El legado de Jan Palach no está olvidado
Hace 35 años, el 16 de enero de 1969, el estudiante de la Facultad de Filosofía y Letras, Jan Palach, de veinte años de edad, se roció frente al Museo Nacional en la céntrica Plaza Venceslao de Praga con una sustancia inflamable y se prendió fuego. "Uno tiene que luchar contra el mal para que le alcancen las fuerzas", expresó Jan Palach antes de su muerte.
Profesores y estudiantes se reunieron en el gran aula de la Facultad para rendir homenaje a Jan Palach y ver un documental sobre sus funerales, que se convirtieron en una manifestación nacional. Decenas de miles de personas llenaron entonces las calles de Praga. Tomás Halík recordó como había llevado a ocultas bajo su abrigo la máscara mortuaria de Jan Palach, desde la iglesia de Santo Tomás en Malá Strana, donde se había celebrado la misa por el difunto, hasta la Facultad de Filosofía y Letras.
Posteriormente los participantes en el acto de piedad realizaron una marcha silenciosa por el centro de Praga dirigiéndose a la Plaza Venceslao donde colocaron flores y velas encendidas en el lugar donde Jan Palach se quemó.
Aún 35 años después, su llamamiento desesperado no ha caído en olvido.
"El mensaje de Jan Palach sigue siendo actual por la dimensión de su sacrificio y porque advertía contra la indiferencia y la resignación del alma", expresó uno de los participantes en la marcha. "Creo que tenía buenas intenciones, pero para esta nación no valió la pena".