Los últimos cistercienses de Bohemia
A orillas del Moldava se eleva el precioso monasterio cisterciense de Vyšší Brod. Construido en el siglo XIII, el lugar recibe hoy turistas checos, alemanes y austriacos y acoge a diez monjes. Justýn Berka, preboste de la última comunidad cisterciense de la República Checa, detalló la vida espiritual llevada en el monasterio y su historia a Radio Praga Internacional.
Bajo el reinado de Přemysl Otakar II, su colaborador Vok I de Rožmberk invitó a los cistercienses a establecerse en Bohemia, sobre todo en el sur del reino. El propósito de Vok consistía en dinamizar sus tierras aisladas, convirtiéndolas en un centro cultural y espiritual. Además de corresponder a esta demanda, se llamó a esta orden en particular puesto que la esposa del señor era procedente de Buckëburg, capital del antiguo Principado de Schaumburg, donde la comunidad cisterciense era numerosa y amada por la población.
Así, en el año 1259, empezaron las obras de construcción del monasterio en Vyšší Brod. Creada en 1098 en Francia como una rama reformada de los benedictinos, la orden del Císter promueve el ascetismo y el rigor litúrgico como valores cardinales. Tanto el trabajo manual como intelectual deben ser aliados de la espiritualidad. El preboste de Vyšší Brod, Justýn Berka, lo ilustra, contando el día a día de los monjes.
“Nos levantamos a las tres y cuarto de la mañana y vamos a la iglesia a rezar hasta las ocho. Después, trabajamos, y si no hay trabajo, nos dedicamos a estudiar latín, historia eclesiástica y otras cosas. A las doce nos reunimos de nuevo para rezar y luego vamos a almorzar. Lo siguiente es la siesta, ya que los hermanos están despiertos desde la tres. A partir de las dos y media de la tarde, volvemos a rezar, para después trabajar hasta la cinco, que es la hora de la lectura espiritual y de la última oración. El día acaba con un momento de silencio total”.
Los trabajos de los monjes son diversos, entre las actividades bibliotecarias y de archivos y algunas gestiones que les permiten recaudar un poco de dinero.
“Cada uno tiene asignada una actividad. Tenemos un gran invernadero, unas colmenas que mantenemos y alguna cosa más. El invierno está más consagrado al trabajo en la biblioteca. Tenemos 70 000 libros que vamos numerando poco a poco, como aquellos hermanos copistas. También, se me iba a olvidar, tenemos una central eléctrica con dos turbinas para vender electricidad”.
Desde su construcción, el monasterio y la orden han vivido varios momentos que amenazaron su equilibrio, momentos relacionados con la historia del país.
Por ejemplo, en el siglo XVIII, el monasterio de Vyšší Brod fue uno de los pocos del país que no fueron cerrados por el emperador José II de Austria. El preboste explica, con una sonrisa astuta, que la mala gestión de los fondos del monasterio por sus predecesores obligaba al soberano a financiar su deuda si cerrase él el monasterio.
Cuando Checoslovaquia fue conquistada y ocupada por el ejército de la Alemania nazi, todos los monjes fueron mandados a campos de concentración. El edificio del monasterio fue requisado por una unidad de las SS y utilizado como almacén para, principalmente, albergar las obras de arte expoliadas por los nazis a familias judías de toda Europa.
Después de la Segunda Guerra Mundial, los escasos hermanos que sobrevivieron a los campos volvieron al monasterio y trabajaron con el fin de darle vida de nuevo. Cinco años después, fueron otra vez deportados a campos, esta vez por los comunistas. El edificio fue utilizado por los guardias fronterizos y descuidado durante unos cuarenta años.
Para Justýn Berka, está clara una cosa: el monasterio ha superado estas trabas gracias a la Virgen de Vyšší Brod.
“Todo estaba destrozado cuando volvimos hace treinta años. Sin embargo, los soldados no estaban autorizados para entrar en la biblioteca y la iglesia. Todo en la iglesia se había quedado tal cual, los candeleros, todo el mobiliario. Era un milagro. A parte de esto, la iglesia se encontraba en malas condiciones, claro. Terminamos de restaurar todo hace cinco años, incluyendo el techo, el interior, y hasta el altar principal fue arreglado”.
Justýn Berka es preboste y no abad porque la comunidad cisterciense de Vyšší Brod cuenta solamente con diez miembros. Entonces, ¿por qué no preferían marcharse del monasterio para establecerse en Heiligenkreuz, en Austria, donde se encuentra el principal monasterio cisterciense de Europa Central?
“La vocación de nuestra orden es renovar lo que otros destrozaron. Los cistercienses hacen tres votos: pureza, pobreza y obediencia. Aquí tenemos un cuarto: stabilitas loci. Significa que prometemos a Dios que vamos a trabajar en este lugar, que vamos a honrarlo y a glorificarlo, y que moriremos en este lugar. Entonces, aquí en Vyšší Brod, sirvo a Dios y a mis hermanos, y esto tiene un verdadero sentido”.
Ubicado en el macizo de Šumava, el monasterio ha conseguido superar el paso de los siglos y la orden sobrevivir a los eventos históricos. Los cistercienses conservaron, o bien volvieron a establecer, su estabilidad cotidiana y espiritual, asegurando también unos ingresos para perdurar en Vyšši Brod, promesa hecha a Dios.