La huida de Zakia, la mujer afgana que viajó de Kabul a Praga
Casi tres meses después del ascenso al poder talibán, el futuro de Afganistán es toda una incógnita. Zakia, mujer afgana con residencia permanente en Chequia, a quin los acontecimientos de agosto sorprendieron en Kabul, es una más de tantas historias que hablan de la huida de la pobreza y el terror.
El 15 de agosto la ciudad de Kabul, capital de Afganistán, caía en manos de los talibanes. Un episodio histórico dentro de un conflicto que se remonta a décadas atrás. El ascenso talibán supone incertidumbre, un nuevo comienzo y un retroceso a tiempos pasados de mal recuerdo para muchos, especialmente para las mujeres afganas.
De hecho, cruzamos la frontera, la cruzamos realmente. Sin embargo, cuando revisaron los documentos y encontraron que faltaba un papel, dijeron que teníamos que regresar.
Muchos afganos han decidido permanecer en el país, tratando de enfrentar la precaria situación. Otros han optado por abandonarlo en busca de algo mejor. En sus testimonios y vivencias se encuentra el mejor retrato de la convulsa Afganistán actual, de sus desafíos y de su futuro. Una de esas historias es la de Zakia, una mujer afgana que ha vivido un largo viaje desde Afganistán hasta Chequia, país en el que reside. Ya a salvo, contó a Radio Praga Internacional su vivencia personal de los acontecimientos que estremecieron al mundo y su viaje.
El viaje
“Hay dos cruces fronterizos principales. Uno está en Kandahar, que la gente a menudo cruza también solo para sus actividades diarias, pero ahora está cerrado. Intentamos cruzar desde Torkham, donde hay puestos de control talibanes y paquistaníes. No tuvimos problemas al pasar por los puestos de control de los talibanes. Simplemente nos dejaron pasar. Fue extraño, porque incluso teníamos algunos papeles de la Embajada de Pakistán. Solo nos faltaba un documento. De hecho, cruzamos la frontera, la cruzamos realmente. Sin embargo, cuando revisaron los documentos y encontraron que faltaba un papel, dijeron que teníamos que regresar".
Su viaje hasta Chequia fue de todo excepto sencillo. A los miles de kilómetros que separan Kabul de Praga se le unen las trabas y dificultades de un país con el contexto del afgano. Finalmente consiguieron abandonar el país vía aérea.
Tuvimos mucha suerte de que los vuelos comerciales comenzaran a salir de Kabul a Islamabad, la capital de Pakistán. Logramos conseguir asientos en el primer vuelo. Volamos a Islamabad y luego tomamos otro a Doha, en Catar. Desde allí pudimos volar a Praga.
“Intentamos salir de Afganistán a través de diferentes fronteras. Intentamos cruzar las de Pakistán y Uzbekistán por carretera. Desafortunadamente, no nos permitieron pasar, a pesar de que teníamos toda la documentación en regla. Tuvimos mucha suerte de que los vuelos comerciales comenzaran a salir de Kabul a Islamabad, la capital de Pakistán. Logramos conseguir asientos en el primer vuelo. Volamos a Islamabad y luego tomamos otro a Doha, en Catar. Desde allí pudimos volar a Praga”.
La incertidumbre del nuevo régimen
El relato de Zakia comienza en un país sumido en una guerra que hizo caer al régimen establecido. Tras esto se abrió un período de incertidumbre entre la población mientras la comunidad internacional observaba expectante. Zakia habló sobre esos días.
“La primera semana estaba un poco asustada, pero salí de casa a la semana siguiente. Iba completamente cubierta, por lo que no fue un problema. Además, mientras estuve allí, no noté ningún problema con respecto a la ropa de las mujeres, así que fue una buena experiencia. Espero que nadie tenga problemas allí. Empecé a salir como antes, a ir de compras, por ejemplo. Por supuesto, cuando salías, podías ver la diferencia. Había menos gente. Menos trabajo. Había mucha gente pobre; mucha gente que se ve que necesita ayuda".
