Vsetín, el palacio de los valacos rebeldes

"En el palacio de Vsetín tocan el cimbalón", dice una canción popular de la región de Valaquia. En el palacio de Vsetín, que visitaremos durante este Radioviaje, ya no tienen hoy un cimbalón, pero por otro lado pueden ver en sus salas una singular colección de muebles de madera combada o un tesoro de bandoleros valacos.

Situado en una colina por encima del río Becva, es fácil de encontrar. El palacio es el edificio más antiguo de la ciudad de Vsetín, en Moravia Oriental. Fue construido a principios del siglo XVII por Lucrecia Neksovna de Landek, que siendo viuda se casó por segunda vez con Alberto de Wallenstein, el posterior famoso caudillo de los ejércitos imperiales durante la Guerra de los Treinta Años.

Debido a que el estilo renacentista italiano del palacio no era apropiado para el clima fresco de la región somontana de las sierras de Beskydy y Javorníky, los nuevos propietarios, procedentes de la casa noble de los Illésházy de Hungría, tapiaron en el siglo XVIII las arcadas en el atrio.

En el año 1823 adquirió el palacio de Vsetín Josef de Wachtler, de Presburgo, que reconstruyó el edificio en estilo clasicista separando el palacio de la ciudad con un parque.

Luego el palacio pasó a ser propiedad de una sociedad anónima belga que lo vendió a la familia Thonet, de Viena, fabricantes de muebles de madera combada.

Hoy en día el palacio de Vsetín se ha convertido en un museo regional que expone, entre otros, todo un surtido de sillas fabricadas con la técnica del curvado de madera. Muchos de los muebles expuestos son prototipos o muestras lujosas destinados a exposiciones internacionales.

Al lado de los Thonet prosperaba en Vsetín otra marca de muebles de madera combada: La empresa Kohn fabricó, por ejemplo, para la exposición universal de París, una mesa de lujo para el cultivo de plantas.

En una vitrina instalada entre las sillas Thonet pueden ver vestimenta y accesorios de moda de las postrimerías del siglo XIX. Destaca entre ellos un vestido de boda blanco acompañado de un parasol. Lo vistió la poetisa Pavla Kricková, madre del compositor Jaroslav Kricka y del poeta y traductor Petr Kricka.

Al lado está expuesta una blusa bordada en estilo Art Nouveau, según advirtió Hana Jaburková, del museo del palacio de Vsetín.

"Perteneció a la señorita Jarosková, oriunda de Vsetín, que la recibió de regalo de Charlotta Masaryková, esposa del primer presidente checoslovaco. La señorita Jarosková trabajó en la casa de los Masaryk como criada y Charlotta le compró la blusa en uno de sus viajes a Capri".

Sin embargo, esta blusa no representa el único lazo entre la familia del presidente y Vsetín. El retratista familiar de los Masaryk fue otro vecino de la ciudad, Frantisek Hlavica. El palacio de Vsetín posee un retrato de Tomás Garrigue Masaryk que Frantisek Hlavica pintó originalmente para el nuevo ayuntamiento municipal.

La estrecha amistad entre el pintor y la familia Masaryk la testimonia, entre otras, la foto que recoge la visita del hijo del presidente y posterior ministro de RR. EE., Jan Masaryk, en el chalet de Frantisek Hlavica situado en Kohútka, en la cresta de la sierra de Javorníky, hoy un popular centro de esquí.

En otra foto aparece Tomás Bata "junior". La viuda del famoso fabricante de calzado de Zlín, Marie Batová y su hijo, compraron el palacio de Vsetín en el año 1938.

En un rincón de la sala del palacio de Vsetín dedicada a la familia de Hlavica, hay colocado un gran reloj astronómico de casa que toca siete melodías diferentes, una para cada día de la semana.

Hablando de relojes. Vamos a retroceder en el tiempo dirigiéndonos a otra sala del palacio de Vsetín, donde nos detenemos ante el retrato de la condesa Marie Ebner von Eschenbach, conocida escritora austríaca de finales del siglo XIX. A veces la comparan con la escritora checa Bozena Nemcová, ya que escribía novelas rurales cuyas protagonistas solían ser mujeres emancipadas, apuntó Hana Jaburková.

"Marie Ebner von Eschenbach era una hábil relojera. Obtuvo incluso un certificado oficial de los relojeros de Viena. Así que es posible que sus manos también hayan reparado el mecanismo de estos relojes de cuadro y de columna que tenemos expuestos aquí".

