El lado oscuro de la reestructuración del sector bancario - Segunda Parte
Con este espacio, "Del Totalitarismo a la Democracia", Radio Praga trata de ofrecer un vistazo sobre lo que ha representado el proceso de transición en la República Checa. Este espacio está dedicado a todas las personas interesadas en conocer detalles sobre la transformación checa desde la dictadura comunista hasta la democracia, por lo que creemos que encontraremos muchos radioescuchas en Cuba, donde importantes sectores de la población se preparan también para un proceso de cambio pacífico en la Isla.
El conservadurismo y rigidez del Gobierno comunista checoslovaco en la segunda mitad de la década de los 80 tuvo como consecuencia que Checoslovaquia fuera uno de los últimos países de la Europa Central y del Este en iniciar, en el marco de la llamada perestroika, la reforma del sector bancario, cuyos preparativos habían comenzado tan solo unos pocos meses antes de la caída del régimen. Sin embargo, la agitada evolución política superó después, de forma trascendental, la demorada reforma del sector bancario. Tanto se alargó la reforma comunista de la banca, que su posterior evolución, bajo las nuevas circunstancias históricas, acabó descontrolada.
El principal problema económico del sector bancario eran las enormes pérdidas acarreadas por los créditos de cobro dudoso. Se trataba de "nuevos" créditos, los cuales eran otorgados por los bancos ya en su calidad de entidades bancarias operantes de forma libre en la economía de mercado. El número de los créditos dudosos, en su mayoría incobrables, fueron durante toda la década del 90 increíblemente altos en la banca checa.
En las economías de mercado en los anos 80 y 90 era normal que, al alcanzar los créditos de cobro dudoso una proporción de entre el 10. y el 12. del total de los créditos, se produjera una crisis del sistema bancario en el país correspondiente. Ni siquiera durante las grandes crisis bancarias a mediados de la década de los 90, la participación de los créditos dudosos sobrepasó el 20%.
En cambio, en la República Checa el volumen de este tipo de créditos alcanzó a mediados de la década de los 90 el 38%, a lo cual ni los propietarios de los bancos ni los órganos de regulación bancaria supieron dar una respuesta ni inmediata ni eficaz. Según estimaciones serias y cualificadas, la proporción de los créditos dudosos rondaba el 3 % en los años centrales de la década de los 90. Esta situación se fue reduciendo y "ajustando" por las descargas de los créditos considerados incobrables y los continuos traspasos de los demás créditos deficitarios al Banco de Consolidación y otras instituciones especializadas, creadas con ese fin por el Estado. Los créditos de dudoso cobro fueron el factor decisivo de la problemática evolución de los bancos en los 90.
Las causas de la infructuosa gestión de los bancos checos son numerosas. En general, se pueden clasificar, por un lado, en aquellas ocasionadas por las circunstancias macroeconómicas y políticas objetivas y, por otro, en razones internas o subjetivas resultantes de la marcha y las prácticas del propio sector bancario y de las personas empleadas en el mismo. Los factores que los bancos no pudieron evitar y que tuvieron negativas repercusiones en la evolución de los mismos fueron la complejidad, la inestabilidad y, frecuentemente también, la confusa situación a lo largo del período de transición económica.
Desde el punto de vista objetivo, en aquella época de transformación radical de las condiciones macroeconómicas y de cambios drásticos en las relaciones de propiedad y otras circunstancias externas, era muy difícil orientarse en la cambiante esfera empresarial y evaluar la viabilidad y la seriedad de los objetivos empresariales al recibir créditos bancarios. Inclusive hoy en día es complicado diferenciar, en algunos casos, entre un simple fracaso comercial a consecuencia de un objetivo empresarial mal evaluado o inviable y una acción previamente planificada con fines poco serios (o con evidentes intenciones fraudulentas).A pesar de no disponer de suficiente información sobre los clientes, sobre su situación financiera y económica, los bancos checos no tenían ningún reparo en otorgar créditos, de forma masiva, a las empresas. Los motivos para ello eran muy diversos: desde razones económicas hasta presiones políticas. Sin embargo, y lamentablemente, muchas veces al fondo de las decisiones sobre la concesión de créditos estaban la corrupción o las maniobras fraudulentas.
En las condiciones de mercado reales, la toma de decisiones de los bancos respecto a la concesión de créditos fue influenciada negativamente por la mencionada presión política de parte de los representantes del Estado y de algunos partidos políticos, los cuales en numerosas ocasiones se mostraron muy intransigentes. Desde el punto de vista político, se acentuaba excesivamente la necesidad de realizar la privatización "a toda costa".
Los bancos estaban obligados a otorgar créditos a las nuevas empresas sin tomar en cuenta los posibles riesgos financieros. Paradójicamente, lo anterior demuestra que en la banca todavía quedan residuos de las actitudes "socialistas", es decir, prevalecen las exigencias políticas ante los puntos de vista estrictamente económicos, aunque en este caso, aplicados "al revés". El comportamiento antieconómico de los bancos y la frecuente concesión de créditos a empresas poco sólidas recibieron el apoyo del Estado también de otras formas.