El nuevo régimen supone un gran cambio para Afganistán. El país vivió en los últimos años una espiral de tensiones e inestabilidad que terminó por explotar. A la inestabilidad se une la incertidumbre, que reina entre la población. Los afganos piensan en si podrán desempeñar sus empleos, hacer funcionar sus negocios o percibir su salario.
La razón por la que la gente estaba triste cuando los talibanes tomaron el poder fue por la libertad. Ahora tienen una libertad limitada. Antes de eso, tenían democracia.
“Los precios han subido. La gente no recibe su salario. No los habían recibido del gobierno anterior ni de los talibanes. Tengo primos que tienen una tienda de ropa. Cuando los visité, estaban allí con mucha menos gente entrando a comprar. En cuanto a los pobres, no eran solo las personas que habían venido o habían huido a Kabul debido a la guerra, sino también los lugareños. En este momento, el 70 por ciento de la población está pensando en cómo conseguir alimentos y cómo manejar su vida”.
"Nos vemos de pie en un desierto desde el que no se puede ver nada cuando miramos a nuestro alrededor"
Al margen del plano económico, la ideología talibán supone también cambios en otros ámbitos. Aún no está claro hasta qué punto llegará la transformación entre la Afganistán pre y post talibán. El país ya vivió un período similar entre 1996 y 2001, donde este se regía bajo la sharía, la ley islámica. Los talibanes, por lo pronto, han afirmado que la nueva sociedad afgana no estará marcada por la dureza del régimen anterior.
“La razón por la que la gente estaba triste cuando los talibanes tomaron el poder fue por la libertad. Ahora tienen una libertad limitada. Antes de eso, tenían democracia. Podías hablar libremente, ir a donde quisieras, hacer lo que quisieras, también cuando eras mujer. Había cantantes, modelos, todo tipo de trabajos diferentes que puedes encontrar en otros países. Aunque el gobierno no era perfecto, había libertad y por eso la gente estaba feliz”.
Entre la población afgana, así como entre los gobiernos y principales organizaciones internacionales, no tardó en instalarse la preocupación por cuál sería el papel de la mujer en la nueva Afganistán. Para un colectivo especialmente vulnerable y que, tradicionalmente, ha sufrido la faceta más restrictiva de este tipo de regímenes, esto suponía un panorama incierto y completamente distinto. Zakia, también se pronunció al respecto.
“Creo que ciertamente es diferente a lo que era en 2001. Las niñas pueden ir a la escuela hasta el sexto grado y prometen que abrirán los restantes. Durante la primera semana, estaba un poco asustada, porque era un régimen y un gobierno completamente nuevos. Podías ver un nuevo tipo de gente. A pesar de que vestían ropa tradicional, era un estilo diferente. Cuando sales, notas las nuevas políticas acerca de las mujeres”.
Si la situación continúa así y la gente no encuentra trabajo y no recibe su salario, creo que se producirá una crisis migratoria.
El futuro del país es otro interrogante. Tal y como afirma Zakia, la situación económica y social son los frentes de mayor urgencia. Afganistán es la historia de un pueblo que conoce mejor el drama de la guerra que la paz. Un país que, constante e irremediablemente, se ha visto abocado a replantearse su sentido y rumbo a través de la sucesión de regímenes de tendencias radicalmente opuestas.
“Si la situación continúa así y la gente no encuentra trabajo y no recibe su salario, creo que se producirá una crisis migratoria. En este momento, la mayor parte de la emigración ocurre porque no tienen trabajo, no tienen dinero o no pueden conseguir lo suficiente para sobrevivir y mantener a sus familias. No creo que el motivo de la emigración sea tanto la situación de seguridad, sino principalmente la situación económica. Eso empuja a la gente a salir del país. Creo que los afganos, incluyéndome a mí, nos vemos de pie en un desierto desde el que no se puede ver nada cuando miramos a nuestro alrededor".
El transcurso del tiempo ha terminado por disipar la presencia del asunto afgano en los medios. La oleada de titulares acerca de la caída de Kabul dio paso a información residual o, directamente, inexistente al respecto. Afganistán se vio eclipsada por la crisis energética o los Papeles de Pandora y, en clave nacional, las elecciones checas o el que ya podríamos bautizar como "caso Zeman". A pesar de esto, el tiempo no se detiene en Afganistán y los días pasan.