Lo más importante en la vida son las cosas que no se ven
Desde hace cuatro años el pintor y escultor mexicano David Treviño, de Monterrey, viaja regularmente a la República Checa. Ofrece talleres de terapia a través del arte y a la vez se dedica a su propia creación artística. Sobre el último año que ha pasado en este país nos contará en esta edición de ¡Hola! ¿Cómo estás?
David, te fuiste de la República Checa en abril y después de un mes, más o menos, regresaste otra vez. ¿Por qué? ¿Qué te ha motivado para volver?
“Pues, primero, que me gusta mucho. Siento que cada vez que vengo aprendo más, conozco más gente que en lo particular es muy interesante y además nutre mi área de interés, que es la escultura… Aquí el ambiente está mucho más activo. Y segundo, fue la invitación al simposio de piedra que se hizo en Nepomuk”.
¿Cuál fue el tema del simposio de Nepomuk?
“El tema era libre. Ésta es otra cosa que me gusta, que no son simposios con reglas rigurosas, que te exigen un tema o un estilo. La pieza que hice se llama Cicatrices de… Es una pieza para tocar, para invidentes y personas que podemos ver. El detalle es que sugiere que la toques para poder sentir las diferentes texturas. Lo que me han enseñado las personas invidentes es que a veces lo más importante en la vida para el ser humano son las cosas que no se ven”.
¿Después de terminar el simposio de Nepomuk a dónde te dirigiste?
“De Nepomuk regresé a Praga para iniciar un proyecto de cerámica en Jirčany que tiene que ver con una exposición en Ostrava que será de escultura para personas invidentes, en específico. Y después me fui a un simposio en Brno, con mi colega Eugenia Belden. El tema era libre, nuevamente, se esculpía en piedra arenisca de una o dos toneladas. El simposio se desarrolló en un lugar muy interesante que se llama Kociánka donde las personas con discapacidad auditiva, motor, intelectual pueden vivir, estudiar o bien ir a tomar cursos. Es un lugar muy grande, anteriormente era un castillo, entonces, la atmósfera era increíble. La gente con discapacidad iba a visitarte, a participar, podías involucrar a todos. Aunque suena peligroso, se puede hacer. Eso se me hizo muy interesante”.
¿Llevas un control de todas las obras que has realizado en la República Checa y que se quedaron acá? ¿Sabes cuántas son?
“¿Todas las piezas que he hecho? No, te voy a ser sincero, no. El primer año que vine estuve en Jeseník, allí hice unas nueve piezas de cerámica, ahora en Ostrava como unas nueve pequeñas cerámicas. Yo creo que hay como unas treinta piezas de mediano o pequeño formato, de gran formato son cuatro. Ya tengo una tarea con esta pregunta. Además de que muchas obras van para otro lado así que he perdido la pista.
Entonces, de repente, después de varios años, te puedes encontrar con alguna de tus piezas en algún lugar inesperado…
“Sí… Parecería desidia, pero es también parte de mi gusto. Hago algo y tampoco trato tanto de seguirlo. Con que sigamos trabajando eso está perfecto”.
En estos meses que has pasado en la República Checa seguramente has aprendido algo de checo. Creo que tus conocimientos de checo son cada vez mejores.
“¡No! ¡No se te ocurra entrevistarme en checo! (risas) La verdad que he aprendido un poco, ya que hace cuatro años que vengo. Pero desgraciadamente en los simposios hay alemanes o italianos, pues, dicen, vamos a hablar en inglés. No hay oportunidad de platicar en checo o practicar. Y de mis amigos de aquí muchos saben español, entonces, prefieren que les hable en español, o en inglés, porque si yo empiezo a hablar en checo es muy corto y lento, pues, claro, que desespero a medio mundo. Pero no lo descarto, quiero estudiar más el checo”.
Una pregunta que hacemos a menudo a nuestros entrevistados en este programa: ¿Te gusta la comida checa? ¿Estás contento o te hace falta mucho la comida de México?
“No, no me hace falta, me gusta la comida checa. Algunos platillos bastante…”
¿Qué, por ejemplo?
“El puerco, me parece que lo trabajan perfecto. Son especialistas. Una cosa que sí extraño es la carne de res. Nosotros tenemos muy buenos cortes. Me gusta el gulash, knedlíky ya no tanto porque es mucho pan. El ´koláč´ como postre, están bárbaros. Medovina también, ese licor, que hacen, es muy bueno. Es que también me gusta mucho comer, no le pongo pero a nada. Nada más el famoso játra – hígado, eso es lo único que no paso muy bien”.
Nos despedimos de David Treviño en otoño antes de su regreso a casa. En estos días el artista mexicano está haciendo otra vez las maletas para trasladarse al centro de Europa y preparar una exposición para la Biblioteca Municipal de Ostrava, en Moravia del Norte.