Romina Contreras, la bailarina chilena que no tiene tiempo para perder

Romina Contreras en Un tranvía llamado Deseo

Si bien la pandemia del COVID-19 hizo mucho daño a la vida cultural de Praga, también tuvo alguna repercusión positiva: la llegada de la bailarina chilena Romina Contreras, que no quiso detener su carrera por el cierre del Teatro Municipal de Santiago. Entre muchos temas, con RPI habló sobre su rol de Tatiana en Oneguin, tan especial para ella, o de su gran recuerdo con una bella coreografía en toples obra de Jiří Kylián.

Romina Contreras | Foto: Pavel Hejný,  archivo del Teatro Nacional de Praga

La chilena Romina Contreras es una de las siete primeras bailarinas del Teatro Nacional de Praga. Se formó en la escuela de baile del Teatro Municipal de Santiago así como en el Conservatorio Nacional Superior de Música y Danza de Lyon, en Francia. Su carrera de primera bailarina del Teatro Municipal de Santiago, sin embargo, se vio interrumpida por la pandemia del COVID-19. La escena permaneció cerrada durante mucho tiempo y ella, consciente de que los años de un bailarín se van volando, no quiso perder tiempo. Así, se vino a Europa para hacer audiciones en Budapest y Praga. Las dos ciudades desearon poder contar con su presencia. La capital checa, sin embargo, fue la que más la atrajo finalmente.

“Praga me fascina como ciudad, y eso ya me llamó mucho la atención. Poder vivir acá es una gran oportunidad y el repertorio de la compañía del Teatro Nacional es muy exigente, pero desafiante, entretenido. Así que decidí quedarme aquí y llevo ya un año y medio. Estoy muy feliz”.

Una princesa y un animal

“El repertorio de la compañía del Teatro Nacional es muy exigente, pero desafiante, entretenido”.

Explica Romina que el repertorio del Teatro Nacional de Praga es desafiante porque se exige tener una técnica clásica muy fuerte, pero también hay muchos desafíos en el aspecto contemporáneo, neoclásico. Estas obras de distintos géneros se ensayan al mismo momento, los ensayos de La bella durmiente o El lago de los cisnes coinciden, a lo mejor, con coreografías de Jiří Kylián o Wayne McGregor, explica la bailarina.

“Entonces el cuerpo tiene esta carga de trabajo desafiante pero también muchas habilidades al mismo tiempo. Eso me parece súper interesante. Es lo que yo quiero hacer como bailarina, poder transformarme, desde una princesa o una hada, que es lo que uno pensaría de un bailarín clásico, a algo más animalesco o una fuerza indescriptible, que es lo que tiene el contemporáneo”.

Romina Contreras en La bella durmiente | Foto: Serghei Gherciu,  archivo del Teatro Nacional de Praga

Recuerda Romina que durante el tiempo en Praga tuvo la posibilidad de ensayar, precisamente, con Jiří Kylián, uno de los coreógrafos y, en general, artistas checos más renombrados a nivel mundial, condecorado por la Academia de Bellas Artes de París.

“Fue maravilloso, tener contacto con Kylián en primera persona es un regalo”, dice la bailarina y sostiene que al bailar una función compuesta solo por sus coreografías vivió una de las experiencias más bonitas. La obra, titulada Kylián – Los puentes de tiempo, contiene una parte muy especial que deja tanto en los espectadores como en los bailarines, según confirma Romina, un recuerdo inolvidable: una coreografía vestidos solo con una falda, tanto hombres como mujeres.

Jiří Kylián | Foto: Tomáš Vodňanský,  Český rozhlas

“Yo estaba bailando en Gods and Dogs y en Bella Figura, que es el ballet donde estamos en toples, con unas faldas rojas que son muy vaporosas, se mueven con los movimientos que hacemos, las llevan los hombres y las mujeres también. Creo que es uno de los recuerdos más bonitos que tengo. Muchas veces, cuando nosotros sentimos mucho en el escenario, es cuando más al público le llega… Es un poco indescriptible, no hay tantas palabras para decir qué es lo que pasa en este momento, pero es una magia que se transmite entre el que está mirando y el que está bailando”.

La danza entre Chequia y Chile

Antes de venir a Praga, Romina pudo trabajar en Chile con Márcia Haydée, artista brasileña de renombre mundial, una de las mejores primeras bailarinas de la segunda mitad del siglo XX y también alumna del bailarín checo Václav Vlček, quien en 1939 se instaló en América Latina, siendo el maestro de ballet en el Teatro Municipal de São Paulo.

