Fritz Simrock vacilara con la edición de "Stabat Mater", estando convencido de que esta composición no podía tener éxito por tratarse de un oratorio. Insistía en que Antonín Dvorák centrara su atención en la composición de canciones y composiciones de cámara, por las que había gran demanda.

Inglaterra tiene grandes méritos en que el compositor se liberara de ese fuerte y peligroso dictamen comercial.

El éxito de "Stabat Mater" en Inglaterra fue extraordinario, el mayor alcanzado en el extranjero. Dvorák recibió a partir de entonces muchas invitaciones para dirigir sus obras en ese país y cada una de sus visitas posteriores a Gran Bretaña, que fueron nueve en total, fue elogiada ampliamente por el público y la crítica local.

Durante sus viajes a Inglaterra, Dvorák se sintió feliz porque amaba viajar en ferrocarril y coleccionaba los itinerarios de los trenes.

"Pidió que le enviaran de Inglaterra los itinerarios de ferrocarril y se ponía a estudiarlos, tratando de combinar los cambios de trenes para reducir al mínimo de tiempo sus viajes a Londres", dijo Jarmila Tauerová.

Fascinado por el "Stabat Mater", el público británico exigió a Antonín Dvorák nuevas composiciones. Y éste, en agradecimiento por la admiración y el éxito de sus creaciones, compuso la cantata "Las camisas nupciales" y el oratorio "Santa Ludmila". En Birmingham tuvo lugar el estreno mundial de su "Réquiem".

Museo de Antonín Dvorák,  Vysoka u Pribrami
Después de sus éxitos en Inglaterra, Antonín Dvorák pudo cumplir uno de sus grandes sueños, el de comprarse una casa en el campo donde su familia pudiera pasar los veranos. En la aldea de Vysoká, Bohemia Central, Antonín Dvorák daba largos paseos por los bosques y también componía, sostuvo la directora del monumento nacional en Vysoká, Vladimíra Splíchalová.

"En Vysoká se reunían muchos artistas, políticos y amigos de Antonín Dvorák. Entre ellos, por ejemplo, el compositor Leos Janácek, el escritor Alois Jirásek, y el poeta Jaroslav Vrchlický. Dvorák se sentía siempre muy feliz en el círculo de sus amigos, con los que solía dar paseos y debatir sobre temas diversos".

Antonín Dvorák realizaba largos paseos por los bosques porque la naturaleza era una de sus grandes fuentes de inspiración. En los puños solía apuntarse las ideas musicales. "Lamentablemente, no siempre lograba pasar los apuntes a un papel antes de que las camisas le fueran lavadas", dijo Jaromíra Splíchalová.

Piano de Antonín Dvorák
En el monumento nacional en Vysoká trabaja como guía el bisnieto del compositor, Petr Dvorák, quien se siente orgulloso por el inagotable interés del público por la vida y el legado de su bisabuelo. Según destacó, mucha gente visita el lugar, pese a que llegar a Vysoká con los medios de transporte público resulta un tanto difícil.

"Es muy grato para mí ver tantos grupos de turistas de todo el mundo que vienen a este lugar, a veces incluso en taxi, para seguir las huellas de Antonín Dvorák. Pasean por los alrededores y salen a los bosques cercanos, fascinados por el hecho de que están caminando por los mismos senderos por los que solía pasear mi bisabuelo".

En 1888, Antonín Dvorák terminó el trabajo sobre la ópera "El jacobino" y ese mismo año conoció en Praga al destacado compositor ruso, Piotr Ilich Tchaikovsky. Dos años después aceptó su invitación a Rusia, presentándose en Moscú y San Petersburgo. Inspirado en la historia rusa compuso la ópera "Dimitri".

Un día, inesperadamente, Dvorák recibió un telegrama que hizo cambiar su tranquilo y acostumbrado modo de vida. Le ofrecieron encabezar el Conservatorio Nacional de Música de EE.UU. Antonín Dvorák aceptó la oferta y en septiembre de 1892 emprendió viaje a Nueva York.

La villa 'America' en Praga
Esta estancia resultó muy fructífera para él. La nueva atmósfera, el conocimiento de nuevas culturas, como la indígena, quedaron plasmadas por Dvorák en la sinfonía "Del Nuevo Mundo", que tuvo su estreno en 1893 en Carnegie Hall. La obra abunda en hermosos motivos musicales, así como por la nostalgia por la patria lejana.

Dvorák regresó a Praga tres años después, en abril de 1895, retomando inmediatamente su trabajo en el Conservatorio Musical de Praga. Inspirándose en el libro de baladas del poeta checo Karel Jaromír Erben, compuso los poemas sinfónicos "El ondino", "El hada de mediodía", "La rueca de oro" y "La paloma". A estos agregó un quinto poema con rasgos autobiográficos, la "Canción heroica".

El compositor comenzó también a centrar sus esfuerzos sobre la ópera, impulsado por el deseo de escribir obras comparables a las de Smetana e imponerse con ellas en los escenarios mundiales. Así surgieron las óperas "El diablo y Catalina", "La ondina" y "Armida". Las tres fueron recibidas positivamente por el público.

La mayor fama y popularidad la consiguió la sumamente lírica y poética ópera "La ondina", estrenada en 1901. Compuesta sobre el libreto de Jaroslav Kvapil, "La ondina" abre ante el espectador un mundo mágico, habitado por ninfas, genios de las aguas y hechiceras. Esta obra es considerada como una síntesis de la maestría y la invención melódica de Antonín Dvorák.

El entonces director artístico de la Ópera de Viena, Gustav Mahler, mostró gran interés por presentar la ópera y pidió permiso a Dvorák. Pero éste, habiendo soñado toda su vida con triunfar con sus óperas en el mundo, demoró paradójicamente un año en otorgárselo. Mientras tanto, la Ópera de Viena perdió la confianza en el éxito de "La ondina".

Antonín Dvorák falleció el primero de mayo de 1904, pocos días después de la primera presentación de su ópera "Armida". Resulta lamentable que de esta manera las óperas de Dvorák no llegaran a imponerse en los escenarios mundiales estando el compositor todavía con vida.

Antonín Dvorák, fue un compositor de rango mundial. Independientemente de cosechar éxito por todo el mundo y recibir significativos premios y galardones, permaneció siendo siempre un músico modesto. Lo testimonia una de las cartas que envió al editor alemán, Fritz Simrock, escribiendo:

"Su última carta me causó confusión, puesto que usted se dirige a mí como si yo fuera algo como un dios, lo que no me considero, ni me consideraré jamás. Insisto que, pese a que he viajado por el mundo, he escuchado infinitas ovaciones del público y he recibido varias distinciones, permaneceré siendo para siempre lo que soy en realidad - un simple músico checo".