“Si te apetece hacer algo en la vida lo haces y punto”

Marta Pons

Marta Pons llegó a la República Checa hace cuatro años como turista y después de una visión en el Puente de las Legiones decidió que Praga era su ciudad. Superadas las dificultades de comenzar desde cero en un nuevo país, ahora empieza a echar raíces.

Vistas del Castillo de Praga desde el Puente de las Legiones,  foto: Cristina Martínez Rodríguez
La historia de Marta comienza como la de otros miles de cientos de turistas que visitan Praga cada año. Esta catalana de 32 años vino en Semana Santa a la ciudad. Pero al final de sus vacaciones, mientras se fumaba un cigarrillo en el Puente de las Legiones, con las vistas del Castillo de Praga a lo lejos, Marta pensó que aquello era lo que quería ver cada mañana durante el resto de su vida. Tres meses después de esa revelación, cogía un avión Barcelona-Praga sin billete de vuelta. Aunque su familia no apoyase al cien por cien la decisión que había tomado, la primera barrera real que sintió fue el idioma. Así que lo primero que hizo fue emplear su tiempo y dinero en cursos de checo, pero sus ahorros se esfumaron con rapidez y pronto tuvo que buscar un empleo.

Marta Pons
“El primer trabajo que me puse a buscar fue en restaurantes españoles, porque ya había trabajado de camarera en España. Y me cogieron en uno, bueno me hicieron una prueba en uno. Me tuvieron todo el día trabajando y luego me dijeron que no porque mi nivel de checo no era aceptable. Yo pensaba, bueno llevo aquí cuatro meses. Es evidente que mi checo no es aceptable. Porque entonces no hablaba nada de checo. En ese trabajo me cogieron pero a la semana me llamaron de otro sitio que necesitaban a alguien para hacer de pinche de cocina. Yo me decía, necesito un trabajo, me da igual empezar fregando platos. Porque yo lo que quería era quedarme aquí y ya no tenía dinero. Así que el trabajo me daba igual”.

Aquel sitio era La Casa Blů de Praga. Para poder llegar a fin de mes compaginaba el trabajo en la cocina del bar con el de cuidar niños. Sin embargo, por duras que fuesen las circunstancias, no pensaba en volver.

“Yo tenía claro que quería vivir aquí. Mucha gente me dice ¡qué valor que tienes! Pero de valor nada de nada. Vamos a ver, no tengo familia, no tengo marido, no tengo hijos. Cuando llega un momento en la vida que puedes decidir por ti mismo, que no hay personas de las que seas responsable, ¿qué perdía en venir? El dinero de un billete de avión ¿Y qué?

Vistas de la ciudad Praga,  foto: Cristina Martínez Rodríguez
¿El tiempo que estuve aquí? Si yo venía aquí y veía que no era lo que yo pensaba, que yo estaba mal o lo que fuera, pues te coges otro avión y te vuelves a casa, porque al fin y al cabo, toda mi familia está ahí y mis amigos están ahí. De momento no he vuelto. Llevo ya cuatro años aquí”.

El trabajo como canguro se volvió estable y se pudo permitir dejar el restaurante. Gracias a ello se ha dado cuenta de hacia donde quiere encaminar su vida profesional. Por eso a día de hoy realiza un curso de pedagogia a distancia en el Instituto Hemingway de Bilbao. Así que Marta está dibujando en Praga perspectivas de futuro. Sus amigos checos se sorprenden de que ella no prefiera Barcelona.

Barcelona,  foto: www.sxc.hu,  Lavinia Marin
“Para mí Barcelona es una ciudad preciosa, me encanta Barcelona, pero yo me quedo con Praga. Y eso no lo entiende nadie. Los checos que me conocen me preguntan ¿Pero por qué? ¡Si eres de Barcelona! Aquí la gente lo que quiere es irse para España. Además no es que sea Barcelona, es que España les encanta. Supongo que porque piensan en el sol. Para ellos España es sol. Y yo digo, pero a ver ¡qué en España también llueve!".

Vino para cuatro días y ya han pasado cuatro años. “Ahora tengo dos casas”, dice Marta. La suya es una historia de amor con una visión, un asunto de perseverancia, como cualquier romance y, como todos sabemos, el mundo es de los tozudos.