Zlín, el extraordinario legado de Baťa

Vista desde el rascacielos Baťa en la ciudad de Zlín

La capital de la región de Zlín es una localidad distinta a cualquier otra. Durante la primera mitad del siglo XX pasó de ser un pequeño pueblo a una moderna ciudad en la que todos los trabajadores del gigante del calzado Baťa disfrutaban de los últimos adelantos de la época en sus casas y lugares de ocio. La empresa que más pares de zapatos ha vendido a lo largo de la historia dejó un fascinante legado arquitectónico.

El complejo fabril de Baťa | Foto: Alexis Rosenzweig,  Radio Prague International

Zlín es una ciudad con dos centros históricos. Uno pequeño y antiguo comparable al de otras muchas ciudades y pueblos de la República Checa, y luego está el otro, que hace de Zlín una ciudad única: los edificios de las fábricas, oficinas, viviendas y otros edificios de la empresa Baťa, construidos en la primera mitad del siglo XX, convirtiendo a aquel pueblo en una de las ciudades de más modernas de la antigua Checoslovaquia.

Gottwaldov | Foto: Archivo del ciudad de Zlín

Esa ciudad nueva está hecha básicamente de edificios de ladrillo visto del color rojo típico de las construcciones de Baťa. De la importancia que llegó a tener la ciudad, que hoy día no llega a 80.000 habitantes, habla el hecho de que fuera la elegida por el Partido Comunista para honrar a su primer líder Klement Gottwald, por lo que desde el año 1949 hasta 1989 recibió el nombre de Gottwaldov.

Otrokovice | Foto: Palickap,  Wikimedia Commons,  CC BY-SA 4.0 DEED

En la actualidad, ya no puede ser denominada casi una ciudad industrial, sino más bien postindustrial. En su día no solo albergó la oficina central y fábricas de la empresa que más pares de zapatos vendió en todo el mundo a lo largo de la historia, según publicó el Libro Guinness de los Récords en el año 2004, sino que entre Zlín y la vecina Otrokovice tenían una importante producción, por ejemplo, de neumáticos, los Barum, que sí sigue existiendo, o unas cubiertas para suelos de goma, muy innovadoras y de moda en su día, que recibieron el nombre de Zlinolit. Pero, en realidad, fue rara la industria en la que no entraron, desde la de la construcción a la aviación, la química o la apertura de unos importantes estudios cinematográficos, por citar solo algunos ejemplos.

Foto: Daniel Ordóñez,  Radio Prague International

En 1945, todo el conglomerado fue nacionalizado y en 1949, con el gobierno comunista, pasó a llamarse Svit y comenzó una continuada decadencia mientras que todas las fábricas de calzado que los hermanos Tomáš y Jan Antonín Baťa habían abierto por el mundo continuaban funcionando con gran éxito para la marca Baťa, pero ya sin ningún vínculo con Zlín ni Checoslovaquia.

Todos esos edificios industriales hoy son, por ejemplo, oficinas, tanto de empresas como de la administración local o regional, o el Museo del Sureste de Moravia de Zlín, que, por supuesto está dedicado en gran parte al calzado y al legado de los hermanos Baťa en Zlín y en el mundo.

El tercer edificio más alto de Europa y una oficina en un ascensor

El rascacielos de Zlín | Foto: Město Zlín

Zlín tiene incluso un rascacielos. Aunque a día de hoy ese nombre puede parecer bastante exagerado para un edificio de 17 plantas, cuando se inauguró en 1939 era el tercero más alto de toda Europa después del Edificio Telefónica de Madrid y el Boerentoren de Amberes. El concepto y la propuesta de hacer un solo edificio lo suficientemente grande como para reunir a todos los trabajadores de las oficinas de la empresa, que por entonces eran unos 2000, fue del arquitecto Vladimír Karfík, con las ideas y diseños que traía en la cabeza de Estados Unidos, de donde acababa de llegar.

Hotel Zlín | Foto: Anna Fodor,  Radio Prague International

El rascacielos, con esqueleto de hormigón armado, se realizó en un tiempo récord, ya que la obra se inició a finales de 1936 y para 1938 ya estaba terminado. Entre sus muchos adelantos tecnológicos estaban sus cuatro ascensores de alta velocidad para empleados en los que cabían hasta 25 trabajadores. Tampoco podía faltar un ascensor paternoster, como en cualquier edificio importante que se preciase en aquella época en Checoslovaquia.

Pero la gran curiosidad de este rascacielos es sin duda la oficina de Baťa, que estableció, ni más ni menos, que en un tremendo ascensor para llegar lo más rápidamente posible a todos los departamentos sin casi levantarse de la silla.

Lukáš Snopek | Foto: Daniel Ordóñez,  Radio Prague International

Sin duda, una de las sensaciones de la visita a Zlín es conocer y montarse en este espectacular ascensor que se conoce como la “oficina de Baťa”, aunque en realidad, nunca llegó a ser su oficina y ni siquiera llegó a ser oficina a secas, como explica el guía del Museo del Sureste de Moravia en Zlín, Lukáš Snopek.

