La vida de los judíos en la época de Carlos IV

Foto: Jana Šustová

El trato del rey checo Carlos IV hacia los judíos representa uno de los capítulos más oscuros de su reinado. La dificultosa vida de la comunidad judía en la época de uno de los monarcas más célebres de la historia checa será el tema de la nueva edición de 'Legados del Pasado, Testimonios del Presente'.

Foto: Jana Šustová
Las primeras menciones sobre las colonias judías en el Reino de Bohemia datan del siglo X. Las diferencias religiosas y los abundantes recursos que los judíos tenían en su posesión desencadenaron en breve una serie de ataques contra su comunidad, que en una ocasión impulsaron su salida del país.

No obstante, la ausencia de los judíos debilitó la economía nacional. Por tanto, el rey Otakar II de Bohemia otorgó a mediados del siglo XII a los judíos el privilegio Statuta Iudaeorum que convertía a su comunidad en propiedad de la Cámara Real. De esta forma quedó asegurado que cada delito contra ellos fuera juzgado como agresión contra los bienes del monarca.

Los judíos como propiedad del monarca

Este modo de protección, sin embargo, no era gratuito, según explicó para la Radiodifusión Checa Eva Doležalová, del Instituto Histórico de la Academia de Ciencias de la República Checa.

“Los judíos se veían obligados a pagar unos impuestos especiales. Además, siendo la propiedad de la Cámara Real, el monarca podía gestionar impunemente sus propiedades”.

Eva Doležalová | Foto: Jan Řápek,  Český rozhlas
El estatuto de los judíos en la sociedad medieval se veía cada vez más ensombrecido por todo tipo de acusaciones: desde el asesinato de Jesucristo hasta denuncias por practicar delitos rituales, teniendo en cuenta además que realizaban préstamos cobrando interés, algo que según la doctrina cristiana representaba un pecado y que los hacía al mismo tiempo necesarios y odiados, explica Doležalová.

“A pesar de que el monarca y la Iglesia trataban de defender paradójicamente a los judíos ante este tipo de acusaciones, afirmando que eran inventadas, entre la sociedad se difundieron y se hicieron muy populares. En cuanto a los préstamos, los judíos no prestaban dinero solamente al monarca y a la nobleza, sino también a los burgueses y a las personas de las clases más pobres. Los intereses eran altos, lo que a algunos podría haber llevado a una tragedia personal”.

No obstante, en aquel entonces los préstamos representaban para los judíos una de las escasas maneras de ganarse la vida, ya que se les había denegado el derecho de practicar la mayor parte de los oficios, así como de poseer tierras. Se veían obligados asimismo a vivir en guetos apartados. Al cruzar sus límites, tenían que llevar una seňal especial como un gorro amarillo o una cinta en el brazo.

Los judíos empeñados

 Carlos IV
El rey checo Carlos IV fue coronado emperador del Sacro Imperio Romano Germánico en 1355. El Viejo Continente se veía entonces azotado por la peste negra y por las malas cosechas. El miedo al contagio y el malestar general provocó entre la sociedad un inmenso odio hacia los judíos, a quienes se les culpaba de todas las desgracias que afligían el continente.

Este rencor desencadenó una serie de pogromos sobre todo en Europa Occidental, donde fueron asesinados miles de miembros de esta etnia.

Uno de los pogromos fue impulsado indirectamente por el mismo Carlos IV. Tras la costosa campaňa para convertirse en el emperador del Sacro Impero Romano Germánico acabó endeudado. Uno de sus acreedores era la ciudad alemana de Fráncort. El rey empeňó a los judíos locales, ya que eran de su propiedad, afirmando que dicha deuda se les podía reclamar a ellos. El primer pogromo contra los judíos estalló solo tres semanas después de ese acuerdo.

Carlos IV empeňó asimismo las propiedades de los judíos asentados en la ciudad alemana de Núremberg. Los acreedores recibirían sus bienes en caso de la muerte o la salida de los judíos de la ciudad. El esfuerzo en cumplir dichas condiciones se desarrolló en breve, explica Eva Doležalová.

La quema de judios,  Imagen de Las Crónicas de Núremberg de 1493,  Foto: Michael Wolgemut,  Wilhelm Pleydenwurff,  licence Public Domain
“Entre los aňos 1348 y 1349 se efectuó entre el Consejo Municipal de Núremberg y Carlos IV una serie de negociaciones sobre las condiciones bajo las que el monarca podría desplazar a la comunidad judía de la ciudad. La forma de llevarlo a cabo era simple; Carlos IV otorgó a la ciudad de Núremberg un privilegio que aseguraba impunidad en caso de causar daňos a los judíos y sus propiedades”.

Al cabo de unos días se llevó a cabo un fuerte pogromo que acabó con las vidas de más de 500 judíos. Los demás se escaparon y sus casas fueron arrasadas u ocupadas por los burgueses. En el lugar del gueto judío fue levantada posteriormente una iglesia cristiana.

¿Un antisemita o un hombre de su época?

Estos acontecimientos convierten al rey Carlos IV en los ojos de algunos historiadores en un cruel monarca antisemita. Otros defienden sus decisiones con la necesidad de adaptarse a las circunstancias de la época, afirmando que era consciente de que no sería capaz de reprimir las persecuciones de los judíos, y, por tanto, aprovechó la situación desde el punto de vista económico.

Carlos IV posteriormente trató de mejorar el estatuto de los judíos en el Reino de Bohemia y auspició asimismo sus nuevos asentamientos en el país. En aquella época los judíos representaban aproximadamente el 2% de la población de la capital checa, que entonces era aproximadamente de 40.000 habitantes. No obstante, Carlos IV no dejó de tratar a los judíos como una mercancía.

El mayor pogromo en las Tierras Checas aún estaba por llegar. Fue provocado en 1389 en la época del reinado del hijo de Carlos IV, Venceslao IV.

Venceslao IV | Foto: public domain
Durante una procesión de Pascua en 1389, un cura denunció haber sufrido un ataque con piedras, arrojadas supuestamente por un grupo de judíos. En la Plaza de la Ciudad Vieja de Praga alertó a la muchedumbre, que a continuación asesinó a más de 3.000 judíos. Los culpables nunca fueron castigados.

En la época de las Guerras Husitas parecía que el estatuto de los judíos se veía bajo una luz más positiva, ya que los representantes de la revolución husita habían suspendido algunas de las restricciones hacia su comunidad. Las esperanzas tuvieron una breve duración, ya que en la segunda década del siglo XV los husitas llevaron a cabo varios pogromos y muchos judíos fueron expulsados de las ciudades checas.