Rock alrededor del reloj astronómico
Además de trabajar como curador de exposiciones en el Museo Pop, Radek Diestler es el autor del libro Praga Beat, un impresionante recorrido por todos los rincones de la capital checa en los que, durante la segunda mitad del siglo XX, se respiraba el rock and roll. Los mejores clubes y conciertos de la historia, el rock como espacio de protesta contra el comunismo y la importancia de Praga como ciudad beat en el marco de Europa Central son algunos de los temas que desarrolla Diestler en esta entrevista.
La contratapa del libro Praga Beat (Academia) de Radek Diestler concluye diciendo que, luego de visitar todos los rincones de la capital checa vinculados con el rock and roll, “terminaremos en el cementerio, como todos los demás”. A pesar de ser una típica humorada checa, la frase no deja de apuntar a que un libro como este hacía falta teniendo en cuenta que la muerte de algunos protagonistas de la escena fue poniendo en peligro el acceso a cierto tipo de información. De hecho, por ese mismo motivo nació también el Museo Pop de Praga, un sitio que un grupo de amigos y fanáticos del rock lograron crear en el año 2000 y en el que Radek Diestler trabaja, actualmente, como curador y documentalista.
“El Museo Pop hace lo que hemos expresado en nuestros estatutos, es decir, preparar exposiciones sobre distintos temas como, por ejemplo, sobre algunas de las personalidades más experimentadas de nuestra música popular checa o de algunos eventos importantes como algunos festivales de música y, al mismo tiempo, tiene como objetivo recopilar documentos y ponerlos a disposición del público”.
Cuenta Diestler que el libro Praga Beat tuvo una génesis bastante larga: empezó a surgir más de diez años atrás cuando, en un encuentro con su amigo Michal Jareš, reconocido historiador literario, se les ocurrió hacer un libro sobre portadas de discos. Jareš no tardó en hacer llegar la propuesta a la editorial Academia que tiene una serie de libros guía y, luego de un intercambio, llegaron a la idea de hacer una guía de Praga que recorriera los lugares más emblemáticos del rock and roll.
“Así que me sumergí en las revistas de música, en mis colecciones personales, en las colecciones del museo. Siempre me acuerdo de ese horroroso invierno de 2021, cuando tuvimos que encerrarnos en cada distrito y había que trasladarse por Praga de forma casi clandestina. El museo permanecía cerrado todo el día y yo me pasaba el tiempo estudiando los libros y archivos de aquí que luego me llevaba a casa para seguir trabajando. Y así, de a poco, se fue creando el libro que, la verdad, llevó mucho tiempo. Pero a principios de 2022 ya estaba más o menos listo y, luego de un año, ahora está aquí”.
Explica Diestler que, en plena investigación, le daba mucho ánimo ponerse a pensar que semejante esfuerzo valía la pena, entre otras cosas, porque internet constituye un medio de almacenamiento bastante traicionero teniendo en cuenta que, tal como él mismo dice, lo que pensamos que estará disponible para siempre, muchas veces desaparece en apenas un par de años. Sobre todo, aquellas cuestiones específicas que atañen a un estilo musical que, si bien llegó a ser una forma de vida, en su opinión tiene cada vez menos vigencia.
“A fines de los años noventa, el rock comienza a vivir una larga agonía, pero eso no significa que la importancia de la música rock en Chequia haya sido marginal”.
“A fines de los años noventa, el rock comienza a vivir una larga agonía, pero, por supuesto, eso no significa que la importancia de la música rock en Chequia haya sido marginal, aunque tampoco juega un rol tan preponderante como el que supo tener en la década del ochenta o a principios de la del noventa antes de ser parcialmente eclipsada por la música electrónica”.
Entiende Diestler que el rock llega a la por entonces Checoslovaquia a mediados de la década del cincuenta, pero recién toma una forma más clara y autónoma en los sesenta. No obstante, como algunos sectores se habían encargado de demonizar el concepto de rock and roll, cuenta Diestler que los medios de comunicación empezaron a usar el término “beat” como una especie de eufemismo, sin el matiz peyorativo con el que, en su momento, cargaba el rock. Sin ir más lejos, asegura Diestler que en todas las revistas musicales checas de la década del sesenta se utiliza la palabra “beat” y recién a mediados de los setenta la expresión “rock and roll” empieza a recuperar un poco de terreno. Otra aclaración interesante es que, en su opinión y contra lo que podría llegar a pensarse, no sería del todo justo considerar a Praga como la capital del rock de Europa Central.
