“Si estuviera en Barcelona seguro que no llevaría este ritmo de vida”

Antonio José Carro, foto: Carlos Ferrer

Antonio José Carro es, como él mismo dice, una excepción. Tras una beca Erasmus se decidió a establecerse en Praga y vivir su “dolce vita” sin haber sido empujado por una linda checa de ojos azules. Encantado con las oportunidades personales y profesionales de la ciudad, avanza poco a poco en el idioma local y ya planea comprar un piso.

Antonio José Carro,  foto: Carlos Ferrer
Recién mudado a un lujoso edificio de apartamentos del barrio praguense de Karlín, el español Antonio José Carro ofrece una imagen de joven profesional de éxito que poco tiene que ver ya con el estudiante Erasmus que fue y con la economía de subsistencia que tuvo que llevar en sus primeros meses en Praga.

Y es que aunque Antonio llegó a Praga por casualidad, después de ser rechazado en otras universidades, la capital checa, con su alta concentración de compañías multinacionales, pronto demostró ser un vergel de oportunidades profesionales. Especialmente para un informático como él.

“No es que volviera, es que no me fui. Volví tres semanas para acabar el papeleo en la universidad. Y me quedé. Conocí a un chico en Semana Santa, cuando llevaba aquí un mes. Es un chico de Sevilla que trabajaba aquí de informático. Le pregunté cómo estaba el tema para trabajar aquí y me dijo que mejor que en España, que los sueldos eran incluso mayores si eras junior. Así que dije: me quedo, buscaré trabajo aquí”.

Antonio en Liberec
No todo fue coser y cantar, y Antonio se tuvo que enfrentar a dos dificultades ineludibles.

“Estaba en plena crisis la cosa. Y pedían checo. Entonces yo me vine, hice un curso de checo intensivo en agosto, pero no era suficiente para ir a una entrevista y demostrarles que podía hablar en checo. Y costó. Pero al final me contrató una empresa americana, que el idioma oficial es el inglés. Nos dan clases de checo, eso sí, una hora y media a la semana”.

Ya situado en una gran empresa norteamericana, Antonio no ha caído en la trampa de aislarse y vivir en una burbuja cultural y lingüística. Tiene amigos checos, con los que hace intercambio de conversación, y sobre todo tiene un método muy personal para practicar el idioma.

La buena vida
“Jo, mluvím česky. Hablo un poquito de checo. Ahora empiezo más a chatear. Chateando vas más rápido, porque son frases muy cortas. Casi siempre en los chats es lo mismo lo que estás diciendo. Y tienes google translator ahí rápido. Y entonces más o menos te apañas. Hablar cuesta porque vas lento, hasta que entiendes lo que te ha dicho tarda mucho en procesar, entonces las conversaciones son muy lentas, y se hace pesado”.

Siempre hay una pregunta de la que ningún extranjero afincado en Praga puede escapar. ¿Te ves viviendo mucho más tiempo en este lugar? Antonio tiene claro que sí, de hecho el año que viene planea comprarse un piso. Y sus razones son de peso.

Barcelona,  foto: Lavinia Marin / Stock.XCHNG
“Yo creo que debo ser de los pocos que se ha quedado o se ha venido sin novia checa que le ha traído aquí, sin haberse enamorado de la cultura checa. Es que me ha gustado la ciudad. Se está a gusto. Es pequeña y manejable, y hay trabajo. Básicamente, trabajo bien pagado. Y esta vida. Si estuviera en Barcelona no llevaría este ritmo de vida seguro. Iría del trabajo a casa, iría a tomar algo, y saldría los fines de semana, eso sí. Pero salir un miércoles como estuve ayer hasta la una... Martes, jueves, viernes de fiesta y al día siguiente a trabajar... no lo puedes hacer en Barcelona. Para empezar porque aquí sales a las nueve y a la una puedes estar en casa durmiendo. Y por otra porque puedes salir gratis o gastarte un euro en una cerveza, y tienes para toda la noche”.

Y lo que más le sorprende de los checos, lo poco amigables que son en Praga con los turistas. Por suerte hace tiempo que Antonio ha dejado de estar solo de visita.

Autor: Carlos Ferrer
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