Las escuelas prueban distintos test de COVID de cara a su reapertura
La rápida vuelta a las clases es una de las condiciones de los gobernadores al Gobierno para apoyar el estado de emergencia, pero hay que garantizar antes la realización regular de pruebas para evitar brotes. En muchas escuelas se prueban ya test rápidos de gárgaras o se plantea copiar el modelo austriaco.
Con la excepción de los alumnos de primero y segundo de primaria o de las escuelas especiales y las guarderías, los alumnos checos llevan casi dos meses seguidos sin ir a clase y encontrarse en persona con sus compañeros y profesores. El perjuicio para su año académico es aún incalculable, pero también está la complicación para los padres que no pueden asistir al trabajo por tener a los hijos en casa. La vuelta a las clases es una urgencia para muchas familias y los gobernadores regionales lo exigieron para apoyar el estado de emergencia que entró en vigor este lunes por dos semanas. El Gobierno transigió pero también quiere garantizar antes que se pueden realizar pruebas de forma regular a los alumnos.
El Ministerio de Salud recomienda seguir el ejemplo austriaco, en el que se realizan desde enero pruebas rápidas que se hacen los propios estudiantes recogiendo muestras de la parte baja de la nariz. El bastoncillo se introduce apenas un centímetro o dos y el resultado se conoce en cuarto de hora sin necesidad de intermediación de personal sanitario. El problema de estas pruebas sencillas y rápidas es, sin embargo, que un mes después de aplicarse, su efectividad está en entredicho, como argumentó este lunes en rueda de prensa el primer ministro, Andrej Babiš.
“La experiencia de Austria, en la que hasta este momento se ha hecho el test a unos 470 000 alumnos, es que solo han dado positivo180, así que hay un gran debate sobre su efectividad”.
En varias escuelas de todo el país se están probando, por tanto, alternativas, como son, por ejemplo, los test de antígenos de gárgaras, con los únicos alumnos que ya van a clase, los más pequeños, previa autorización de los padres. Cada niño recibe en sus pupitres un frasquito en el que pone su nombre y, después, el profesor cambia el tapón de cada frasco por un pequeño embudo. A la señal, escupen todos dentro. Según la experiencia de un centro de educación primaria visitada por la Televisión Checa en Sedlčany, en hora y media se pueden recoger las muestras de cuatro clases. Después, el resto de la mañana lo pasa el personal sanitario analizando los resultados del 80% de los alumnos a quienes sus padres autorización la realización de pruebas.
Una prueba parecida ha encargado la escuela Litvínovská de Praga. Sigue el mismo principio, pero pedirán que los niños lleguen ya al colegio con las muestras recogidas en casa. Como explicó la directora del centro, Věra Cyprichová, tienen la esperanza de que así se eviten brotes como el que ya sufrieron.
“Tuvimos un brote de la mutación británica y, de repente, tuvimos un gran número de niños y maestros infectados. Nos alegramos de disponer de estas pruebas para reducir las infecciones o acabar del todo con ellas”.
Otra opción más fiable, como son los test PCR, se prueba en el instituto Slovanské de Olomouc. Los alumnos traerán de casa su muestra para el test de gárgaras y al día siguiente recibirán un mensaje con el resultado. El problema de realizar los test PCR de forma masiva en los colegios de todo el país serían las limitaciones de los laboratorios checos, que pueden analizar un máximo de 60 000 muestras diarias.
En las escuelas checas se han producido importantes brotes, a pesar de que solo van a clase los más pequeños. Por el momento, el mayor riesgo se ha demostrado en los jardines de infancia, donde la incidencia ha sido mayor que entre los centros en los que se enseña a alumnos de primero y segundo de primaria.