Se cumplen 110 años del nacimiento de Anastáz Opasek, el abad “travieso” que desafió a nazis y comunistas
El abad Jan Anastáz Opasek fue un hombre valiente. Se enfrentó a los nazis y después a los comunistas, pero éstos últimos lo condenaron a cadena perpetua en un juicio político. En Chequia recordamos el 110 aniversario del nacimiento de un gran luchador por la libertad y la justicia.
El “abad travieso”, como le decían los compañeros en la prisión era un hombre de semblante tranquilo y bondadoso, pero de una firmeza enorme. Durante la Segunda Guerra Mundial ayudó a un sinnúmero de personas perseguidas por los nazis. Para los comunistas, que tomaron el poder en Checoslovaquia en 1948, se convirtió en una persona incómoda que denunciaba las injusticias del nuevo régimen. En declaraciones de hace muchos años atrás describió para la Radio Checa el papel de los dictadores.
“El poder del mal es diferente. No podemos atribuirlo a una nación que sobresale en su peculiar maldad. Sobresale cuando tiene un líder así. Nosotros no pasamos las pruebas que fueron elementales”.
El abad Opasek mantuvo una actitud crítica contra los acontecimientos que llevaron a la opresión de la nación, según recordó en antiguas declaraciones.
“Ocurrió en los años 1938, 1948, 1968. Esa fue cierta cobardía que nos acompañó desde el año 1938 y penetró de lleno en todo el pensamiento y nos llevó a compromisos totales de los valores humanos positivos”.
Opasek se refirió a los Acuerdos de Múnich de 1938 que cedieron a la Alemania nazi parte del territorio checoslovaco, la toma del poder por los comunistas de 1948 y la invasión de Checoslovaquia por fuerzas del Pacto de Varsovia en 1968.
Jan Anastáz Opasek nació hace 110 años, el 20 de abril de 1913 en Viena. Después su familia se mudó a la ciudad checa de Kolín donde vivió de 1919 a 1932. Estudió teología en Praga y Roma, fue ordenado sacerdote en 1938 y un año después se convirtió en el prior del monasterio de Břevnov en Praga.
Nunca se imaginó que la llegada de los comunistas al poder sumergiría al pueblo checoslovaco en un periodo oscuro y doloroso para los defensores de la libertad y la justicia.
“Yo, e incluso mis amigos no conseguimos prever el desastre que venía. Amigos de Ucrania nos aseguraron que sería algo muy malo. Esas noticias nos parecieron exageradas, pero resultaron ser realistas. Y a mí me arrestaron en septiembre de 1949”.
El proceso político contra Jan Anastáz Opasek duró tres días. El veredicto del tribunal comunista fue definitivo, el abad del monasterio de Břevnov fue condenado a cadena perpetua por ser un espía del Vaticano.
El sacerdote católico pasó 11 años en prisión. Se enfrentó a sus carceleros exigiendo mejores condiciones para los reclusos y hasta llegó a robar papas, destinadas a los cerdos de engorde, que después repartía entre sus compañeros. Gracias a una amnistía salió de la cárcel en 1960, pero le fue prohibido ejercer como sacerdote. Un funcionario comunista le recomendó buscara trabajo en una cooperativa agrícola o en una mina. Durante varios años trabajó como obrero de la construcción, pero la invasión de Checoslovaquia, por parte de las tropas del Pacto de Varsovia en 1968, sirvió de impulso para que abandonara el país.
“Y de repente nos ocuparon. Aquello llegó como una inundación. Entonces me decidí y me fui. Cuando lo veo hoy, creo que fue bueno, porque tuve éxito en el trabajo por la libertad de Checoslovaquia”.
A través de Viena, Opasek viajó al monasterio benedictino Rohr, en Alemania. Fue uno de los organizadores de la asociación cristiana laica Opus Bonum, que publicó literatura en el exilio sobre el acontecer en Checoslovaquia.
Después de la Revolución de Terciopelo, que acabó con el comunismo en 1989, regresó al país y comenzó a restaurar el Monasterio de Břevnov que se encontraba en ruinas. En octubre de 1991, recibió el máximo galardón estatal de manos del presidente Václav Havel.
Jan Anastáz Opasek murió en agosto de 1999 durante una visita al monasterio Rohr y se encuentra sepultado en el cementerio del monasterio de Břevnov en Praga.