Ucrania, un año de sufrimiento y esperanza

Irina

La ciudad de Zaporiyia habilitó un refugio en uno de sus edificios para dar cobijo a las personas ahora sin recursos llegadas de las zonas ocupadas o en guerra. Sus relatos reflejan el drama de tantas víctimas inocentes del conflicto.

Ira | Foto:Daniel Ordóñez,  Radio Prague International

Mientras que muchos ucranianos pudieron huir al extranjero, a menudo apoyados por algún familiar en el lugar, para muchos otros, especialmente personas mayores, las posibilidades, esto es, las fuerzas y los recursos, eran muy limitadas. Aun así, ante el avance ruso, el miedo o incluso la destrucción de las casas, no quedó otra opción. En la ciudad de Zaporiyia, un antiguo edificio que en su día albergó a funcionarios públicos de viaje de trabajo en la ciudad, fue habilitado rápidamente para acoger a estas personas en un espacio humilde, pero que cubre todas sus necesidades más básicas mientras puedan irse a otro lugar o regresar a sus casas. Una de estas personas, con las que habló Radio Praga Internacional es Ira.

“Tengo 50 años y el 24 de febrero del año pasado, cuando comenzó la guerra, mi hija, que vive en Chequia, me escribió diciéndome que había empezado, que estaban cayendo los primeros misiles. La vida se paró, se detuvo el mundo, nunca en mi vida podría imaginarme que podríamos tener esta amargura en nuestro país. No puedo describirlo, es un terror que te paraliza todo el cuerpo. En este tiempo ha muerto mi madre, todo por culpa de la guerra, porque no había medicinas, tenía diabetes… Todas las farmacias de Berdiansk estaban cerradas, y así siguen”.

Foto:Daniel Ordóñez,  Radio Prague International

Al fallecer su madre, Ira se marchó por fin a Zaporiyia, quedando alojada en este refugio. Pero la mayor preocupación de Ira no es su situación o su futuro, sino su hijo.

“Tengo un hijo de 19 años, estoy muy preocupada por él, pueden llevárselo a luchar. Entiendo que él no va a huir, que defenderá su país si es necesario. Vivimos una pesadilla en la que estamos todo el tiempo, siempre hay alarmas, todos bajamos al búnker, no podemos dormir. Estás esperando a que pase algo y pidiendo a Dios para que no explote nada, no solo aquí en Zaporiyia, sino en cualquier ciudad. Tengo un sentimiento de odio que crece más y más. Al principio me daba miedo este sentimiento. Piensas: Dios mío, los rusos, pero si son personas como nosotros, ¿cómo no pueden entender lo que estamos pasando?”.

Vera | Foto:Daniel Ordóñez,  Radio Prague International

A pesar de todas las penalidades por las que ha tenido que pasar en este año, está convencida de que Ucrania ganará la guerra.

“Creo en la victoria, tenemos ánimo. Si miramos cuántos habitantes tienen Rusia y Ucrania, nunca podríamos ganarlos, pero nosotros estamos juntos, nos ayudamos los unos a los otros. Toda la gente es tan buena. La ayuda es increíble, y estoy muy agradecida a estas personas. Estoy segura de que no nos rendiremos”.

Otra de las personas alojadas en el refugio es Vera, de una localidad en pleno frente de batalla.

Foto:Daniel Ordóñez,  Radio Prague International

“Soy de Guliaipolé. Mi pueblo está destruido. Sobre nuestras cabezas volaban misiles, artillería, balas… Teníamos mucho miedo. Yo hui con mi madre, que tiene 95 años. Cuando empezó la guerra sentí miedo y horror, sobre todo, al pensar en una guerra en el siglo XXI con nuestros hermanos eslavos. Es un disparate por su parte. Pero hemos entendido nuestras raíces, nuestro país. Y por nuestra tierra es por lo que lucha el ejército. Están preparados para morir por su país. Pedimos a Dios que nos ayude a ganar la guerra”.

Nastia | Foto:Daniel Ordóñez,  Radio Prague International

También Irina vive desde hace medio año en el refugio. Pero antes, le tocó pasar otro medio año en su ciudad ocupada por los rusos.

“Yo soy de Energodar, la ciudad de la central nuclear de Zaporiyia. Nuestra ciudad fue ocupada el 3 o el 4 de marzo, hace casi un año. Durante meses viví con los ocupantes, soy una persona mayor, no podía irme. Pero en octubre me fui. No esperaba que el Estado y el ayuntamiento me pagaran la residencia, que nos diera comida, dinero, medicamentos, ropa, buenas palabras… Estoy tan agradecida a todo el mundo, tenemos tanta ayuda de tantos sitios”.

El agradecimiento y la solidaridad afloran en la castigada sociedad ucraniana mientras llega el anhelado fin de la guerra.

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