La aldea checa de Máslovice invita a su Museo de la Mantequilla

Museo de la Mantequilla en Máslovice, foto: página web de Máslovice

A unos pocos kilómetros de Praga, en dirección al este, en una zona levemente ondulada, se encuentra la aldea de Máslovice. Escogimos la mejor temporada para visitarla, ya que a estas alturas del año, durante el otoño europeo, el pueblo se vuelve realmente encantador.

Máslovice,  foto: ŠJů,  CC BY-SA 4.0 International
A unos pocos kilómetros de Praga, en dirección al este, en una zona levemente ondulada, se encuentra la aldea de Máslovice. Escogimos la mejor temporada para visitarla, ya que a estas alturas del año, durante el otoño europeo, el pueblo se vuelve realmente encantador.

Ello se debe especialmente a la naturaleza que le rodea, a los árboles cuyas hojas van cambiando de colores y al caer al suelo, forman una fina capa que se asemeja a una alfombra multicolor, a los rayos del sol que se reflejan en las ventanas de las casas locales y que, aunque ya no calientan como en verano, son la causa del buen ánimo de las personas.

Los pajaritos cantan sobrevolando nuestras cabezas y, fuera de su canto, nos rodea una tranquilidad casi absoluta.

Aunque, para ser sinceros, pueblos como Máslovice hay muchos en la República Checa y difícilmente podríamos decir cuál de ellos es el más bonito. A Máslovice lo escogimos como meta de nuestro viaje porque ofrece algo que difícilmente encontraríamos en otro lugar, y no sólo en este país.

El nombre Máslovice, provoca en un checo la asimilación con la mantequilla, porque en checo ésta se dice "máslo". No obstante, la zona local nunca se había caracterizado por una extensa cría del ganado vacuno, ni hubo aquí alguna vez una lechería.

Escudo de Máslovice
La aldea debe su nombre a la familia de los Máslovicové que hace siglos se asentó en estos lugares y tuvo amplios méritos en el florecimiento del pueblo. Pero la historia de Máslovice se remonta hasta el Medioevo. Las primeras menciones escritas sobre la aldea datan del año 1052 y revelan que el príncipe Bretislav I. Premislita, quien entonces gobernaba el país, donó los terrenos locales al nuevo monasterio de la próxima ciudad de Stará Boleslav.

Durante los siglos posteriores Máslovice logró conservar una vida relativamente tranquila, apartada de los sucesos del "gran mundo". En el siglo XVIII el poblado lo formaban sólo unas doce casas. Una nueva etapa de desarrollo de la aldea se inició en la segunda mitad del siglo XIX, al encontrarse en las cercanías de la nueva línea férrea que unía a Praga con la ciudad alemana de Dresden. Además de ofrecer los ferrocarriles trabajo a la gente local, facilitaban también la conexión con otras partes del país.

Hoy Máslovice tiene unos 250 habitantes. Pero a veces da la impresión que son muchos más, aunque al cabo de cierto tiempo uno se da cuenta de que, al igual que nosotros, la mayoría de esas personas son gente que llegó a estos lugares deseando conocer algo nuevo, algo especial. De ese "algo" se dispuso a hablarnos la alcalde de Máslovice, Vladimíra Sýkorová.

"Fue el nombre de la aldea que nos inspiró. Como hace evocar la mantequilla, nos dijimos ¿Y por qué no la mantequilla? Fue así que llegamos a la idea de fundar aquí un Museo de la Mantequilla. Más bien fue entonces al revés, el nombre de la aldea dio origen al museo. Y éste, por ser una gran curiosidad, suele ser visitado por centenares de personas que vienen a nuestra aldea hasta de los más apartados lugares del país".

Museo de la Mantequilla de Máslovice,  foto: página web de Máslovice
Vladimíra Sýkorová, quien además de ser alcalde de Máslovice es la directora del Museo local de la Mantequilla, nos invita a "su reino", instalado en el edificio de la antigua biblioteca, situado en la plazoleta central del poblado. Independientemente de ser pequeño el museo, ocupando las muestras sólo un par de habitaciones, es muy interesante. Aquí se entrelaza la vida en el campo en los tiempos remotos con la era moderna.

Por un lado es posible conocer las antiguas técnicas y recipientes campesinas para la producción de la mantequilla y el queso blanco o, requesón, por el otro se pueden ver centenares de embalajes de papel y aluminio contemporáneos que se utilizan para la mantequilla en distintos países.

