“Las conejeras” o “paneláky” albergan a casi una tercera parte de los checos
Los bloques de viviendas prefabricadas de hormigón, conocidos en checo como “paneláky”, son considerados los máximos monumentos del socialismo. Pese a su polémico aspecto visual, representan una tercera parte de todos los edificios habitados en Chequia y su popularidad va en aumento. La historia de los “paneláky” será el tema de la nueva edición de serie dedicada a la arquitectura de posguerra.
Si bien, la tendencia llegó desde Occidente. Los primeros departamentos prefabricados empezaron a construirse tras la Primera Guerra Mundial en Holanda. En breve se extendieron a Alemania, Francia y Suecia, según señaló para Radio Praga el historiador de la arquitectura Petr Vorlík, de la Universidad Técnica de Praga.
“Sobre la prefabricación de viviendas de hormigón y su posterior montaje en determinados terrenos se llevaba hablando desde los años veinte en toda Europa. En este asunto se interesaron sobre todo los arquitectos de la vanguardia. La idea no se basaba solamente en el éthos socialista, que buscaba construir unas viviendas asequibles para todos, sino también en ofrecer una calidad de vida básica. En aquellos tiempos no era corriente que todas las casas construidas en el siglo XIX tuvieran cuarto de baño y aseos. Detrás de todo esto se hallaba la idea de un buen precio y una calidad de vida más alta”.Las primeras viviendas de este tipo aparecieron en Checoslovaquia en los años cuarenta, cuando se inició la fabricación de paneles de hormigón por la empresa Baťa, originaria de Zlín. Fue en esta ciudad morava donde se construyeron los primeros apartamentos prefabricados, destinados a los empleados de la empresa zapatera, prosigue Vorlík.
“Se empezó a experimentar con los primeros sistemas de bloqueo de ladrillos, sistemas de esqueletos, hormigón ligero, etcétera. En las ciudades como Zlín y en Hradec Králové eran muy avanzados. En los años sesenta los barrios de bloques de pisos de hormigón empezaron a crecer de forma masiva. Los primeros pisos fueron experimentales, se buscaban las tecnologías más convenientes, se hacía hincapié en el espacio público y la vegetación. Las casas tenían diferentes terrazas y portales. No se puede decir que todos fueran idénticos”.
Los récords de hormigón checos
Desde 1951 hasta 1989 se construyeron en Checoslovaquia más de 80.000 “paneláky” con cerca de un millón de apartamentos para casi 3 millones de personas. Esta equidad a la hora de vivir fue presentada oficialmente por el régimen como uno de los éxitos del socialismo.La capital checa cuenta actualmente con más de cincuenta barrios de bloques de viviendas prefabricadas de hormigón, que ocupan aproximadamente el 6% de su territorio. Estas barriadas albergan más de 200.000 viviendas, habitadas por 500.000 personas, o sea, cerca del 40% de los habitantes de la capital checa.
El primer “panelák” praguense, construido en 1955, se halla en el barrio de Ďáblice. No obstante, sus parámetros de tres plantas y un total de doce apartamentos tienen poco que ver con los criticados gigantes de concreto que bordean las periferias de las ciudades checas. Como por ejemplo el “panelák” checo más alto, situado en el barrio praguense de Jižní Město, que mide 81 metros y cuenta con 23 plantas. Construido en 1980, fue destinado a los empleados de la Administración de Carreteras y Ferrocarriles. Hoy día alberga un hotel y un albergue para agentes de policía y bomberos.
El “panelák” checo más largo, situado en el barrio praguense de Bohnice, tiene 300 metros de longitud, cuenta con 18 portales y ofrece 400 viviendas para más de 1.000 personas.
Por su parte, el “panelák” checo más largo, situado en el barrio praguense de Bohnice, tiene 300 metros de longitud, cuenta con 18 portales y ofrece 400 viviendas para más de 1.000 personas. Sus corredores los más largos del país. La vida útil de los paneláky se estimaba entre 30 y 50 años. Después se debían derrumbar y construir unos completamente nuevos.
El único inversionista era el Estado y en muchas ocasiones apostaba por la cantidad a costa de la calidad, señaló Petr Vorlík.
“Hubo demasiada presión política por cumplir con las cuotas. Incluso en los años setenta y ochenta no quedaba dinero para construir los parterres, la infraestructura social, etcétera. A menudos se construyeron solamente las viviendas para que se cumpliera con el número establecido políticamente”.
Materiales de mala calidad, alto coste energético, redes ingenieriles erróneas, falta de la privacidad causada por unas paredes demasiado finas y poco insonorizadas, además de una escasa infraestructura social eran algunos de los problemas a los que se enfrentaban los residentes de estas viviendas.Estas y otras dificultades quedan documentadas en la película satírica 'Panelstory' (1979) de la directora checa Věra Chytilová, cuya proyección permaneco durante años prohibida por el régimen comunista.
La falta de recursos se reflejaba en el aspecto visual de los barrios que a diferencia de los “paneláky” de Europa Occidental carecían de un aspecto visual más humanizado, prosigue Vorlík.
“A finales de los años sesenta se desarrolló en Europa Occidental una idea de humanización. Se buscaron alternativas para construir este tipo de arquitectura lo más interesante y variada posible, así como formas para involucrar a los ciudadanos en los debates sobre el aspecto de los barrios. Es decir, en muchos aspectos la arquitectura occidental se veía más humana”.Los debates sobre la humanización de los barrios de “paneláky” se desarrollaron también en Checoslovaquia, pero fueron en vano, prosigue Vorlík.
“En los años sesenta, los arquitectos empezaron a criticar la monotonía de los barrios. Estas discusiones se prolongaron hasta los años ochenta, pero no tuvieron la suerte de contar con apoyo político. Lo máximo que los arquitectos lograron imponer eran los bloques de pisos de secciones de esquina que empezaron a construirse en los años ochenta. El problema fue más bien el escaso apoyo político, más que la voluntad de los arquitectos”.
La supervivencia de los paneláky superó las expectativas. Gracias a las reformas como el aislamiento térmico, la sanación de conexiones de paneles, el montaje ventanas de plástico y las nuevas fachadas ofrecen hoy día unas cómodas viviendas para cerca de tres millones de checos.
De hecho, la demanda por la compra de un piso en un “panelák” va en aumento. La gente aprecia tanto su asequibilidad y comodidades como la rica infraestructura social y la cercanía a escuelas, consultas médicas, supermercados y las conexiones de transporte público.