Romina Contreras en Beyond Vibrations | Foto: Serghei Gherciu,  archivo del Teatro Nacional de Praga

Viviendo y bailando en Reino Unido, Francia, Alemania y posteriormente dirigiendo el Ballet de Stuttgart, Márcia Haydée hizo muchos contactos en Europa, conectándola con América Latina en lo que se refiere al mundo de la danza.

Así, a Chile llegó también en su momento Filip Barankiewicz, actual director artístico del ballet del Teatro Nacional de Praga. En Santiago se encontraron por primera vez con Romina. La bailarina recuerda que él le dio la oportunidad de bailar el papel de Tatiana en la obra Oneguin, de Piotr Chaikovski con la coreografía de John Cranko, que, hasta el día de hoy, representa para ella un rol muy importante por la oportunidad y también porque es una historia muy humana, muy terrenal, dice.

“Cuando nosotros sentimos mucho en el escenario, es cuando más al público le llega… Es un poco indescriptible, (...) es una magia que se transmite entre el que está mirando y el que está bailando”.

“Creo que ese ha sido uno de los más especiales para mí. También porque lo bailé en Chile y, de hecho, este ballet lo bailé por primera vez con Filip en Chile, con el director de la compañía de acá. Él me dio la oportunidad de bailarlo en Chile siendo yo muy joven para el rol, creo que tenía 20 o 21 años, y es un rol que, normalmente, se le da a bailarinas más experimentadas porque es muy histriónico, necesitas entender muy bien la actuación para poder transmitir. Entonces poder bailarlo aquí unos años después fue muy especial”.

Praga, ciudad en el centro de la cuna del ballet

Romina Contreras | Foto: Martina Kutková,  Radio Prague International

Añade la bailarina que el contacto entre los bailarines y coreógrafos a nivel internacional es muy importante y que el legado de los artistas destacados corre de boca en boca. De ejemplo puede servir la colaboración con Márcia Haydée quien estuvo muy cerca de John Cranko y “el milagro del ballet de Stuttgart”, trayendo este legado al otro lado del Atlántico. “Es muy valioso, aprenderlo significa que ahora tenemos un tesoro que quizás nos tocará a enseñar a otros un día”, dice Romina.

“Yo diría que Europa es la cuna y por eso me trae mucha satisfacción poder trabajar aquí porque la gente está muy cerca. Por ejemplo, a veces tenemos coreógrafos que trabajan normalmente en Italia, viniendo a Praga por unos días, o coreógrafos que trabajan en Montecarlo y vienen también, o en Alemania. Praga está en el centro de Europa y es un beneficio muy grande para la compañía”.

“Creo que poder haber llegado a esta posición aquí ya es un gran sueño cumplido para mí”.

Lo que aprecia la bailarina en Praga también es que ve el teatro siempre lleno, a pesar de que el Teatro Nacional de Praga cuenta con cuatro escenarios en cuatro edificios distintos en los que se llevan a cabo funciones de teatro, danza y ópera al mismo tiempo. Opina que los checos están muy interesados y que, asimismo, el Teatro Nacional de Praga es muy accesible. Bajo dadas condiciones, ir ahí se vuelve una necesidad para los espectadores que, tal vez, ven repetidamente la misma función.

Concluye la bailarina que piensa permanecer por el momento en la capital checa y disfrutar de que esté viviendo su sueño de niña. Eso sí, siempre hay que seguir trabajando y desarrollando las capacidades de uno.

Romina Contreras en Romeo y Julieta | Foto: Serghei Gherciu,  archivo del Teatro Nacional de Praga

“Todos hacemos un trabajo, todo el equipo hace mucho trabajo. Muchas veces suena muy interesante el nombre del rol de primer bailarín, pero cada una de las personas que están en el escenario crean la atmósfera, crean la obra en sí, cuentan la historia. Creo que poder haber llegado a esta posición aquí ya es un gran sueño cumplido para mí. Pero, obviamente, me gustaría seguir desarrollándome y creo que como bailarín nunca terminas de aprender. Siempre hay nuevos desafíos. En el fondo te sigues fortaleciendo, entendiendo tu cuerpo, sabiendo cómo trabajar con diferentes personas. Creo que, por el momento, me gustaría quedarme en Praga”.

Romina Contreras en El cascanueces | Foto: Serghei Gherciu,  archivo del Teatro Nacional de Praga

Si es que la bailarina pudiera desear algo, le gustaría interpretar en el futuro el ballet Manon de Kenneth MacMillan y poder trabajar en más obras de Jiří Kylián.

Por el momento, los espectadores pueden disfrutar del talento de Romina Contreras, por ejemplo, en La bella durmiente, El cascanueces, Un tranvía llamado Deseo, Oneguin, La Cenicienta, Romeo y Julieta, o en una función compuesta por las coreografías de Forsythe, Clug y McGregor.

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