Relojes Prim, simplemente indestructibles
La legendaria relojería Prim surgió en 1949. Por entonces, Checoslovaquia era uno de los ocho países en todo el mundo que fabricaba relojes de pulsera en serie. Aunque todo parecía indicar que este legado iba a desaparecer a finales del siglo XX, consiguió revivir y sigue siendo un referente de calidad.
Tradición, emoción, orgullo. Estos son los lemas de la marca Prim, fabricante de los legendarios relojes checoslovacos y, posteriormente, checos que se siguen produciendo en la ciudad de Nové Město nad Metují en la actualidad.
Aleš Vernar, director del departamento de comercio de la empresa Elton, fabricante de los relojes Prim, habló sobre la producción actual en entrevista para la Radio Checa.
“En la actualidad existen 20 empresas en todo el mundo que son capaces de fabricar un reloj mecánico. Hasta el día de hoy lo hacemos todo nosotros. Diseñamos los relojes, los fabricamos, y los vendemos. Nos basamos en el ADN de nuestros modelos, mantenemos la tradición desde el comienzo de la compañía en 1949, es decir, la pureza, la sencillez y el diseño”.
Comienzos de la relojería checoslovaca
Aunque la historia de Prim comenzó después de la Segunda Guerra Mundial, el pasado de la relojería en territorio checo es más largo. La producción de relojes en serie arrancó en Chequia a finales del siglo XIX gracias a las filiales de dos compañías alemanas, Schlenker & Kienzle y Gustav Becker. Después del nacimiento de Checoslovaquia en 1918, el país contaba con varias empresas de relojería, pero la fabricación de relojes de pulsera y de bolsillo, sin embargo, era algo que pocos relojeros producían por unidades.
En 1930, la relojería de Gustav Becker fue comprada por la compañía alemana Hermanos Junghans. Ocho años más tarde se firmó el Acuerdo de Múnich, por el que las tierras checas fronterizas con Alemania entraron a formar parte del III Reich, incluida la ciudad de Broumov, dónde se situaba la filial checa de los Junghans.
Los hermanos renombraron la fábrica, que pasó a llamarse Messap, pero la denominación no fue lo único que cambió. La tarea principal de Messap a partir de este momento era producir piezas para obuses. Unos 150 checos y 500 mujeres judías de Silesia tuvieron que fabricar ahí hasta 7000 piezas de relojería para los obuses al día durante la Segunda Guerra Mundial. Por otro lado, era en Messap donde se formaba el personal especializado, por ejemplo ajustadores mecánicos de máquinas herramienta, lo que conforma el núcleo de cada empresa de relojería.
Surgimiento de Prim
El Estado checoslovaco de posguerra confiscó las fábricas de los hermanos Junghans al mismo tiempo que nacionalizó a los demás productores de relojes. En 1946 se creó la empresa Chronotechna que contaba con dos filiales en las ciudades de Šternberk y Nové Město nad Metují. Desde 1949, la segunda tuvo un objetivo principal: producir relojes de pulsera en serie. Los relojeros empezaban desde cero, el primer modelo surgió en 1952, pero continuó años desarrollándose y pasando por distintas pruebas. El lema de los relojeros era simple, fabricar relojes precisos, fiables y resistentes. Y lo consiguieron, según confirmó a la Radio Checa el relojero y autor de un libro sobre los relojes Prim Libor Hovorka.
“Funcionan. Eso es una de las características de los relojes Prim que pueden encontrar en los cajones de muchos hogares. Se dejaban en el cajón cuando uno se compraba un reloj nuevo, pero no porque dejaran de funcionar. A veces uno volvía a ellos cuando el reloj nuevo se quedaba sin batería. Pienso que en cada hogar checo pueden encontrar relojes Prim”.
El Estado decidió juntar todos los relojes fabricados en Checoslovaquia bajo el nombre Prim en 1958. Entonces Checoslovaquia era uno de los ocho países de todo el mundo que producía relojes de pulsera en serie junto con Suiza, Francia, Reino Unido, EE.UU., las dos Alemanias, Japón y la URSS.
El modelo más famoso de Prim recibió el nombre de Orlík. Originalmente fue fabricado para el ejército y se hicieron solamente 300 piezas. Entre los expertos se le suele llamar el grial de los coleccionistas, llegando al precio de 5000 euros. Consiguió tener la fama de un reloj indestructible, como confirma Hovorka.
“Cuando recopilaba material para mi libro sobre relojes, también hablé con el Instituto de Historia Militar de Praga y conseguí obtener una carpeta de materiales que tenían que ver con el modelo Orlík. Ahí había apuntes de los soldados que habían obtenido el reloj para probarlo y verificar si servía a los propósitos del ejército. Un coronel describe ahí que una vez congeló el reloj, porque según la descripción técnica tenía que aguantar hasta -15°C, así que lo congeló. Pero cuando lo volvió a sacar, le daba pereza esperar a que se descongelase, así que lo puso en una olla con agua al fuego. Se fue. Cuando volvió, el agua estaba hirviendo. Y el reloj sobrevivió y seguía funcionando”.
La empresa de relojería prosperaba hasta 1989, año de la Revolución de Terciopelo y transición a la democracia. En la mitad de los años 90 quebró. Sin embargo, al principio del nuevo milenio revivió y volvió a registrar éxitos en el extranjero, sobre todo en EE.UU., la UE y Asia. Hoy en día los relojes se siguen fabricando en la ciudad de Nové Město nad Metují y los relojes de Prim forman parte de los regalos oficiales de la cancillería del presidente y la Oficina del Gobierno para las visitas del extranjero.
Según confiesa Libor Hovorka, la amenaza actual de la relojería tradicional son los relojes inteligentes. “En la relojería se aplica la regla de que si un relojero sabe hacer bien su oficio, nunca le irá mal. La cuestión es, qué es lo que van a hacer los relojes inteligentes con este oficio. Pero a mí no me da miedo. Creo que los relojes mecánicos perdurarán”, concluye.
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