Marie Ebner von Eschenbach procedía de la familia noble de Dubský, de Moravia del Sur, que estaba emparentada con la familia Kinský, que poseía los palacios de Valasské Mezirící y Lesná, cercanos a Vsetín.

Al comienzo de este Radioviaje les prometimos un tesoro. Volvamos, pues, a los tiempos de la Guerra de los Treinta Años.

Entre los años 1620 y 1644 la región de Valaquia se convirtió en escenario de sangrientas rebeliones. Los habitantes de Valaquia, los valacos, lucharon con sus estacas contra los cañones, mosquetes, pistolas y alabardas de los soldados imperiales. Una maqueta instalada en el palacio de Vsetín representa uno de estos enfrentamientos.

"En el año 1638 el emperador envió a Valaquia una expedición punitiva. Los rebeldes atacaron al ejército imperial en el río Rokytnice, cerca de Vsetín, en un terreno impenetrable cubierto de arbustos, sauces y alisos. A propósito, aliso se decía en el dialecto local rokyta o rokytí, de allí el nombre del río, Rokytnice. Pero, en cuanto a la batalla. Al final, no sonó ni siquiera un disparo. Los soldados se quedaron petrificados, arrojaron sus armas, los valacos se armaron y los soldados injuriados tuvieron que retirarse".

En el año 1644 fue sofocada la última rebelión de Valaquia. Doscientos rebeldes fueron ejecutados en Vsetín y una parte de la población fue obligada a trasladarse a otros pueblos.

Tras la Guerra de los Treinta Años empezó a propagarse en Valaquia el bandolerismo. Se decía que los bandoleros robaban a los ricos y obsequiaban a los pobres. Según las leyendas, muchos de los tesoros robados por los bandoleros permanecen en escondites secretos esperando a ser descubiertos.

Las colecciones del palacio de Vsetín ostentan táleros y groses que proceden probablemente de dicho tesoro bandolero. Las monedas fueron excavadas en las aldeas Hostálková y Zdechov, cerca de Vsetín.

Los valacos fueron poblando la región montañosa de Moravia Oriental desde la segunda mitad del siglo XVI. A la sierra de Beskydy llegaron desde la actual Ucrania subcárpata a través de Eslovaquia. Los valacos eran pastores que se dedicaban sobre todo a la cría de cabras y ovejas.

El rabadán valaco - "baca" - necesitaba, entre otros, un buen bastón, explicó Hana Jaburková.

"Es el llamado bastón de muescas. Podría decirse que se trataba de un antecesor de la calculadora y el ordenador, porque el rabadán marcaba en el bastón todo lo relacionado con su majada, cuántas ovejas habían nacido, cuántos litros de leche había ordeñado y cuánto queso había fabricado..."

O también cuántas ovejas habían caído víctimas de un lobo o un oso. Para prevenir del peligro, los rabadanes utilizaban un tubo largo de madera llamado "hlásnica", que viene del verbo "hlásit" - "anunciar". Su sonido se expandía a lo lejos de una majada a otra, las cuales se encontraban dispersadas por las pendientes de Beskydy.

Los habitantes de Valaquia eran en su mayoría de confesión evangélica y resistían firmemente a la ola de recatolización forzosa que se inició en las tierras checas tras la Batalla en la Montaña Blanca en 1620.

"La gente leía los textos religiosos checos a escondidas, ya que la iglesia católica los confiscaba y quemaba. Hemos encontrado muchos de esos manuscritos evangélicos escondidos tras las vigas en buhardillas de casas antiguas. En la colección de nuestro museo tenemos un edición colorada de la Biblia de Kutná Hora en checo, que fue tapiada en un tilo en la cercana aldea de Nový Hrozenkov".

El movimiento evangélico moravo culminó con la promulgación del Edicto de Tolerancia por el emperador austríaco José II en el año 1781. Con José II desaparecieron de Valaquia también las denominadas tablas de muescas de servidumbre rural, agregó Hana Jaburková.

"Servían para anotar el trabajo obligatorio de los vasallos para sus señores. Se trataba de una tabla que constaba de dos partes que encajaban la una con la otra. Cuando el vasallo cumplía con su deber, el esbirro marcaba una muesca en la tabla. El vasallo se quedaba con una parte de la tabla y el esbirro con la otra. Cuando se juntaban las tablas, debían ser idénticas. Así se controlaba que el vasallo no engañara".

Desde aquel entonces se utiliza en checo la expresión "mít vroubek" - literalmente "tener una muesca", es decir, tener una deuda con alguien.

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