Los partidos comunistas respaldaron en 1939 el pacto contra natura entre Hitler y Stalin

En 1939 Hitler inició su expansión hacia el Este. El 15 de marzo de 1939 ocupó el territorio checo. En Eslovaquia instaló un gobierno fantoche. El 3 de abril del mismo año ordenó a los altos mandos militares preparar la campaña contra Polonia. Antes de invadir el Estado polaco, el Führer necesitaba tener cubierta la espalda. Hizo un sorprendente giro y en agosto de 1939 firmó un pacto de no agresión con la Unión Soviética. Este pacto contra natura entre un Estado nazi y otro bolchevique dio lugar a uno de los capítulos más infames en la historia del movimiento comunista. Sus dirigentes, ciegamente leales a Moscú, respaldaron la alianza entre Hitler y Stalin.

Joachim von Ribbentrop
En el verano de 1939 el dictador soviético, Josif Stalin, era cortejado tanto por Francia y Gran Bretaña, como por la Alemania nazi.

Los líderes políticos y la opinión pública de la democracias occidentales ya admitían que la guerra con la Alemania hitleriana era inevitable y que urgía buscar alianzas.

Los jefes de los Estados Mayores francés y británico se pronunciaron a mediados de 1939 por una alianza con la Unión Soviética.

El 1 de agosto de 1939 viajó a Moscú una delegación militar anglo-francesa para negociarla.

Las conversaciones de los negociadores galos y británicos con sus interlocutores rusos no llegaron a buen fin.

Era previsible. Ya en marzo de 1939 Stalin había afirmado ante el XVIII Congreso del Partido bolchevique, en el llamado “discurso de las castañas”, que no se dejaría “arrastrar a un conflicto por provocadores bélicos que están habituados a que otros saquen por ellos las castañas del fuego”.

Vjaceslav Molotov
El cabecilla nazi Hermann Göring lo interpretó como una advertencia a las potencias occidentales que intentaban ganar a Stalin para la alianza contra Hitler.

La carrera al Kremlin la ganó en agosto de 1939 la Alemania nazi porque tenía en aquel momento mucho que ofrecer a los bolcheviques rusos.

Stalin temía a la Alemania de Hitler. Por eso estaba dispuesto a negociar con los nazis.

Además, en el Extremo Oriente se produjeron enfrentamientos de gran envergadura entre las tropas soviéticas y las unidades japonesas. Al igual que Hitler, tampoco Stalin quería combatir en dos frentes.

El 20 de agosto de 1939 Hitler cursó un telegrama a Stalin, en el que pidió que recibiera dentro de tres días al ministro alemán de RR EE, Joachim von Ribbentrop.

El pacto Ribbentrop-Molotov
La respuesta de Moscú llegó en 24 horas. En la misma se notaba que Stalin deseaba la cita con el alto rango del Gobierno nazi.

Ribbentrop firmó el 23 de agosto de 1939 con su homólogo soviético, Molotov, el pacto de no agresión. En realidad, era un pacto de agresión contra Polonia porque estipulaba el reparto de ese país entre ambos Estados totalitarios.

En un protocolo secreto, la Alemania nazi y la Unión Soviética acordaron el reparto de zonas de influencia en toda Europa Oriental.

La Alemania nazi invadió a Polonia el 1 de septiembre de 1939, pocos días después de la firma del pacto con Stalin. El día 17 del mismo mes, las tropas soviéticas comenzaron a ocupar la parte oriental del territorio polaco.

La Unión Soviética ocuparía también los países bálticos Letonia, Estonia y Lituania. Así lo había estipulado el protocolo secreto que formaba parte del pacto germano- soviético.

Después de la firma del pacto entre la Alemania nazi y la Unión Soviética, los partidos comunistas del mundo entero cambiaron su política antinazi. Empezaron a abogar por la paz con la Alemania hitleriana a cualquier precio.

Sus dirigentes obedecían ciegamente las directrices de Moscú, que les exigía una lealtad incondicional. Hacía poco, habían aplaudido las monstruosas purgas políticas, promovidas por Stalin y sus adláteres. En agosto de 1939 no les repugnó la alianza entre la esvástica y la hoz y el martillo.

La dirección del Partido Comunista de Checoslovaquia, exiliada en Moscú desde el otoño de 1938, estaba integrada por fidelísimos seguidores del rumbo trazado por el Kremlin.

Hasta el verano de 1939, la política oficial del partido fue organizar el movimiento de liberación nacional contra la ocupación nazi y por la restauración del Estado Checoslovaco.

Sin embargo, el pacto germano- soviético del 23 de agosto de 1939 cambió bruscamente la política del Partido Comunista de Checoslovaquia.

Marzo de 1939,  Praga,  la plaza de Venceslao
Aunque en el territorio checo sus militantes eran encarcelados, torturados y ejecutados por la Gestapo, los dirigentes, exiliados en Moscú, respaldaron la alianza del régimen soviético con la Alemania nazi.

El nuevo rumbo, impuesto desde Moscú, causó espanto y confusión entre los militantes que trabajaban en el territorio checo en condiciones de clandestinidad.

Particularmente aquellos que habían ingresado en el partido tras la anexión de los Sudetes para luchar contra el nazismo, estaban desorientados y perplejos.

Jiří Pelikán, uno de los hombres de la Primavera de Praga de 1968, se refiere en sus memorias a las dudas surgidas entre los militantes de base sobre el pacto germano-soviético y la política de Moscú:

Jiří Pelikán,  foto: Česká televize
”Para nuestra gran sorpresa y también indignación, Radio Moscú celebraba los logros de la agricultura soviética, incluído el crecimiento de la cabaña porcina y del parque de máquinas agrícolas, mientras que alrededor de nosotros la Gestapo arrestaba, torturaba y asesinaba a camaradas y patriotas. De eso no se dijo en Radio Moscú ni una sola palabra. Ni una palabra de crítica al régimen de Hitler”.

También la dirección clandestina del Partido Comunista en Praga estaba confundida. El líder Klement Gottwald respondía invariablemente desde Moscú a sus dudas:

”En todo caso, confíen Uds. en nuestra gran patria”.

La “gran patria” era para Gottwald la Unión Soviética.

Vladimír  (Vlado) Clementis,  foto: ČTK
El único dirigente comunista que condenó el pacto germano-soviético, fue el eslovaco Vlado Clementis, exiliado en Francia.

Su postura de rechazo provocó entre los directivos de Moscú y de Praga una airada reacción. Clementis fue expulsado inmediatamente del partido.

Fue readmitido en sus filas a finales de la Segunda Guerra Mundial, pero los aduladores checoslovacos de Stalin jamás perdonaron a Clementis su rechazo al pacto germano-soviético.

Terminada la conflagración mundial, Vlado Clementis fue nombrado en la Checoslovaquia restaurada viceministro de RR EE. En un monstruoso proceso político, a principios de los años 50, la presunta falta de lealtad a la Unión Soviética fue uno de los graves cargos contra el político eslovaco.

Al condenar en 1939 el pacto entre Hitler y Stalin, Clementis firmó, de hecho, su futura sentencia de muerte.

La aparente luna de miel entre la dictadura nazi y la bolchevique no duró mucho tiempo. El pacto con Stalin fue apenas una trampa de Adolf Hitler. Dio al Führer el tiempo para concentrar las fuerzas necesarias para su mayor operación militar, la invasión a la Unión Soviética.

Hitler advirtió a los mandos militares alemanes que la campaña de Rusia no sería un conflicto bélico normal, sino una guerra de exterminio. La Alemania nazi la desencadenó contra la Unión Soviética el 22 de junio de 1941.

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