Desde un principio, se trataba de brindar un apoyo masivo y sin demasiados inconvenientes a los bancos que se encontraban en graves apuros financieros. Dicha actitud no fue motivada solamente por razones económicas, sino también a menudo por intereses políticos. Especialmente algunos grandes bancos utilizaban a millones de pequeños clientes, que habían depositado en ellos los ahorros de toda una vida, como una especie de rehenes con los que obligar al Estado a sanear las cuantiosas operaciones comerciales que habían terminado en fracaso.
De ahí que no solo los bancos poderosos, sino también los pequeños, se llegaran a acostumbrar a que fuera el Estado quien "de alguna manera" siempre solucionaría sus aprietos. Con ello quedó alterado el principio fundamental de una economía de mercado real: cada empresa se responsabiliza de sí misma, a su cargo quedan todos los pros y los contras y todos los riesgos que implican sus actividades, incluidas las pérdidas. La ayuda que el Estado ofreció y destinó a la banca resultó contraproducente, en sus últimas consecuencias, para el propio sector bancario.
Su efecto retroactivo contribuyó a conservar condiciones desfavorables para su evolución prolongando la deformación de un medio de mercado real, lo que causó cierto estancamiento en las ideas sobre el rol paternalista del Estado respecto al sector bancario.
La ausencia de normas legales relevantes y la existencia de reglas comerciales deficientes constituyeron un factor muy importante que extendió entre el sector bancario prácticas comerciales extrañas y poco serias. Especialmente en la primera mitad de los anos 90 fallaron completamente todas las instituciones encargadas de la supervisión y regulación bancarias, lo que dio lugar a la proliferación de operaciones bancarias que rozaban el límite de la ley.
La llamada de alerta del Banco Central para que se implementaran unas condiciones de supervisión bancaria más estrictas chocó durante mucho tiempo contra la hostilidad y la falta de atención de los círculos políticos. En el transcurso de la década de los 90 los bancos tenían que luchar contra la falta de voluntad de sus deudores para pagar sus compromisos. Entre las causas externas de esta desprotección de los bancos estaba la deficiente legislación, que desde el punto de vista práctico otorgaba una insuficiente protección al acreedor, es decir, un escaso margen para que este reivindicara sus derechos.
El hecho de que los deudores no devolvieran los créditos a veces tenía que ver con la insolvencia objetiva; no obstante, con frecuencia se debía a la baja moral de pago de las empresas acreditadas o a cálculos a priori poco serios o incluso fraudulentos. Los causantes indirectos de que esta situación se mantuviera eran los numerosos vacíos legales y las sensibles deficiencias en la legislación, sobre todo la ausencia de una intervención jurídica relevante sobre los deudores.
Todavía durante mucho tiempo se mantendrían las desventajas "socialistas" para el acreedor, mientras que los instrumentos legales contra los deudores eran totalmente insuficientes.
El factor humano, sin lugar a dudas, tenía mucho que ver con los fracasos en los negocios de los bancos. Constituía una parte importante de los motivos de concesión de una gran cantidad de créditos deficitarios. Una vez más se ha vuelto a demostrar la regla de que, si en un banco se van acumulando de manera alarmante créditos de cobro dudoso, la primera explicación hay que buscarla en los errores de su gerencia, puesto que esta es siempre la principal causa intrínseca de una crisis bancaria.
La falta de experiencia del personal bancario, su baja cualificación, la incompetencia profesional y, sobre todo, la frecuente indiferencia ante los principios básicos de los negocios crediticios están entre las causas más corrientes. Todo ello se desprendía, en la mayoría de los casos, de una absoluta falta de experiencia en el campo de los negocios a crédito en un medio de mercado real (salvo unas cuantas personas con experiencia, a punto de jubilarse, que gracias a los acontecimientos históricos pudieron adquirir sus conocimientos en un medio financiero normal).
Las deficiencias subjetivas del personal iban acompanadas también por la sobreestimación de las capacidades y fuerzas propias. En el caso de los grandes bancos con participación del Estado, hay que mencionar además el ejercicio absolutamente insuficiente e incorrecto de las obligaciones como propietario por parte de los empleados públicos. Capítulo aparte merece la frecuente alteración de los principios de concesión de un crédito, que provocó diferentes tipos de corrupción, fraudes bancarios y malversaciones. Paralelamente al trabajo honesto de miles de empleados de la banca, existían ciertos individuos, y hasta grupos, que trataban de aprovecharse abusando de sus posiciones súbitamente adquiridas.
Muchos de los empleados bancarios de alto rango con competencias de decisión no dudaban en conceder, a cambio del soborno correspondiente, enormes créditos a personas cuando menos poco recomendables, y para proyectos dudosos desde el punto de vista económico. Como garantía por los créditos otorgados aceptaban, con plena conciencia, bienes muebles e inmuebles que en la mayoría de las ocasiones estaban sobrevalorados.