“Organizar a los trabajadores de las fincas bananeras le puede costar la vida a uno”
Un congreso internacional en Praga trató la delicada lucha de los trabajadores de las plantaciones bananeras por mejorar sus pobres condiciones laborales. Expertos y analistas de todo el mundo señalaron a las cadenas de supermercados y, por ende, al propio consumidor, como el primer responsable de una explotación difícil de combatir.
Noé Antonio Ramírez Portela, secretario general del Sindicato de Trabajadores Bananeros Liberal de Izabal (SITRABI), en Guatemala, abordó una de las claves del problema en su país, la indefensión de los trabajadores ante las grandes multinacionales.
“Hablar a los patronos, productores, especialmente de bananos, en algunas áreas del país, específicamente en la costa sur de Guatemala, es algo muy delicado. Hacer el trabajo de organizar a los trabajadores en sindicatos le puede costar la vida a uno. Ellos consideran que cuando los trabajadores se organizan tienen que mejorar los pactos colectivos y mejorar las condiciones sociales y económicas de los trabajadores, que es tocar el bolsillo de los productores, que no quieren desembolsar más plata”.
La organización que dirige Noé Antonio Ramírez, lleva desde 1947 mejorando las condiciones de los afiliados, cuenta. Pero en su propia piel ha experimentado la peor cara de la pugna entre trabajadores y empresas.“Hemos venido cada tres años negociando los pactos colectivos, pero luego hubo problemas sobre un allanamiento en el que un grupo del pueblo secuestró a nuestros dirigentes, que tuvieron que irse al exilio. Cuando se reorganizó el sindicato, aparecieron las amenazas de muerte, especialmente para mí. En 2007 asesinaron a mi hermano. Él era secretario de Deportes y Cultura del sindicato. Por poner la denuncia al Ministerio Público para esclarecer el móvil del asesinato se intensificaron las amenazas de muerte para mí”.
En 2011, otros seis miembros y antiguos miembros del sindicato fueron asesinados. Noé A. Ramírez consiguió finalmente que desde la administración le asignaran seguridad personal, pero esta varía dependiendo del color político del Gobierno y actualmente es insuficiente, asegura.
Las grandes productoras estadounidenses cierran plantaciones del norte de Guatemala cuando los trabajadores se organizan y se llevan la producción al sur, mucho más pobre, donde vuelven a campar a sus anchas, dice Noé A. Ramírez, que también es miembro de la Coordinadora de Sindicatos Bananeros e Industriales de Latinoamérica.Por su parte, en la República Checa sigue sin existir la posibilidad de adquirir bananos producidos cumpliendo con ciertas garantías de cara al trabajador, explica la encargada de prensa del congreso, Barbora Mrázková.
“Hay negociaciones, pero la situación es bastante difícil. Vamos a ver, porque ahora tenemos una visita de Panamá, de una cooperativa muy pequeña, que se va a encontrar con representantes de las grandes lonjas de los supermercados. Es algo complicado porque los supermercados cada vez tienen más poder y los productores cada vez menos. Los supermercados no cumplen y no tienen intención de hacerlo. Es una tendencia muy negativa”.
Al final de la cadena se sitúa el consumidor, cuya conciencia también es responsable, dicen los expertos llamados al congreso de Praga, de llegar a mejorar las condiciones de vida de los trabajadores de las fincas bananeras a cambio de pagar un precio un poco más alto por la fruta que contenga el sello de comercio justo.