“Jan Antonín Baťa nunca llegó a utilizarla, porque la oficina no se terminó hasta 1941, es decir, dos años después de que huyera de Checoslovaquia y se instalara en Brasil. Allí estuvo varios años y nunca regresó a Checoslovaquia. De hecho, el primer Baťa que vio en persona esta oficina fue el hijo de Tomáš Bata, Tomáš Bata Junior, en los años noventa, cuando vino a Zlín después de la caída del comunismo. Pero, al final, esta oficina nunca sirvió como lugar de trabajo”.

No faltaba de nada en la oficina-ascensor. Tiene un gran escritorio con dos teléfonos, un lavabo con agua fría y caliente, persianas eléctricas, un sistema de climatización en el techo... Todo lo que pensaba que necesitaría Jan Antonín Baťa para su trabajo y sus reuniones, incluida una mesa para que la secretaria tomara notas.

Las casas de los trabajadores de Baťa

La empresa Baťa empezó a construir casas para sus empleados ya en 1912 y en pocos años terminó creando una auténtica ciudad nueva con todo lo necesario: escuelas, universidades, residencias, un hospital, tiendas de comestibles para empleados, bibliotecas, restaurantes, un moderno hotel o un cine con una sala para dos mil espectadores. La parte más antigua de la primera barriada para empleados está incluso protegida por ley para que se conserve de la forma más fiel posible a sus orígenes. El resto de casas sí pueden ser remodeladas al gusto de sus propietarios, pero en definitiva, todas siguen caracterizando a la ciudad de Zlín. Sin embargo no era ese el plan original de Baťa, explica Lukáš Snopek.

Foto: Olga Vasinkevič,  Radio Prague International

“La idea no era que esas casas duraran para siempre y por eso las fueron haciendo cada vez más simples. Eran casas que se construían rápido, muy funcionales, para que las rentaran por poco dinero los empleados durante veinte o treinta años antes de que fueran demolidas para hacer en el lugar otras más actuales”.

Pero que se construyeran rápido o se concibieran como una solución provisional, no quiere decir que fueran malas viviendas, sino todo lo contrario. El concepto de Baťa era muy innovador, explica Enrique Gutiérrez, profesor de la Universidad Palacký de Olomouc.

“Lo que está claro es que no hacían solo las fábricas, hacían una ciudad completa. Había restaurantes, ocio de todo tipo y, por supuesto, las viviendas para los trabajadores, que eran viviendas de lujo si tenemos en cuenta que eran los años 20 y que eran también para obreros. Había viviendas para los puestos más altos de administración o gestión, pero también se construyeron viviendas unifamiliares para los obreros y sus familias. Según el nivel dentro de la empresa, tenían una casa entera, o la casa se dividía en dos o cuatro viviendas, pero eran siempre viviendas unifamiliares”.

Enrique Gutiérrez Rubio | Foto: Daniel Ordóñez,  Radio Prague International

Hasta las casas para los obreros de menor calificación contaban con adelantos técnicos aún impensables para la mayor parte de la gente en aquella época, destaca Enrique Gutiérrez Rubio.

“Todo el equipamiento que ofrecían hace 100 años no era normal, ni siquiera en una ciudad como Praga o en cualquier otro sitio, pero estos obreros disfrutaban de agua corriente y calefacción. El hecho de que obreros tuvieran casas con baño dentro de la casa, agua caliente, incluso WC con cisterna, es algo que no había ni siquiera en muchas ciudades, y aquí todas las casas lo tenían ya”.

El sueldo, por otra parte, era bastante alto, y superaba de largo el que obtenía un trabajador en el mismo puesto en otro lugar del país. Pero, luego, además, contaban con un curioso sistema de pago en todos los establecimientos de Baťa, explica Enrique.

“Esos servicios los pagaban con una especie de sistema de tarjeta de crédito, que diríamos ahora. Era un documento en el que iban poniendo cuánto gastaban y luego eso se lo quitaban del sueldo, con lo cual, en el fondo, lo que hacían era muy inteligente, ya que gran parte de lo que gastaban los obreros se quedaba en la empresa, porque era el cine de la empresa, el restaurante de la empresa, las tiendas de la empresa… Entonces, claro, al final, toda la ciudad era de Baťa, básicamente”.

En cualquier caso, el nivel de satisfacción entre la plantilla era altísimo, y eso, sin contar algunos “bonus” inesperados, prosigue Enrique Gutiérrez.

“Durante la Primera Guerra Mundial los trabajadores de Baťa, como hacían las botas del Ejército Austrohúngaro, no podían ser reclutados, así que esos checos que, en gran medida, no querían ir a luchar por el Imperio Austrohúngaro, aunque colaboraran con el Ejército, no tenían que ir al frente”.

Mala conexión

Foto ilustrativa: Kristýna Maková

El problema de haberse desarrollado tanto en tan poco tiempo, es que cuando Zlín creció y se convirtió en la ciudad principal de la región, ya estaba hecha la línea de tren entre Viena y Cracovia, pero esta pasaba a algunos kilómetros de la ciudad. Hasta la fecha, la estación de Zlín es secundaria, así que la ciudad sigue sin estar bien conectada, tampoco por carretera, aunque eso está cambiando poco a poco.

En la región, cabe la pena destacar otros lugares como la preciosa ciudad balneario de Luhačovice, de donde mana la famosa agua mineral Vincentka, que se vende embotellada en toda Chequia; la ciudad de Uherské Hradiště, o Kroměříž, cuyo palacio y jardines están inscritos como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.

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