La presencia de dragones en la República Checa
Numerosas leyendas nacionales hacen alusión a la presencia de dragones en las tierras checas. Radio Praga les invita ahora a visitar imaginariamente lugares checos habitados en tiempos remotos por estos animales fabulosos.
Los dragones, animales fabulosos de cabeza y cuerpo de serpiente y patas con garras y alas que arrojan fuego de sus fauces, aparecen tanto en los mitos de las naciones europeas como en la mitología de los países asiáticos. Sin embargo, existe una diferencia fundamental entre Europa y Asia en lo que se refiere al lugar que se asigna a los dragones y a las cualidades que adquieren en las leyendas.
La mitología china no conoce dragones malos que causen daños a la gente, y su actuación en la tierra tiene siempre resultados benéficos. En China, los dragones son acompañantes de los dioses. Se cree que saben dominar el tiempo y se ocupan sobre todo de que los campos tengan la humedad suficiente.
En la mayoría de los países europeos, los dragones destacan por su mal carácter y en cualquier lugar que se asienten, constituyen un peligro mortal para los habitantes. La única excepción es la mitología escandinava en la que el dragón es el guardián de los guerreros valientes y el símbolo de la guerra. Es por ello que los vikingos pintaban a los dragones en sus paveses y tallaban sus cabezas en la proa de sus barcos de combate.
El luchador contra los dragones más famoso de la historia europea es San Jorge que suele representarse como hidalgo medieval, con armadura y en su caballo blanco, matando al dragón con una lanza. La leyenda dice que este mártir del tercer siglo salvó a una princesa, entregada en sacrificio a un dragón que diezmaba el reino de su padre.
Además de acabar con el monstruo, San Jorge convirtió al cristianismo a toda la familia real. Por ello para los cristianos primitivos el dragón simbolizaba el paganismo y la conversión de un país a la fe se traduce en la escena en la que San Jorge hunde la lanza en las fauces del dragón.
La leyenda de San Jorge inspiró la mitología de muchas naciones y tuvo su eco también en los mitos y cuentos de hadas checos. Uno de los más bonitos es de la región de Liberec, Bohemia del Norte. En una de las cimas de la sierra Jizerské se eleva un conjunto de rocas denominado el "Cerro del Dragón".
Allí vivía antaño un dragón que con los habitantes de la cercana aldea de Katerinky contrajo el acuerdo de dejarles en paz a cambio de una vida humana al año. Cada año los aldeanos se reunían al pie del cerro para sortear, entre las plaquitas de madera con los nombres de las muchachas, a la que debía ser sacrificada.
Aunque la leyenda no menciona el nombre del héroe que venció al dragón, lo cierto es que el monstruo fue finalmente matado. Hasta el presente los vecinos muestran a los turistas la cavidad que se formó en la roca por la presión que sobre ella ejercía el pesado monstruo, así como las grandes piedras al pie del cerro que arrojaba el dragón agonizante.
También en los alrededores del pueblo Beloves, cerca de la ciudad de Náchod, Bohemia Oriental, se instaló un dragón que acosaba a toda la región. Pero se agotó la paciencia de los vecinos cuando la bestia secuestró a la princesa que residía en el castillo de Náchod. Uno de los habitantes que se llamaba Jorge, tomó su espada y mató al monstruo.
En la mitología antigua y en los mitos de los países eurooccidentales cada dragón tiene su nombre específico. En la mitología checa no es así. Los checos distinguen entre los dragones con una sola cabeza y los de más cabezas; y entre los dragones con patas y los que pueden enorgullecerse de tener, además de patas, alas.
El surgimiento de leyendas sobre estos monstruos se remonta a los albores del Estado checo, en el noveno siglo, cuando la población de las zonas fronterizas sufría frecuentes y muy crueles incursiones de los enemigos. Con el paso del tiempo, los invasores adquirieron en la imaginación del pueblo el aspecto de dragones.
Lo típico de las leyendas checas sobre los dragones es que la aparición del monstruo está acompañada por un fuerte y agudo silbido. También este hecho tiene su fundamento histórico en las mencionadas incursiones de los enemigos. Cuando los guardianes de las fronteras veían que se acercaban las bandas de asaltantes, empezaban a silbar para avisar a la población.
Las formas de la lucha contra los dragones eran variadas. Muy popular era la utilización de cal viva. Por ejemplo, a los pastores del pueblo de Bohuslávky, cerca de la ciudad morava de Prerov, les amargaba la vida un dragón que por la noche devoraba a sus ovejas. Los aldeanos mataron a una ternera y llenaron sus vísceras con cal viva. Cuando el dragón devoró la ternera bebiendo agua del arroyo, se hinchó y estalló.
Un método semejante lo utilizaron los habitantes de la metrópoli morava de Brno para deshacerse de un dragón que diezmaba sus hogares. Le dieron de comer carne de buey también con cal viva. Cuando el dragón tomó agua, la cal en sus vísceras empezó a hacer efecto y el monstruo feneció. En memoria de la humillante muerte de la bestia, los concejales colocaron al dragón disecado en el techo de la alcaldía donde sigue hasta el presente.
Sin embargo, hay otra leyenda que explica la procedencia del dragón disecado de Brno de manera diferente. Según ésta, fue Trut, fundador de la ciudad de Trutnov, en Bohemia Oriental, quien lo regaló a la metrópoli morava. Trut era carbonero y durante su trabajo en los bosques se encontró con un monstruo que vivía en una cueva y se alimentaba con los cadáveres del cementerio local.
Trut encerró al dragón en la cueva e incendió a la entrada un fuego cuya humareda asfixió a la bestia. Cuando Bretislav, hijo del príncipe checo Oldrich, conquistó Moravia en 1029, convirtiéndose en el primer margrave moravo, Trut le regaló el dragón disecado. En agradecimiento, Bretislav concedió a Trut un título nobiliario. Desde entonces, la ciudad de Trutnov tiene en su escudo al dragón.
Aunque el dragón es el malo de la película y la trama de las leyendas sobre estos monstruos se concentra en cómo vencerlos, hay excepciones. En un lugar fortificado, en las cercanías de la aldea Drahobudice, a 60 kilómetros de Praga, residía antaño un dragoncito que traía suerte a los pobres.
Y en los bosques que rodean la ciudad de Nový Jicín, Moravia del Norte, vivía un dragón que exigía que la persona que pasase por sus dominios, le saludase de una manera bastante curiosa: dándole la espalda, bajándose los pantalones y enseñándole el trasero. Si la gente lo hacía así, el dragón la remuneraba con monedas de oro.