“No creo que, en materia de música rock, Praga haya sido más importante que Varsovia o Budapest, ciudades en las que también circulaban con frecuencia las bandas extranjeras y, de hecho, durante la década del ochenta, muchos checos solían ir hasta Budapest para ver a esas bandas extranjeras que no llegaban quizás a Praga. Luego eso fue cambiando a fines de los ochenta. Sin embargo, eran bastante frecuentes las peregrinaciones en bus a Budapest de cientos de checos para poder ver bandas de rock que aquí no llegaban como Genesis, Deep Purple o Iron Maiden”.
Aunque a partir de la década del noventa, Praga recibió a varios grupos de primera línea como, por ejemplo, The Rolling Stones, Diestler considera que, en materia de rock, Budapest siempre estuvo un paso adelante y en lo que respecta al jazz, la ciudad más privilegiada, en su opinión, fue Varsovia. En cuanto a otras ciudades checas, menciona que Ostrava tuvo una faceta muy rockera en la inaugural década del sesenta, mientras que, a mediados de los años ochenta, surgió en Brno una muy interesante escena de rock alternativo. Por otro lado, confirma Diestler que la actitud de protesta contra el régimen comunista siempre estuvo muy presente en el desarrollo del rock en Chequia, aunque algo parecido podría decirse de otros estilos musicales.
“Durante la escritura del libro me asombró que, a finales de los años sesenta, cuando cayó el monopolio de la Unión de la Juventud Checoslovaca sobre el modo de vida de los jóvenes, empezara a surgir en la ciudad, de repente, un número increíble de clubes de música, realmente increíble para los estándares de la época. En esos sitios, no solo sonaba rock sino que la gente se reunía y se hacía todo lo que se hace en un club, a tal punto que en la revista Mladý svět había una sección que me encantaba sobre pequeños clubes que ha funcionado desde 1969 hasta fines de los años setenta. En esa sección se mostraba cómo iba apareciendo siempre un nuevo espacio en Praga 4 o en Praga 6, un nuevo club en el que se organizaban conciertos, por lo general, de una banda local cuya importancia quizás no trascendía el área de su vecindario, pero ahí tenían lugar las cosas que convierten a un lugar en un club y me sorprendió ver que algunos ejemplares mencionaban la aparición de dos clubes que, básicamente, quedaban a la vuelta de la esquina”.
“Durante la década del ochenta, muchos checos solían ir hasta Budapest para ver a esas bandas extranjeras que quizás no llegaban a Praga”.
Aclara Diestler que, a pesar de semejante proliferación, esos clubes no solían sobrevivir mucho tiempo porque, en la mayoría de los casos, se trataba de un espacio a veces incluso abandonado que descubría un grupo de adolescentes de un barrio en particular y lo utilizaban para organizar encuentros, tocar y escuchar un poco de música. En cuanto a los reductos rockeros más destacados dice Diestler que, en la década del sesenta, solían encontrarse muchos de ellos en el centro de Praga. El más emblemático era el club Olympic, aunque Smíchov también se hacía notar a través de sitios como el famoso pub Futurum. De a poco, en los años ochenta, comenzaron a aparecer otros sitios en lugares más lejanos como Opatov, Dejvice, Ládví o Prosek, aunque la escena en esas zonas más apartadas de la ciudad recién comenzó a explotar en la década del noventa. Y si bien la escena rock está ahora en peligro de extinción, no deja de ser interesante pensar qué lugares mantienen hoy algo de su impronta.
“No creo ser la mejor persona para contestar esa pregunta porque ya soy una persona mayor y estoy tan cargado de trabajo que no suelo salir mucho a ningún lado, pero me da la impresión de que sigue teniendo un rol muy importante el Cross Club de Holešovice o Underdogs’ en Smíchov, que también tiene un espacio funcional y bastante interesante. Por otro lado, sigo pensando que algunos de los negocios que se crearon en los noventa siguen funcionando bien como Hard Rock Cafe, Lucerna o Futurum, que se renovó y creo que, desde el año 1998, ha estado abierto ininterrumpidamente”.
Otro sitio que recomienda Radek Diestler es el Café v lese en Vršovice. En cuanto a las bandas de rock checas, menciona, por ejemplo, a Flamengo, aunque afirma que la más notable es Olympic, banda que, dicho sea de paso, se llama así por el local. De todos modos asegura que, en su opinión, una figura ineludible del rock checo desde los 60 años hasta el presente es Vladimír Mišík, un cantante con una voz inconfundible. Desde muy joven, Radek Diestler empezó a trabajar en revistas de música y eso le permitió ir a la mayoría de los grandes recitales de rock que tuvieron lugar en Praga desde la Revolución de Terciopelo. En su podio de conciertos inolvidables ubica al de Pražský výběr en 1987, el primero de Bob Dylan el 16 de julio de 1994 en Sportovní Hala, y el de Patti Smith en el Palacio de Cultura en 1996.