Monika Brenišínová, una especialista checa en el arte latinoamericano
Desde que, de niña, supo de Latinoamérica la vida de la profesora Monika Brenišínová cambió para siempre. Sobre todo, a partir de un viaje iniciático a México, el país que, en su opinión, tiene la mayor riqueza cultural del mundo. En esta entrevista, la investigadora checa que hizo tanto del arte precolombino como del contemporáneo su objeto de estudio nos habla de las tendencias actuales y nos revela por qué, algunas veces, los checos pueden malinterpretar el arte latinoamericano.
Coautora con la profesora Markéta Křížová del libro Historia del arte latinoamericano, la investigadora Monika Brenišínová viene de publicar un volumen compilatorio sobre la utopía, un concepto que, en muchos aspectos, vincula a Europa con Latinoamérica. Además, está reescribiendo su tesis doctoral con el objetivo de publicarla, algo que, en su opinión, puede ser aun más complicado que ponerse a escribir de cero. Y viene de obtener con su grupo de trabajo una subvención de una agencia checa para escribir un ensayo sobre la situación de las mujeres en América Latina durante la época colonial. Además de ser una de las más importantes investigadoras checas en el ámbito del arte latinoamericano, Monika Brenišínová es de esas personas capaces de desarrollar su creatividad sin resignar rigor académico.
“Sí, sí, lo pensé… lo pensé cuando decidí entrar al mundo académico: hice varias reglas, como trabajar solo con la gente que está en la misma onda que yo, por ejemplo al contactar a alguien del mundo académico escribo como Monika y si no le gusta, no le gusta, y significa que no necesito a ese tipo de gente en mi vida y parece que eso funciona: tengo un círculo de académicos a mi alrededor que tiene la misma mirada sobre la vida”.
Además de sentir atracción por las reglas y fundamentos que implica el lenguaje académico, apenas empezó a dar clases Brenišínová tuvo en claro que ella no quería enseñarle a sus estudiantes fechas, datos concretos ni todo eso que hoy puede encontrarse con facilidad en internet. Su objetivo era, por el contrario, abrirles la cabeza, ayudarlos a pensar, provocarles algo similar a lo que había causado en ella su primera aproximación a Latinoamérica.
“Yo descubrí América Latina a los seis, siete años, cuando salió en República Checa el libro Nuevo Mundo (Nový Svět) de un grupo de historiadores escandinavos, era para niños pero muy bueno desde el punto de vista académico y con muchas ilustraciones sobre los aztecas y los mayas, y para mí fue como... ah, eso sí me interesa…”.
Aquel libro que, enseguida, logró deslumbrarla traía mucha información sobre las culturas precolombinas, un tema que terminaría adquiriendo un lugar central en sus investigaciones. Pero el aprendizaje del idioma español, en cambio, llegaría muchos años más tarde.
“Empecé a aprender el español recién en la Universidad y luego fui por primera vez a México cuando tenía 27 años, bastante tarde, y creo que México sí me cambió la personalidad porque tenía miedos y cuando viajas tienes que ser abierto y creer en la gente”.
Brenišínová asegura que aquel primer viaje, que luego repetiría en otras circunstancias, fue algo así como un punto bisagra, una experiencia tan dura como positiva que, según ella misma explica, la obligó a dejar de ser un ratón de biblioteca para empezar a entrar en contacto con la gente. Las costumbres a la hora de relacionarse a nivel social fueron uno de los aspectos que más le llamó la atención de los mexicanos, y donde más diferencias culturales encontró con respecto a los checos.
“Hay muchos conceptos diferentes, con mis amigos mexicanos nos quedábamos cada noche en un restaurante y yo siempre quería saber qué ibamos a hacer mañana y uno de ellos un día se enojó mucho y me dijo: Monika, por favor, ¿puedes dejar de hacer esas preguntas? Mañana es mañana, esa es una diferencia entre los europeos y latinos”.
Otra gran diferencia que notó es la tendencia de los mexicanos a hacer filas en supermercados, bares y negocios, algo que, en su opinión, los checos siempre tratan de evitar. Además de ser el país que más la influyó, entre otras cosas, por su gran variedad de platos que ella misma aprendió a cocinar, Brenišínová considera que México es el país con más riqueza cultural de todo el mundo, un lugar donde siempre se siente acompañada a pesar de lo solitario que suele ser el ámbito académico. Y aunque está muy agradecida con su familia por darle tanto valor a la educación universitaria, reconoce que también sentía, de niña, cierta inclinación por la práctica artística.
“No me dieron la oportunidad de dedicarme al arte ni a la música y luego estudié Historia del arte en la Universidad y me dediqué, lo que suena un poco triste pero es lo opuesto, a la representación de la muerte y el Juicio Final en el arte de la Edad Media en la República Checa”.
Brenišínová explica que ese tema la apasionó porque cuando alguien intenta representar el fin del mundo necesariamente muestra hasta el más mínimo detalle su propia cosmovisión. Para los estudios de posgrado decidió dedicarse al mismo tema pero en México y así descubrió los conventos mexicanos que, en el siglo XVI, pintaban artistas indígenas con referencias cristianas, generando así un interesante sincretismo. Entre las posibles semejanzas una de las que más la sorprendió fue que, al pintar algunos animales exóticos como elefantes, los indígenas utilizaban el modelo de los libros de los conventos, al igual que los checos, que tampoco conocían directamente la mayoría de los animales que pintaban. Por otro lado, Brenišínová está interesada también en el arte latinoamericano actual, donde, tal como explica, encuentra algunos temas recurrentes.
“Aunque puedes encontrarlos también en el arte de Europa y de Estados Unidos, algunos temas son muy propios del arte latinoamericano como la identidad y la vida en el extranjero porque, por la historia complicada de muchos de sus países, mucha gente vive en Europa o Estados Unidos, sobre todo los artistas porque el mercado del arte no está tan desarrollado y por eso es complicado dedicarse al arte y sobrevivir, aunque hoy es un poco mejor. Pero muchos artistas dedican sus pinturas a lo que significa ser mexicano, argentino o latinoamericano en general”.
Brenišínová cree que lo que más se conoce en Chequia del arte latinoamericano es, por un lado, la arquitectura de Oscar Niemeyer y Félix Candela, y, por el otro, las obras de Diego Rivera y Frida Kahlo, pero no tanto por el arte en sí sino por las películas y su fama personal.
“No sé si realmente conocen los checos las pinturas de Diego Rivera, tal vez las de Kahlo que están muy comercializadas, de Diego Rivera conocen sobre todo la figura debido a Frida Kahlo, pero no creo que la gente checa conozca el muralismo como tal”.
En ese sentido, agrega Brenišínová, que muchas veces el peso de la época comunista en Checoslovaquia hace que se descontextualice el muralismo porque, en esa época, había una ley que obligaba a los arquitectos a incluir en los edificios cierto porcentaje de decoración artística. Ese es el motivo por el que, según Brenišínová, algunos checos tal vez desprecian el muralismo mexicano y lo ven bajo el filtro de su propia experiencia.