En el museo hay igualmente una gran cantidad de objetos de fabricación más reciente que de alguna manera se relacionan con la mantequilla. Por ejemplo, manteles, tasas y platos decorados con un dibujo de una vaca. Y naturalmente, también encontramos aquí un sinnúmero de figuritas en forma de vaca, de todos los tamaños, colores y materiales.

Forma parte de la exposición un pequeño puesto de venta, donde es posible adquirir algún objeto recordatorio, vinculado con el museo. Por ejemplo, una vaca de peluche o un recipiente de cerámica, en forma de vaca, para servir la crema de leche.

En el museo nos gustaron especialmente los moldes para la mantequilla, en forma de flores por ejemplo. Estos moldes antaño solían usarse con frecuencia en el campo checo. ¡Si hoy fuera posible comprar en las tiendas algo tan bonito! Lamentablemente, al igual que en otros países, en la República Checa la mantequilla se vende sólo en trozos sin decoración alguna y empacada en papel especial de aluminio.

Mantequilla,  foto: Štěpánka Budková
Tanto más nos interesamos por conocer cómo se hacía antaño la mantequilla en el campo checo, pues cada familia solía hacer en casa su propia mantequilla. Por ello también eran tan importantes los moldes con diversas decoraciones que permitían a la gente distinguir su mantequilla de la de sus vecinos.

¡Si uno no es del campo, difícilmente puede imaginarse todo lo que hay que hacer para obtener un pedazo de mantequilla! Primero dejar reposar la leche, luego recoger la crema de la superficie de la leche, vertirla en un recipiente que solía ser de madera, y con un palo especial batir y batir, hasta que se haga la mantequilla. ¡Que trabajo más fatigador, verdad!

A Vladimíra Sýkorová le preguntamos cuánto tiempo se requiere, en promedio, para batir la mantequilla?

"Bueno, batir la mantequilla puede demorar entre 20 y 50 minutos. Depende de la temperatura de la crema de leche y del ambiente en que se trabaja, así como de la maestría y experiencias del que hace la mantequilla".

Ya que hablamos de batir la mantequilla, usted, como directora del Museo de la Mantequilla, ha probado alguna vez hacerlo?

"Por supuesto, hace tiempo ya. Fue en 1997 cuando decidimos fundar en nuestra aldea este museo. Desde 1998, cuando lo inauguramos, organizamos todos los años las festividades de la mantequilla y allí todo aquél que desee puede intentarlo también. Para la fecha preparamos también ricos panes caseros y le puedo asegurar que no hay nada más delicioso que un pan recién salido del horno cubierto de mantequilla recién batida y, además, batida por uno mismo", afirma Vladimíra Sýkorová.

En una de las vitrinas del museo, Vladimíra Sýkorová nos enseñó con orgullo un montón de papeles grasosos. Al darse cuenta de que no entendíamos su entusiasmo por esos papeles, la señora Sýkorová nos explicó que se trata de embalajes de mantequilla, provenientes de distintos países.

Museo de la Mantequilla en Máslovice,  foto: ŠJů,  CC BY-SA 4.0 International
Muchos de esos embalajes llegaron al Museo de la Mantequilla por correo. "Suele suceder con frecuencia que algún extranjero que se entera que cerca de Praga existe un Museo de la Mantequilla, nos envía el embalaje de la mantequilla que se utiliza en su país u otro recuerdo relacionado con el tema", confiesa Vladimíra Sýkorová.

Comentamos entonces que nos gustaría ver la reacción de los pobres empleados de correos cuando tienen que hacer la entrega de esos sobres grasosos y la directora del museo se puso a reír. Luego sonrió y dijo que, realmente, a veces recibe sobres manchados de grasa pero que no se enoja, por el contrario, pues gracias a esos envíos se van ampliando las colecciones del museo.

Al concluir la visita al Museo de la Mantequilla en el pueblo de Máslovice, Vladimíra Sýkorová, nos recomendó regresar a Praga por la vía fluvial, para conocer todavía la bonita senda conducente de la aldea hacia el río Vltava donde hay un barqueo.

"La senda mide unos mil 200 metros y atraviesa una zona natural protegida. Es muy interesante recorrerla, más cuando junto a ella hay varias antiguas edificaciones de madera, recientemente reconstruidas, que documentan la vida y las costumbres de los habitantes locales", señaló Vladimíra Sýkorová.

Hicimos bien en seguir el consejo de la directora del museo de Máslovice, pues, además de la senda, por cierto muy interesante, tuvimos otra bonita vivencia. Al acercarnos al río se abrió ante nosotros una hermosa vista panorámica del tranquilo valle del Vltava que contrastaba con la siempre bulliciosa capital checa, Praga, que divisábamos en el horizonte.

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