La ciudad de Strakonice II - historia y monumentos

Strakonice, una ciudad de 24 mil habitantes, es hoy en día sobre todo un importante centro industrial de Bohemia sudoccidental que debido a una desafortunada intervención urbanística de hace treinta años perdió muchos de los monumentos valiosos que durante siglos formaban su imagen típica. Pese a ello, algunos de los monumentos se han conservado, entre ellos el más antiguo, su castillo gótico del siglo trece construido en una roca en el lugar donde confluyen el aurífero y perlífero río Otava y el río Volynka. Además, la ciudad de Strakonice tiene una larga y conmovida historia y es escenario de un rico abanico de interesantes eventos culturales y sociales por los que vale la pena visitarla.

A diferencia de la mayoría de las ciudades checas, Strakonice no fue fundada por el rey sino como una urbanización súbdita a la estirpe noble de los Bavorové, fundadores del castillo local, según explica Ivana Ríhová, directora del Museo regional, con sede en Strakonice.

"No podemos decir el año concreto en el que fue poblado el lugar donde hoy en día se extiende la ciudad de Strakonice, pero los hallazgos arqueológicos nos revelan que el primer asentamiento existía aquí ya en el siglo once. Es interesante que originalmente había alrededor del castillo cuatro aldeas que con el paso del tiempo crecían y se entrelazaban hasta fusionarse en una. Si hasta el año 1921 existían en la confluencia de los ríos Otava y Volynka dos ciudades, Strakonice y La Nueva Strakonice, cada una con su propia alcaldía, escudo y privilegios".

¿De dónde proviene el nombre "Strakonice"?

"Las menciones escritas alegan que con toda probabilidad derive de la familia de los Strakonice. Incluso podemos encontrar en la literatura la opinión que relaciona el nombre con bandadas de urracas que se reunían aquí. Urraca se dice en checo "straka" y de allí la palabra "Strakonice". Pero bueno, me parece más fiable la primera explicación".

La historia de la ciudad está estrechamente vinculada con la del castillo, construido entre los años 1220 y 1235 por la estirpe noble de los Bavorové.

"Fue Bavor I quien mandó construir el castillo, pero el mayor auge lo vivió cuando esa estirpe la dominaba Bavor II el Grande. Él invirtió enormes recursos financieros en el embellecimiento de sus bienes, realizando una amplia y costosa reconstrucción del castillo. Mandó construir un nuevo palacio y dos torres de vigilancia. Una no ha resistido al correr del tiempo, la otra, denominada "El Malacate", sirve hoy como un mirador. Mide treinta metros y, para subir, hay que superar 96 escalones".

¿Quiénes fueron los Bavorové?

"Fue una estirpe noble que jugaba un papel importante en el Reino de Bohemia durante los siglos trece y catorce. Procedía probablemente de Moravia, pero no lo sabemos a ciencia cierta. De todas formas, en Bohemia sudoccidental poseía vastas propiedades que incluían, además de Strakonice, también las ciudades de Horazdovice y Strela, así como un sinnúmero de aldeas y millares de hectáreas de tierra. El más poderoso fue el mencionado Bavor II el Grande, en la segunda mitad del siglo trece el mayordomo mayor en la corte del Rey de Bohemia, Premysl Otakar II".

Ivana Ríhová señala que los Bavorové no fueron los únicos propietarios del castillo de Strakonice.

"El año 1243 representa un hito en la historia de la ciudad porque precisamente en ese año Bavor I regaló parte del castillo y de su dominio a la Orden de los Caballeros de Malta. Cumplió así su promesa que dio a los Sanjuanistas durante la cruzada a Palestina en 1190: de que si regresaba sano y salvo a su patria, les entregaría un regalo generoso. Los Caballeros de Malta gozaban del favor también de los descendientes de Bavor I. Y en 1402, cuando el último miembro de los Bavorové desapareció en las filas del ejército de los mercenarios, dicha Orden adquirió el resto de su dominio, poseyéndolo hasta el año 1925".

La directora del Museo Regional de Strakonice, Ivana Ríhová, apunta que desde los agitados tiempos de las guerras husitas, en concreto, desde 1420, y hasta 1680, el castillo de Strakonice fue incluso la sede del gran prior de la Orden de los Caballeros de Malta.

