La visita de Mitterand a Praga fue un espaldarazo a los disidentes
Durante la Semana de Jan Palach, del 15 al 20 de enero de 1989, el régimen comunista checoslovaco desencadenó en el centro de Praga un infierno. Policías y miembros de las llamadas Milicias Populares, destacamentos paramilitares del Partido Comunista, golpearon con virulencia a los manifestantes que se concentraban todas las tardes en la Plaza de Wenceslao, en Praga. Fue una revancha de las autoridades por el éxito que la oposición se había anotado un mes antes, el 10 de diciembre de 1988. Aquel día se celebró en Praga el primer acto público en el que los opositores pudieron manifestar libremente sus opiniones. La inédita concesión del régimen comunista se debió, en gran parte, a la visita a Praga del presidente francés Mitterrand que respaldó a los disidentes.
El régimen comunista de Checoslovaquia estaba a finales de los ochenta en la cola del proceso de la perestroika, impulsado desde Moscú por Mijaíl Gorbachov.
Alexander Yakovlev, el brazo derecho del líder soviético, afirmó en su conferencia, pronunciada en Praga en octubre de 1988 en la Escuela Superior Política del Partido Comunista checoslovaco,:
”En los últimos tres años y medio nadie ha sido encarcelado en nuestro país por motivos políticos. No es necesario”.
En Checoslovaquia, dirigida por la vieja guardia neostalinista, continuaba, sin embargo, la persecución a los opositores. Sus casas eran allanadas y el régimen los encerraba en clínicas psiquiátricas y en cárceles.
Por ejemplo, el 27 de octubre de 1988 la policía registró entre las 6 y las 12,30 el apartamento de Václav Havel en Praga. El disidente no estaba en su casa. La policía lo detuvo en otro lugar de la capital. Havel permaneció en la prisión de Ruzyně hasta el 31 de octubre de 1988.
El 11 de noviembre del mismo año, Havel inauguró en el hotel París, en Praga, el simposio internacional “Checoslovaquia 1988” e inmediatamente fue arrestado. De la prisión preventiva salió tres días después.
Los mandamases locales seguían elaborando listas de artistas prohibidos. Así, a finales de 1988 en la lista negra de Bohemia Oriental figuraban los cantautores Pavel Dobeš, Jan Burian, Petr Skoumal, Jiří Dědeček y Vladimír Merta.
En la misma región estaba prohibida también la actuación de los grupos Minesengři, Mñága a Žďorp y Jablkoñ. Están escuchando el último de estos grupos.
A finales de los ochenta Checoslovaquia padecía un grave descalabro económico. La dirección del país, encabezada por el presidente Gustáv Husák, empezó a darse cuenta de que sin las tecnologías occidentales no sería posible evitar el desastre de la economía nacional.
La dirección comunista comprendió que la intensificación de contactos con Occidente era de vital importancia para la supervivencia del régimen.
Cuando en diciembre de 1988 visitó Praga el presidente francés Mitterrand, los dirigentes checoslovacos estaban dispuestos a hacer concesiones para asegurar el éxito de las negociaciones bilaterales sobre el incremento de la colaboración económica.
Ya que estaban interesados en el entendimiento con Francia, los dirigentes comunistas dieron el sí cuando Mitterrand manifestó el deseo de invitar a un desayuno en la Embajada gala a un grupo de disidentes.
El viernes 9 de diciembre de 1988, los ocho disidentes invitados, al frente con Václav Havel, llegaron a la sede diplomática francesa, en el palacio Buquoy, en el barrio de Malá Strana, seguidos por rabiosas miradas de los agentes de la policía secreta StB. Esta vez, por orden superior, no podían detener a los opositores.
Estaba previsto que el desayuno de los disidentes checos con Mitterrand tendría una duración de media hora. Acabaron por conversar con el presidente francés una hora y media. Václav Malý, en la actualidad obispo auxiliar de Praga, leyó en aquella oportunidad la lista de nombres de los ciudadanos que el régimen se disponía arrestar.
Fue por primera vez que un jefe de Estado de una potencia mundial manifestara respaldo a las iniciativas opositoras checoslovacas.
Al siguiente día, el 10 de diciembre de 1988, se celebró en la Plaza Škroup, en el distrito capitalino de Žižkov, la primera manifestación autorizada por los dirigentes comunistas. Fue convocada por las iniciativas opositoras con motivo del 40 aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
Autorizando la manifestación, los máximos dirigentes del Partido Comunista querían mostrar al presidente Mitterrand que el régimen checoslovaco no era tan intolerante como se decía en el extranjero.
Si no la hubieran autorizado, los opositores se habrían reunido en la Plaza de Wenceslao. Las autoridades no querían que en el centro de la ciudad y ante los ojos de los visitantes extranjeros se librasen escaramuzas entre la policía y los opositores.
En la tarde del 10 de diciembre de 1988, los furgones policiales aparcaron en las calles adyacentes a la Plaza Škroup, en el barrio capitalino de Žižkov. Los agentes, con cachiporras y perros, esperaban en el interior de los vehículos.
La pequeña plaza empezó a llenarse de gente. En la silenciosa multitud se sentía tensión. Entre los aproximadamente tres mil manifestantes pasaban agentes de la StB que grababan con sus cámaras las caras de los presentes.
La policía filmaba a los participantes de la manifestación también desde la cercana torre de televisión de Žižkov.
La manifestación de las iniciativas opositoras se inició a las tres en punto. Después del himno nacional subió al podio improvisado Václav Havel que destacó en su intervención:
”Parece que vivimos en un período trepidante, extraordinario y dramático, un período lleno de contradicciones. Por un lado, el poder estatal recrudece las persecuciones a todos los ciudadanos que se manifiestan libremente, encarcela, utiliza cañones de agua; y por otro, la sociedad empieza a librarse del fardo del miedo y la gente teme cada vez menos expresar su verdadera opinión”.
El activista socialdemócrata Rudolf Battěk exigió, a su vez, que acabase “el monopolio del poder del Partido Comunista”.Los manifestantes exhibían pancartas con nombres de presos políticos, los activistas distribuían octavillas con fotos y datos biográficos de los encarcelados. Unas 700 personas firmaron allí mismo una petición por la excarcelación de los presos de conciencia del régimen comunista.
La manifestación en la Plaza Škroup el 10 de diciembre de 1988 fue un logro de la oposición de esos que marcan historia: un grupo de disidentes obligó a la maquinaria totalitaria a hacer la primera concesión seria.
Por primera vez se escuchó en público la crítica del régimen comunista y las demandas de los disidentes sin que interviniera inmediatamente la policía. Después de una hora y media de libre manifestación de sus opiniones, los manifestantes pudieron marcharse pacíficamente a sus hogares sin ser agredidos por la policía.
El régimen se desquitó un mes después, durante la Semana de Jan Palach, pero los ciudadanos ya no se dejaron atemorizar. El tiempo trabajaba a su favor.