Miles de kilómetros en bici y una gratificación infinita

Ivo Janeček, foto: archivo Ivo Janeček / IROZHLAS

Desplazarse por Europa en el transporte más básico, asegurado solamente por la fuerza de su espíritu aventurero, la comparte con nosotros el joven checo Ivo Janeček, portador de una pasión híbrida: ciclismo y viaje.

La experiencia de viajar está quizá asociada a ciertos medios de transporte, que le han permitido al hombre, según la época y la tecnología, desplazarse más o menos rápido y más o menos cerca.

Ivo Janeček es un ejemplo de que los límites a veces se los pone uno solo. Ha recorrido casi todo el Viejo Continente sobre una bicicleta. Desde pequeño siempre le gustó andar en bici y, aunque como adolescente prefirió las motos, se decidió por la bicicleta, pero sin grandes pretensiones. Nos cuenta Ivo cómo empezó todo.

"Cuando tenía 20 años, todos mis amigos iban a la piscina en bicicleta por lo que a mí me resultaba un poco mal ir en moto al lado de ellos. Entonces, a los 20 me compré una bicicleta. En la tienda, la vendedora me preguntó qué tipo de bici me gustaría y yo le dije que me bastaba una común, que igual no iba a ir muy lejos. Compré una por unos 270 euros, igual solo iba a ir a la piscina y de regreso, cuatro kilómetros".

 Ivo Janeček,  foto: archivo Ivo Janeček / IROZHLAS
Ahora Ivo tiene 34 años y la bicicleta ha recorrido más de 45.000 kilómetros. Del camino de ida y vuelta a la piscina, rápidamente atravesó todo Hradec Králové, luego hizo su excursión a la capital, Praga. Los albores de lo que él llama su primera ciclo-expedición empezaron en una estadía vacacional en Croacia. Él mismo nos relata.

"Allá conocí a un grupo de croatas que vivían en Zagreb, pero estaban de vacaciones en Lussino y nos invitaron a que fuésemos a Zagreb a encontrarnos con ellos. Ya ahí yo tenía claro adónde voy en la bicicleta: Zagreb. Esa fue mi primera ciclo-expedición".

Este viajero claro que ha pasado por las principales ciudades de Europa, como Roma, París, Londres, Barcelona. De todo lo visto confiesa que la ciudad más interesante, para él, ha sido hasta ahora San Petersburgo y los escenarios naturales más impactantes los ha visto en Noruega y en Suiza.

Ivo Janeček es un ejemplo de que los límites a veces se los pone uno solo. Ha recorrido casi todo el Viejo Continente sobre una bicicleta. Desde pequeño siempre le gustó andar en bici y, aunque como adolescente Cada lugar lo ha vivido a plenitud, pues durante sus viajes pasa las noches durmiendo al aire libre, cuando duerme si no es que está disfrutando la vida nocturna. Solo alguna que otra vez aceptó una invitación de hospedaje.

Cada travesía le ha servido a Janeček para equiparse mejor y ajustar su bicicleta, la misma de cuando tenía 20 años, para tales aventuras. Ha llegado bien al este de Europa, en donde su marcador de kilometrajes ha indicado el máximo.

 Ivo Janeček,  foto: archivo Ivo Janeček / IROZHLAS
"El tramo más largo fue cuando fui a Estanbul, recorrí por mes 4700 kilómetros. Y el tramo más largo, hecho de un solo tirón, fue cuando estaba viajando desde Atenas, salí de Hungría, ocho kilómetros a través de la frontera con Eslovaquia, y de un tirón llegué a la casa. Salí el martes a las 6:15 de la mañana y llegué a casa el miércoles a las 8 de la noche. Había recorrido 470 kilómetros", comenta Ivo.

La motivación para realizar un viaje en las condiciones que ofrecen apenas dos ruedas y un asiento incómodo parece ser el viaje en sí mismo y una especie de universalidad inherente a la comunicación.

"Uno percibe el mundo de una manera totalmente diferente en la bicicleta. En carro uno pasa los lugares, pero en la bici hay más esfuerzo por parte de la gente para comunicarse. Y esto pese a que no conozco ningún idioma. A través de señas me defiendo y me entiendo con la gente".

Confiesa que la gente le ha preguntado por qué no aprende otra lengua, ante lo que contesta.

"Algunas veces he pensado en eso, pero me digo que si hablara otro idioma, me quedaría charlando en todos los sitios y no terminaría de llegar a ninguna parte".

Janeček todavía no ha saciado todas sus inquietudes. Entre estas quedan Mónaco, la costa francesa y Andorra.

Autor: Ana Briceño
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