"Fue un período de auge para la ciudad", subraya Ivana Ríhová, y precisa: "Algunos grandes priores dejaron una huella imborrable en su historia, promoviendo dos actividades industriales que sustentan la ciudad y sus alrededores hasta la actualidad: la industria textil y cervecera."

"La tradición textil se debe al gran prior Jan de Svamberk, quien en 1482 fundó el primer gremio de sastrería y también el gremio de pañería, colocando con ello los cimientos de la posterior industria textil en Strakonice. A principios del siglo XIX, la pañería fue sustituida por la confección de feces. Por aquél entonces fue fundada la fábrica Fezko que, además de gorros, producía también sombreros y otras coberturas para la cabeza. En la actualidad, Fezko fabrica cubreasientos para automóviles, mientras que su división de sombreros fue comprada recientemente por el líder sombrerero checo, la empresa Tonak".

Ivana Ríhová explica que los orígenes de la producción de feces están vinculados con dos comerciantes judíos, Wolf Furth y Moisés Weill, oriundos de Strakonice. En 1812 recibieron de los Caballeros de Malta el permiso de comerciar con lana y lienzo.

"Los judíos vivieron en el feudo de Strakonice ya en el siglo XVI. Unas trece familias judías habitaban el gueto Bezdekov, en la orilla derecha del río Otava, a la izquierda les fue prohibido entrar. En Bezdekov tenían su propia sinagoga, hospital y escuela y, a cambio de su protección, servían a la Orden. El barrio judío no se ha conservado, fue demolido durante la intervención urbanística de los años setenta. Lo único que hoy en día recuerda la población judía de Strakonice, es un cementerio judío, a un kilómetro de la ciudad".

El castillo de Strakonice fue declarado en 1995 monumento nacional. Alberga el Museo Regional, cuyas exposiciones familiarizan al visitante con la historia y las tradiciones típicas de esa ciudad. Según señala Ivana Ríhová, figura entre ellas también la tradición gaitera.

"La mención referente a una gran popularidad de la gaita la encontramos en la crónica municipal ya en el siglo XVI, cuando se instaló en Strakonice un regimiento de infantería acompañado por un elenco de gaiteros. Pero la gaita fue el instrumento típico de toda Bohemia sudoccidental. Y Strakonice no olvida esta tradición que la afamó en el mundo entero: desde 1967 se celebra aquí cada dos años el Festival Internacional de la Gaita".

Ivana Ríhová menciona también los demás monumentos que se pueden ver en Strakonice.

"Vale la pena visitar la Plaza Menor, con una columna consagrada a la Virgen María que conmemora la pandemia de peste que afectó las tierras checas en 1583. De la Plaza Menor nos trasladamos a la Plaza Mayor donde lo primero que atrae la atención son las antiguas tiendas de carniceros que residían allí desde el Medioevo. En su fachada podemos contemplar, por ejemplo, un relieve de principios del siglo XVIII que plasma la matanza de un toro. Les recomiendo también un paseo de una hora a lo largo del río Otava, al pie del castillo, ya que el paisaje que rodea Strakonice es conocido por su pintoresca arquitectura popular barroca".

Y escuchando los pájaros y el susurro del río, pueden recordar una bonita leyenda vinculada con el castillo.

"La leyenda reza que en el castillo vivió antaño una aristócrata, muy bella, pero que tenía un típico vicio femenino: era vanidosa, le encantaba inventar los trajes más fantásticos y quería estar vestida siempre de la manera más original. Una vez mandó cocer unos zapatos de pan, haciendo caso omiso a las advertencias de que pisaría el regalo de Dios. Cuando los estrenó, en la capilla del castillo, el suelo se abrió y ella cayó hacia los sótanos donde se convirtió en una patita. Desde entonces se escondía en el cañaveral de un estanque cercano. De su maldición pudo ser liberada solamente cuando en las murallas del castillo creció un serbal tan fuerte que de su tronco podía tallarse una cuna".

Todo parece indicar que el serbal creció, ya que generaciones enteras nunca han visto en el estanque Blatnák una patita que trata de esconderse en el cañaveral...

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