Si uno quiere conseguir fama, tiene que trabajar duro
Una voz cristalina, un temperamento arrebatador y una interpretación expresiva caracterizan a la mezzosoprano checa Dagmar Pecková, que desde hace más de 15 años domina los prestigiosos escenarios operísticos checos y extranjeros.
A diferencia de sus dos colegas de comparable fama, Magdalena Kozená y Eva Urbanová, su camino hacia la cúspide estuvo sembrado de espinas y el éxito del que goza hoy en día se debe, en gran medida, a su laboriosidad y fuerte carácter.
A Dagmar Pecková le gustaba cantar desde pequeña. Sus estudios los inició en la escuela musical de su ciudad natal de Chrudim. Sin embargo, después de terminar sus estudios en el Conservatorio de Praga, Pecková no fue aceptada en el Teatro Nacional, ni tampoco en la Ópera de Ostrava.
Un viraje decisivo en su carrera se produjo durante el encuentro en 1984 con la soprano Antonie Denygrová, quien le recomendó cambiar su orientación de soprano a mezzosporano. Tan sólo un año después, Dagmar Pecková ya se subió en el escenario en la Ópera de Dresden y posteriormente también en la Ópera Estatal de Berlín.
La cantante afirmó que su estancia en Alemania fue para ella una dura escuela. "Después de quedarme sola fuera del país, me di cuenta de que nada viene por sí mismo. Que la competencia es dura y omnipresente. Que si uno quiere conseguir el éxito y la fama, tiene que trabajar duro".
Dagmar Pecková aprendió mucho en Alemania. En 1986, fue galardonada en el Festival Internacional "Primavera de Praga" y poco después en el certamen "Praga de Mozart".
La diva grabó desde aquel entonces muchos discos y ofreció numerosos conciertos en la República Checa y en todo el mundo. Este año, en San Francisco desempeñó con éxito el papel principal en la ópera "La zorra astuta", de Leos Janácek.